La productividad está
sustentada en hábitos. No hay métodos ni herramientas
que sirvan de algo si no somos capaces de desarrollar
ciertos hábitos productivos. Por eso, he querido
compartir con vosotros esta lista de los hábitos que a
mi me han ayudado a ser más productivo a lo largo del
tiempo. Y creedme si os digo que es una lista corta –hay
muchos más hábitos que podría citar, y que seguramente
citaré en otros artículos. Pero basta con que
desarrolléis unos cuántos de estos hábitos para empezar
a notar la diferencia
Ya he escrito sobre algunos de
los hábitos que menciono en esta lista. Sin embargo, quería reunir
en un sólo lugar un compendio más o menos exhaustivo de los mejores
hábitos productivos, de modo que pueda servir de referencia para los
que os iniciáis en este fascinante mundo. A lo largo de las próximas
semanas y meses iré desarrollando muchos de ellos y enlazándolos
desde aquí. Así que os recomiendo que mantengáis este artículo en
vuestros favoritos y lo uséis como referencia y consulta rápida.
Estoy seguro de que os será de gran utilidad.
1. Anota tus compromisos en el momento. Uno de los secretos
mejor guardados de las personas más productivas es que no tratan de
memorizar lo que tienen que hacer. Registra tus compromisos e ideas
tan pronto como surgen –ya sea una tarea pendiente, una cita o una
idea que puede dar lugar a algún proyecto personal o profesional.
Para ello puedes utilizar uno o varios medios, como una libreta de
papel, una grabadora de mensajes de voz o un dispositivo de mano,
entre otros. Los papeles que representen compromisos –como una
factura para pagar–, recopílalos en una bandeja.
2. Procesa los compromisos diariamente. En tu libreta o en la
bandeja, los compromisos que adquieras con los demás y contigo mismo
no sirven para nada. Al menos una vez al día debes revisarlos y
decidir qué es lo que vas a hacer con ellos.
3. Deshazte de todo lo que puedas. Piensa dos veces antes de
seguir adelante con cada compromiso. En muchas ocasiones son
simplemente “basura”, o compromisos ficticios –cosas que se supone
que deberías hacer, pero que en realidad no tienes obligación o
deseos de hacerlo. Si puedes, deshazte de ellos inmediatamente.
4. Organízate utilizando listas. Traspasa los compromisos a un
sistema confiable de listas donde estén organizados por contexto.
Cada contexto –lista– debe representar una conjunto de actividades o
compromisos que requieran un determinado recursos o ubicación para
poderse realizar. Por ejemplo, cosas que se deben hacer en casa, en
la oficina, al teléfono, mientras estás en la calle, etc.
Igualmente, mantén una lista de proyectos o frentes abiertos, y otra
de ideas o cosas que posiblemente querrás hacer en un futuro.
5. Agenda sólo aquello que tiene fecha y hora. El calendario
solo sirve para anotar compromisos que tienen una fecha fija
obligatoria –la consulta del dentista o una reunión. Todos tenemos
imprevistos a lo largo del día que dan al traste con cualquier
intento de planificar los compromisos. Si tratas de planificar tus
compromisos es probable que no los puedas cumplir, lo que aumentará
tu estrés y te obligará a replanificar constantemente.
6. Trabaja según contexto, energía y tiempo disponible. Ve
cumpliendo tus compromisos en función del contexto en que te
encuentres, el nivel de energía –alto o bajo– que tengas, y el
tiempo que tengas disponible en cada momento. Por ejemplo, no es
efectivo tratar de desarrollar un plan de proyecto si hoy tienes un
mal día; quizá puedas resolver las llamadas pendientes y organizar
tu archivo, que son tareas que requieren mucha menos energía.
Igualmente, carece de sentido intentar sacar adelante el reporte de
ventas si vas a estar todo el día en la calle; sería mejor liquidar
los asuntos pendientes en el notario, o comprar las bombillas del
salón que llevan semanas en tu lista de recados pendientes.
7. Mantén un sistema de archivo eficaz. Archiva cualquier
material de referencia en un sistema de archivo sencillo. Trata de
mantener todo lo que puedas en formato digital –ocupa menos espacio
y puedes encontrar las cosas más rápidamente. Y nunca dejes papeles
en pilas encima de la mesa o en bandejas para archivar después:
¡nunca lo harás!
8. Revisa tus listas de compromisos semanalmente. Una vez a
la semana revisa tus listas contextuales y el calendario, y
actualízalos. Elimina los compromisos cumplidos, mueve los que hayan
sido cambiados, y añade los que hayan surgido nuevos.
