Es posible que una visión antropológica pueda
esclarecer estos interrogantes. A continuación haremos un breve
repaso a una teoría antropológica que intenta explicar esta, a
priori, incomprensible conducta.
Según esta teoría lo que está claro es que debe
haber una explicación práctica que explique que a día de hoy los
musulmanes no puedan ni ver el cerdo. Es más, probablemente esta
aversión radique en una serie de situaciones vividas en el
pasado por los pueblos musulmanes y que tuviera mucho sentido en
ese momento. Si ahora se sigue sin comer cerdo es simplemente
para seguir la tradición, no porque todavía se sigan cumpliendo
los factores que los llevaron a descartar el cerdo de la dieta
en su día.
A priori, la antipatía hacia la carne de cerdo
es totalmente infundada e irracional. El cerdo es el animal
doméstico que mayor capacidad tiene para transformar las plantas
que come en carne de manera rápida y eficaz. A lo largo de su
vida, un cerdo puede convertir el 35% de la energía de su pienso
en carne, en comparación al 13% de los ovinos o el escaso 6,5%
de los bovinos.
Además, las cerdas en tan sólo cuatro meses de
gestación son capaces de parir ocho o más lechones, los cuales
podrán llegar a pesar más de 200 kilos en sólo seis meses.
Queda patente que el cerdo es un animal muy
económico y eficiente, lo que todavía hace que resulte más
desconcertante que el Islam haya prohibido la ingestión de
cerdo. Pero no sólo eso. No es que sólo no puedan comer carne de
cerdo, sino que sienten una gran repugnancia hacia este animal,
y según el Corán, sólo el hecho de tocarlo convertirá a la
persona en inmunda.
Los propios musulmanes fundamentan esta aversión
con una sencilla explicación: el cerdo es un animal sucio que se
revuelca en barro y se come las heces, y por lo tanto, son un
gran problema para la higiene y la salud pública. Sin embargo,
estos hábitos del cerdo son culpa de sus dueños: si el cerdo
tuviera agua limpia, no se revolcaría en barro, y si tuviera
comida, no se comerían las heces. Además, esta explicación no es
del todo coherente, pues hay muchos otros animales, que al igual
que el cerdo, en algunas situaciones comen heces, como las
gallinas, cabras, y perros, y no por ello son objeto de asco
entre los fieles. Otra explicación que dan es que el cerdo es
insalubre ya que puede transmitir triquinosis, lo que no es
falso, pero no explica en ningún caso la aversión al cerdo por
diferentes motivos. El primero es que la triquinosis no se
conoció hasta hace relativamente poco, por lo que es imposible
que conocieran este hecho hace cientos de años. Otro es que la
triquinosis sólo se transmite por carne de cerdo no sometida a
un tratamiento térmico adecuado, por lo tanto la solución
hubiera sido fácil: cocinar correctamente el cerdo. Y por
último, hay que decir que el cerdo no es ni mucho menos el único
animal capaz de transmitir enfermedades a los humanos.
Hasta aquí podemos concluir que no fueron
factores ligados a la deficiente higiene del cerdo, ni a su
salubridad, los que fundamentaron esta costumbre hace miles de
años.
Parece ser que la explicación radica en una
frase escrita en el Levítico (libro sagrado): "Todo animal de
casco partido y pezuñas hundidas y que rumia, lo comeréis". Y
por tanto, al ser el cerdo un animal que divide la pezuña, pero
que no rumia, queda fuera de lugar y eso lo hace abominable.
Parece ser pues, que el motivo primario que instiga este asco
hacia el cerdo es que no es un animal rumiante. Nos tendremos
que preguntar pues por qué los rumiantes son los únicos animales
bien vistos por los escritos musulmanes.
La característica primordial que hizo que en el
antiguo oriente medio se criaran animales rumiantes es que son
capaces de ingerir únicamente vegetales ricos en celulosa. De
esta manera los antiguos podrían obtener carne y leche sin tener
que "compartir" parte de sus alimentos con el ganado. Mientras
que vacas, cabras y ovejas sólo necesitan de algún lugar con
plantas para alimentarse, el cerdo necesitaría algo más para
comer si quieren ganar peso, y por tanto, sus dueños le deberían
dar parte de su cosecha. Además los rumiantes también eran
fuente de estiércol por los campos, fuerza de tracción y
proporcionaban vestimentas. Estos razonamientos parecen tener
cierta lógica y empiezan a dar sentido a que los cerdos fueran
mal vistos en la antigüedad.
Además de los temas nutricionales, los cerdos no
estaban bien adaptados al clima del antiguo Oriente Medio.
Mientras que los rumiantes pueden vivir largos periodos sin
agua, son capaces de termoregularse a través de la respiración y
tienen un pelaje que los protege del sol, a los cerdos les
faltan estas estrategias evolutivas. Por lo tanto, criar cerdos
en ambientes áridos era mucho más caro que criar rumiantes, ya
que a los primeros les debía suministrar sombra y refrescar
periódicamente. También se le debe sumar que los cerdos no tiran
de arados, no dan buenas fibras para hacer tejidos y tampoco dan
leche, por lo tanto su única función era suministrar carne.
Debido a todos estos motivos parece fácil de comprender que los
pastores nómadas de Oriente medio no pudieran, ni quisieran
cargar con cerdos si eran tan difíciles de mantener y ofrecían
tan poco. Es posible que esta experiencia histórica fuera el
origen de la aversión de estos pueblos hacia el cerdo.
Pero una vez los pastores se hicieron
sedentarios, ¿Por qué siguió la aversión al cerdo y se llegó a
escribir en leyes divinas? Parece ser que la cría de cerdos cada
vez fue más difícil, pues la zona de la que hablamos sufrió una
gran desertización en pocos años, y los cerdos se quedaron sin
bosques donde coger alimentos, por lo tanto, cada vez fueron más
rentables los rumiantes y más costosos los cerdos.
Por lo tanto podemos concluir que fueron
básicamente condiciones ecológicas las que desfavorecieron la
cría del cerdo y, al no poder cumplir su función básica de
aportar carne, se volvió un animal inútil. No sólo se convirtió
en un animal inútil, sino que se le consideró una maldición para
el que lo tocara.
01 Mar 2012 | AMAZINGS.ES
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Fuentes y más información para ampliar:
- Marvin Harris. Bueno para comer; Alianza editorial.
- Marvin Harris. Vacas, cerdos, guerras y brujas;
Alianza Editorial
- L'Islam d'avui, de demà i de sempre. Mikel de Epalza
(dir.). Equip CIDOB. Centre d'Estudis de Temes Contemporanis (Enciclopèdia
Catalana), 1994.
- Cuines en migració: alimentació i salut d'equatorians,
marroquins i senegalesos a Catalunya. Juanjo Càceres i
Elena Espeitx. Fundació Jaume Bofill, 2006.
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