MÉXICO, D.F., septiembre 21
(EL UNIVERSAL).- Bostezar más que indicar fatiga o
aburrimiento podría ser un mecanismo para enfriar la
cabeza, de acuerdo con un estudio dirigido por Andrew
Gallup, investigador del Departamento de Ecología y
Biología Evolutiva de la Universidad de Princeton
retomado por la página Science Daily
Gallup y Eldakar Omar, de la Universidad de Arizona,
encontraron que la frecuencia de bostezos varía con la estación del
año, pues las personas bostezan menos cuando el calor al aire libre
es mayor que la temperatura corporal, lo que podría deberse a que el
bostezo serviría como un método para que el cerebro regule su
temperatura.
Los investigadores documentaron las veces que
bostezaron 160 personas en invierno y en verano en Tucson, Arizona,
con 80 personas para cada temporada. Encontraron que los
participantes fueron más propensos a bostezar en el invierno, en
comparación con el verano cuando la temperatura ambiente era igual o
superior a la temperatura corporal.
"Nuestro estudio mostró una mayor incidencia de
bostezos cuando la temperatura ambiente fue más baja, incluso
después de controlar estadísticamente otras características tales
como la humedad, el tiempo fuera y la cantidad de sueño la noche
anterior. Cerca de la mitad de las personas en la sesión de invierno
bostezó, en comparación con menos de un cuarto de los participantes
en verano", dijo Gallup.
Por otra parte, al analizar los datos para cada
estación por separado, se observó que el bostezo se relaciona con
cuánto tiempo está una persona expuesta a las condiciones
climáticas. En verano la proporción de personas bostezando se redujo
significativamente, de 40% en invierno a sólo 10% en verano. Un
efecto inverso se observó en el invierno, la proporción de personas
que bostezaba sólo aumentó ligeramente para los que pasaron más de
cinco minutos al aire libre.
"Este es el primer informe que muestra que la
frecuencia de bostezo varía de una temporada a otra. Las
aplicaciones de esta investigación son interesantes, no sólo en
términos de conocimientos fisiológicos básicos, sino también para
comprender mejor las enfermedades y condiciones, como la esclerosis
múltiple o la epilepsia, que se acompaña de disfunción bostezos
frecuentes y de termorregulación. Estos resultados proporcionan
apoyo adicional a la opinión de que el bostezo excesivo puede ser
utilizado como una herramienta de diagnóstico para la identificación
de casos de la termorregulación disminuida".
Pese a lo que se podría creer, el estudio concluyó
que las temperaturas más altas no dan alivio a cerebros
sobrecalentados, pues de acuerdo con la teoría de la
termorregulación del bostezo el cerebro regresa a la calma o se
enfría a través de un intercambio de calor con el aire aspirado
durante un bostezo.
"Se cree que el efecto de enfriamiento del bostezo
es el resultado del incremento del flujo sanguíneo al cerebro
causada por el estiramiento de la mandíbula, así como por una
contracorriente de intercambio de calor que se genera con el aire
ambiental que acompaña a la inhalación profunda.
"De acuerdo con la hipótesis de enfriamiento del
cerebro, bostezar en demasía es contraproducente, pues las
inhalaciones más profundas no promueven el enfriamiento. En otras
palabras, debe haber una "ventana térmica" o un rango relativamente
estrecho de temperaturas ambiente en el que se esperan tasas más
altas de bostezar.
"Esto apoya la opinión de que los mecanismos que
controlan la expresión de los bostezos están implicados en la
fisiología de la termorregulación. A pesar de las numerosas teorías
de las últimas décadas, se ha realizado poca investigación
experimental para descubrir la función biológica del bostezo, y es
allí aún no hay consenso acerca de su propósito entre la docena de
investigadores para estudiar el tema de hoy", dijo Gallup.
La investigación que se publica en Frontiers in
Evolutionary Neuroscience se basa en un estudio previo que confirmó
esa dinámica al observar cambios en la temperatura de los cerebros
de ratas antes y después de que bostezaban