9. Empieza tu día haciendo sólo lo importante. Eliminar las
actividades de bajo impacto de tus rutinas matutinas, y empieza
atacando los compromisos que supongan un avance significativo en tus
proyectos importantes. Si estás escribiendo un libro, tu primer
tarea será escribir 2 páginas del libro; si eres un jefe de
proyecto, empezarás revisando los asuntos que tengas delegados en
terceros; si eres responsable de un centro de soporte de usuarios,
revisarás qué problemas nuevos han surgido para escalarlos
adecuadamente.
10. Aplica la regla de los 2 minutos. Cuando un compromiso te
lleve menos de 2 minutos de trabajo, hazlo inmediatamente,
independientemente de su importancia y prioridad. Responder a un
correo, autorizar una compra o reservar en un restaurante llevará
menos tiempo que recopilar el compromiso, procesarlo, añadirlo a una
lista, revisarlo, etc. De esta forma te quitarás de encima un
porcentaje muy importante de asuntos pendientes.
11. Lleva registro escrito de tus logros y aprendizajes. Conocer
los errores cometidos, dificultades encontradas y logros conseguidos
te ayudará a hacer cada vez mejor tu trabajo y, en ocasiones, a
motivarte cuando estés bajo de energía. Escribirlo es una forma de
hacerte más consciente de ellos, y te permitirá revisarlos cuando lo
necesites.
12. Respalda tu cosas regularmente. Realiza copias de seguridad
del trabajo de tu ordenador con la periodicidad adecuada, en función
de lo crítico de los datos y de la forma en que cambien. También
debes mantener copia –si es posible digital– de los documentos
importantes, como credenciales, tarjetas bancarias, pasaporte,
escrituras públicas, etc. Como los seguros, las copias de seguridad
se hacen esperando que nunca las llegues a necesitar; pero si un día
las necesitas, agradecerás enormemente tenerlas.
13. Haz siempre lo menos posible. La productividad no se
trata de hacer mucho en poco tiempo, sino de hacer poco de lo que
DEBES que hacer, para poder dedicarte a lo que TE GUSTA hacer.
Siempre que puedas, elimina, reduce, desecha compromisos, y dedícate
a lo que realmente te interesa.
14. Aplica el Principio de Pareto (80/20). Aplicado a la
productividad, este principio dice que sólo el 20% de las cosas que
haces habitualmente aportan el 80% del valor a tu trabajo
–entendiéndose por valor el trabajo que te permite avanzar en los
proyectos importantes y que te hace alcanzar tus objetivos.
Identifica ese 20% de cosas, y encárgate de hacerlas antes que
ninguna otra cosa. Si te falta tiempo, es mejor que dejes sin hacer
parte del otro 80% que no te aporta valor.
15. Reserva tiempo para relajarte y descansar. La productividad
requiere de energía, y no puedes tener energía si no descansas
adecuadamente. Tómate tiempo cada día para “anularte”
intelectualmente, desconectar de todo y dejar que tu cuerpo y mente
se relajen. De la misma forma, asegúrate de que duermes suficiente
horas y con la suficiente calidad como para despertar dispuesto a
atacar el problema más difícil que tengas entre manos en ese
momento.
16. Haz ejercicio regularmente. Al contrario de lo que piensa
mucha gente, una excelente forma de recargar pilas es haciendo
ejercicio regularmente, preferiblemente todos los días. No tiene por
qué ser ejercicio de mucha intensidad. Puede ser simplemente un
paseo de 30 minutos. Aprovecha para escuchar música, o disfrutar de
tu entorno.
17. Aliméntate de forma saludable. Junto con el descanso y el
ejercicio, la alimentación es el tercer factor de éxito para que
nuestro cuerpo y mente puedan funcionar al 100%. En realidad es muy
simple: mantén una dieta equilibrada de hidratos de carbono, grasas
vegetales, frutas y proteinas; come moderadamente a horas regulares
–preferiblemente 5 veces al día; y evita los alimentos demasiado
procesados.
18. Trabaja en bloques de tiempo fijos. Distribuye tus tareas
de alto impacto y gran concentración en bloques de tiempo de entre
una y dos horas –si te parece demasiado, puede intentar combinarlo
con la Técnica del Pomodoro. Entre bloque y bloque haz descansos de
10 minutos, e intercala pequeñas sesiones de tareas que requieran un
nivel de energía bajo, como llamadas telefónicas o archivar papeles.
