Hoy muchos de los aceites esenciales que constituyen
la base de un perfume se producen de forma artificial en
laboratorio,
mediante moléculas de olor, pero las marcas más exclusivas siguen
utilizando flores y plantas. Sus cualidades olfativas dependen de
factores como el momento de la recolección. El jazmín, por
ejemplo, debe cogerse al amanecer, antes de que el sol agote su olor.
Luego las flores se ponen en maceración en un disolvente -etanol o
metanol- para que las ceras y esencias de la planta se diluyan;
cuando el disolvente se evapora, queda una pasta que se llama
concreto. Después este se disuelve en alcohol y se destila para
conseguir el absoluto, un líquido espeso que es la esencia pura de
la planta en cuestión. Para conseguir un kilo de absoluto de
jazmín o de rosa se precisan nada menos que ¡de 2 a 4 toneladas de
flores!
Al final está el nariz o perfumista, que igual que
un pintor mezcla los colores, tiene que elaborar el perfume el nariz
jugando con una paleta de cientos o incluso miles de fragancias con
las que trabajar. De su capacidad de combinar y armonizar los tonos
aromáticos que elija, dependerá el resultado final que se encuentra
en el frasco.
Mucha más información sobre el mundo de los
perfumes en el Especial Fragancias, en el número 367 de Muy
Interesante, de diciembre de 2011.