19. No practiques la multitarea. Nunca trates de hacer más de
una cosa al mismo tiempo, salvo que sean actividades que requieran
muy poca concentración. Las tareas “pesadas” requieren de al menos
20 minutos para que alcancemos el modo de trabajo a pleno
rendimiento. Así que interrumpirlas para hacer otra cosa tiene un
alto costo en términos de tiempo –justo lo contrario de lo que
pretendemos conseguir con la multitarea.
20. Desglosa las tareas complejas en subtareas. Si alguna
tarea es demasiado compleja como para abordarla en bloques de tiempo
fijos, haz primero un desglose en tareas más pequeñas.
21. Ejecuta las tareas sencillas en lotes. Para aprovechar los
modos de trabajo, procura ejecutar todas las actividades “ligeras”
del mismo tipo en un mismo lote. Por ejemplo, fija un momento de tu
día para hacer todas las llamadas telefónicas, y otro para archivar
papeles. De esa forma, podrás utilizar el principio de los bloques
de trabajo de 1-2 horas, y te beneficiarás del “modo a pleno
rendimiento” a los 20 minutos –o incluso menos– de haber empezado la
actividad.
22. Utiliza mapas mentales para planificar tu trabajo. Los
mapas mentales son una forma ideal para organizar ideas de forma
natural. Gracias a los mapas mentales podrás estructurar todo tipo
de información aprovechando al máximo la creatividad de tu cerebro.
23. Elimina las distracciones antes de empezar. Uno de los
grandes enemigos de la productividad son las interrupciones, pues te
impiden trabajar por lotes y alcanzar el “modo a pleno rendimiento”.
Algunas interrupciones son inevitables –una llamada de tu jefe–,
pero muchas sí las podemos controlar. Cierra tu programa de correo,
cierra el navegador, apaga el teléfono móvil, desactiva las
notificaciones de tu agenda… Y si es necesario, enciérrate en una
sala durante 1-2 horas. Verás cómo aumenta tu productividad.
24. Define tus valores y misión personales. La productividad
no es cuestión de hacer mucho en poco tiempo, sino de hacer lo que
realmente te aporta valor, lo que te importa. Y difícilmente podrás
saber qué es lo que te importa si no tienes claros tus valores y
misión personales. A partir de ellos podrás empezar a orientar tu
vida, creando objetivos a medio y largo plazo.
25. Define tus objetivos de manera S-M-A-R-T. El hecho de
querer algo no lo convierte en un objetivo. Un objetivo debe ser
concreto, medible, significar algo para ti. También debe ser
alcanzable y estar limitado en el tiempo. Por ejemplo, “quiero estar
delgado” no es un objetivo, es un deseo. Un verdadero objetivo
sería: “voy a perder 10 kilos antes del 30 de septiembre, porque
quiero reducir el riesgo de tener un infarto; para ello, tendré que
perder medio kilo por semana, y lo pienso conseguir caminando 30
minutos todos los días y dejando de tomar refrescos”.
26. Revisa tus objetivos, misión y valores periódicamente.
Con el tiempo todos evolucionamos y cambiamos, y con nosotros
también lo hacen nuestros objetivos, misión y valores. Procura
revisarlos con la suficiente periodicidad para asegurarte de que
todavía son vigentes, o terminarás recorriendo un camino que no es
el que querías.
27. Integra tus objetivos a tus compromisos diarios. Una vez
tengas claros cuáles son tus objetivos a medio y largo plazo, crea
proyectos que te permitan alcanzarlos. Por ejemplo, si quieres
convertirte en un escritor, probablemente deberás empezar por
escribir una primera novela, o a lo mejor tomar un curso de
escritura creativa. Añade estas “ideas” a tu lista de proyectos y
empieza a trabajar en ellos como en cualquier otra cosa que tengas
pendiente en este momento.
28. Actúa siempre con perspectiva. Antes de iniciar una tarea
piensa si esa tarea te aportará algún valor. ¿Te hará avanzar en tus
proyectos importantes? Acostúmbrate a tener siempre contigo una
lista de tus objetivos a medio y largo plazo –para ello, conviene
que los tengas por escrito. Si esos objetivos son fruto genuino de
tu misión y valores personales, la lista te ayudará a ganar
perspectiva y a tomar la mejor decisión posible en cada momento. Por
ejemplo, si de verdad quieres perder peso porque no quieres tener un
infarto, en lugar de sentarte a ver la televisión cuando llegas a
casa por la tarde, la perspectiva hará que te pongas ropa cómoda y
salgas a caminar 30 minutos al parque.
29. Canaliza adecuadamente tus preocupaciones. Las
preocupaciones son uno de los lastres de nuestra oportunidad, pues
no nos permiten centrarnos en las cosas importantes. Curiosamente,
las preocupaciones suelen ser fruto de la falta de atención a algún
aspecto de tu vida. Si el sobrepeso te preocupa, entonces es porque
no estás haciendo nada para remediarlo. Piensa exactamente qué cosas
son las que te preocupan, define objetivos a medio y largo plazo,
crea proyectos y ponte a trabajar ya para solucionarlo. A partir de
ese momento dejará de ser una preocupación, porque te habrás
convertido en parte activa de la solución.
30. Busca inspiración para motivarte. A veces resulta muy
difícil hacer lo que uno tiene que hacer. No siempre tomar
perspectiva funciona. En esos casos recurre a cualquier otra cosa.
Utiliza la visualización positiva para imaginarte cómo será tu vida
dentro de un tiempo si consigues tus objetivos. O imagina lo que
haría tu ídolo o alguien que admiras en tu situación. También puedes
buscar el apoyo de un amigo o un coach que conozca tu potencial y
pueda impulsarte en los momentos bajos. No todo funciona para todos,
ni todo el tiempo. Busca lo que funciona mejor para ti, y hazlo.
31. Simplifica, y luego vuelve a simplificar. “Menos es más”.
No compliques las cosas sin necesidad. Cuanto menos listas,
herramientas, proyectos, objetivos… más sencilla será la gestión de
tu vida. Sé muy analítico y revisa constantemente si no estás
complicando demasiado las cosas.
32. Sácale partido a la tecnología. La tecnología puede ser
un verdadero agujero negro para nuestra productividad, pero también
puede ser un trampolín si la usamos con inteligencia. Tareas que
antes llevaban horas de trabajo, hoy suponen apenas minutos o
segundos. Por ejemplo, mantener un archivo digital puede ahorrarte
mucho espacio, dinero y tiempo si sabes cómo hacerlo. No dejes que
el miedo o el desconocimiento te haga menos productivo.
33. Renuncia a todo aquello que no te aporte valor. Es muy
tentador pasar horas jugando con la videoconsola, o navegar sin
rumbo por Internet, pero es una gran pérdida de tiempo –a menos que
lo hagas como parte de tu estrategia de desconexión mental. Todo lo
que hagas debería tener un propósito claro, un por qué, en función
de tus valores y objetivos. Todo lo que hagas sin ese propósito
deberías desterrarlo de tus hábitos.
34. Reduce el tiempo que pasas leyendo y escribiendo. Una gran
parte de nuestro trabajo consiste en leer y escribir, especialmente
con un ordenador. Así que, cuanto menos tiempo emplees en leer y
escribir, más trabajo podrás terminar en menos tiempo. Aprende
mecanografía y utilizar técnicas de lectura rápida siempre que
puedas.
35. Utiliza rutinas para organizar tus tareas repetitivas. Busca
la forma óptima de organizar las tareas repetitivas que debes hacer
todos los días. Luego escríbelas en forma de rutinas o listas de
comprobación, y utilízalas como referencia hasta que las domines. De
esa forma nunca olvidarás hacer algo, te será fácil eliminar o
añadir nuevas tareas, y tu trabajo será siempre una alta calidad.
36. Domina las herramientas que usas. De la misma forma que leer
y escribir rápido aumenta tu productividad, dominar los atajos de
teclado, o conocer todas las funciones de los programas que usas
habitualmente, te permitirá ahorrar mucho tiempo –y en ocasiones
también te permitirá ganarte el reconocimiento de la gente que te
rodea.
37. No hagas cambios sin un motivo justificado. La
productividad se trata de hacer, no de lo que usas. A veces probamos
nuevas herramientas, sistemas y métodos simplemente para eludir
nuestra responsabilidad de hacer. Cambiar un sistema de trabajo o
una herramienta requiere tiempo, y llegar a dominarlos mucho más
tiempo. Piensa muy bien antes de cambiar nada. Antes de hacerlo
procura ser honesto e informarte si el cambio te aportará alguna
ventaja significativa –¿el nuevo programa de gestión de listas
realmente te aporta más potencia, o lo estás probando simplemente
porque te parece atractivo o está de moda?
38. No te cierres al cambio. Aunque no es bueno estar cambiando
todo el tiempo, hay que estar siempre atento a las novedades. A
veces surgen herramientas o formas de trabajo que pueden resultar
más efectivas para tus circunstancia. Mantén un ojo crítico, y no
tengas reparos en probar algo nuevo si honestamente crees que te
puede ayudar.
39. Capitaliza los recursos de la gente que te rodea. Nadie
puede llegar muy lejos sin la ayuda de los demás. Trabajar de forma
aislada es casi un suicidio productivo. Aprende a delegar
eficazmente, descubre y utiliza las capacidades de la gente que te
rodea, ayúdalos a alcanzar sus propios objetivos, y ellos te
ayudarán a ti.
40. Da seguimiento a las cosas que delegas. Un asunto delegado
no significa un asunto terminado. Recuerda que tú sigues siendo el
responsable último de que ese algo se realice. Así que registra
todos los asuntos delegados en una lista, y dale seguimiento todos
los días.
41. Termina las cosas que empiezas. Está muy bien tener un
sistema de listas, utilizando un programa de ordenador de última
generación, y disponer de una bonito sistema de archivo. Pero si te
limitas a organizar y no concluyes, tu trabajo es una pérdida de
tiempo. La productividad es hacer, de terminar, no de los programas
o sistemas que utilizas para organizarte.
42. Date permiso para abandonar cosas a medias. Aún cuando la
productividad es cuestión de hacer, no todo lo que empiezas merece
ser terminado. Debes revisar permanentemente tus objetivos,
proyectos y tareas en curso. Si algo ya no tiene sentido o ha
perdido el interés, no dudes en eliminarlo de tu sistema. No importa
el tiempo y recursos que le hayas dedicado: seguir con ello será una
pérdida de tiempo y recursos todavía mayor.
43. Di NO con más frecuencia. Lo ideal es que no empieces nada
que no te aporte valor. Aprende a deshacerte de proyectos y
compromisos antes siquiera de que entren a tu sistema productivo. Y
si finalmente tienes que darle entrada –porque forma parte de tus
responsabilidades–, procura prometer poco y dar más de lo prometido,
en lugar de prometer mucho y luego no cumplir lo prometido. Tu
imagen personal ganará muchísimo.
44. Haz las cosas con la máxima calidad posible. Haz un
esfuerzo consciente por terminar las cosas bien y a la primera. Un
trabajo pobre siempre termina regresando, lo que implicará más
tiempo y recursos –justo lo contrario de lo que pretendías–, por no
hablar del daño que puede causar a tu reputación. Recuerda: el
descuidado SIEMPRE trabaja doble.
45. Aprende a vivir con los “no productivos”. No trates de
cambiar a las personas que rodean para que trabajen como tú. La
productividad es algo que debe entenderse y aceptarse de forma
voluntaria. Tratar de cambiar a los demás no sólo es una pérdida de
tiempo, también suele ser una fuente de discusiones y roces
–especialmente con la familia. Ten cuidado, no vaya a ser que al
intentar convertir a los demás al “productivismo” tengas que pagar
un precio demasiado elevado en comparación con los supuestos
beneficios.
46. Sé optimista y positivo. Sí, aunque no lo creas, el
optimismo es fundamental para afrontar los retos de una forma
constructiva. Alguien optimista siempre se centra en la solución a
los problemas, en lugar de en las dificultades, lo que en última
instancia te permitirá ser más productivo.
47. Prémiate por el trabajo bien hecho. La productividad no
siempre es fácil. Cada vez que consigas un objetivo, superes un
obstáculo o avances significativamente en un proyecto, celébralo.
Haz algo que te guste, date un respiro. Ve a tu restaurante
favorito, o cómprate el libro que llevabas meses queriendo comprar.
Ser productivo requiere disciplina, pero también requiere
motivación. Y una forma excelente de motivarte es dándote un pequeño
lujo cada vez que consigues batir un reto.
48. Disfruta lo que haces. Todas las actividades que llevamos
a cabo tienen sus momentos buenos y malos. Pero la mayoría del
tiempo, tu actividad principal debería ser placentera. De otro modo
estarás desaprovechando gran parte de tu potencial, además de que no
estarás en sincronía con tu misión y valores –haciendo virtualmente
imposible que seas productivo realmente.
49. No bajes la guardia en ningún momento. Aunque lleves tres
meses trabajando de forma productiva, la desmotivación, la baja
energía y el caos están siempre al acecho. Al menor descuido tu
productividad puede verse seriamente amenazada –de hecho, todos nos
hemos caído del tren productivo en más de una ocasión. Así que nunca
te confíes.
50. Sé indulgente contigo mismo. Si a pesar de todo terminas
cayendo del tren de la productividad, no te desanimes. Como la
mayoría de los logros en la vida, ser productivo es cuestión de
constancia –como reza el lema de este blog, “la gota de agua no
horada la piedra por fuerza, sino por constancia”. Date permiso para
fallar, pero no abandones. Si te caes, tómate un descanso, gana un
poco de distancia, toma fuerza y vuélvelo a intentar.
Fuente:
http://elgachupas.com