AVERIGUA AQUI QUE TIPO DE MADRE ERES
La verdad: así como los
pacientes, en general, eligen al médico, el médico
también elige a los pacientes. Acá describiremos algunos
tipos de madres, de esas que los pediatras soportan con
temple y valor, sí, pero que, finalmente, son los que
ellos mismos decidieron dejar pasar a su consultorio
Vale aclarar que ninguna madre
debe cumplir necesariamente con todas las características de cada
uno de los ejemplares, sino que puede reunir características de
todos o bien de algunos. Lo único seguro es que algo de ellas tiene.
Acá vamos:
La insistente. Es una de esas que no se detiene ante nada.
Quiere consultarlo ya y quiere que diagnostique a su nene ya. Ahora
mismo. Y si no se puede, entonces dentro de cinco minutos va a
llamar de nuevo. Le da el antitérmico y si no le baja la temperatura
a los diez minutos, es capaz de reclamarle al pediatra la falta de
efecto del medicamento. ¿No hay uno más poderoso?
La tímida. Al contrario del espécimen anterior, a esta madre el
pediatra le tiene que sonsacar las dudas. Es que ella no se anima,
tiene miedo de molestar, de hablar de más, de quedar como una tonta,
o como una pesada, o como una “mala madre”, de que el nene se porte
mal, de que la secretaria la odie por llamar a esa hora, de que el
pediatra no la quiera atender y así. A veces prefiere llevarlo a la
guardia antes que “molestar” al médico.
La cuestionadora. Nunca está convencida con lo que le dice el
médico: cuestiona desde la necesidad de darle flúor al bebé hasta la
dosis de antibiótico para una otitis. Sus frases se inician siempre
con un “pero… ¿por qué...?”. Es de esas que preguntan “¿lo miró
bien?”, al instante en que el médico retira la “linternita” del oído
del nene, o “¿lo escuchó bien?”, en el mismo momento en que el
pediatra necesita silencio porque está auscultando a su hijo.
La ocupadísima. Llama para contar que el nene tiene fiebre,
mocos y tos, pero cuando el pediatra le pide que lleve al paciente
al consultorio para revisarlo, ella no puede porque está en la
calle, en el Centro, en una reunión, lejos de casa. Reclama
diagnósticos telefónicos rápidos, cuando no lo hace por mensaje de
texto o e-mail (“¿no me puede mandar la receta por fax o por
e-mail?”, es capaz de pedir).
La sipediatrista. Es la contracara de la cuestionadora. Es
aplicadísima. Sigue todas las instrucciones al pie de la letra.
Llama al pediatra ante cada duda, así sean médicas, psicológicas o
escolares. Puede preguntar igual cuántos mililitros de ibuprofeno
tiene que darle al nene con fiebre, a qué hora es mejor que haga la
tarea, o si las zapatillas Topper son mejores que las Reebok para
hacer gimnasia.
La psicóloga. Su profesión las une en el oficio de ser, a la
vez, condescendientes y sobreprotectoras, una combinación que,
aplicada en hijos, resulta explosiva. El pediatra recibe niños con
muy pocos límites, que creen que es normal, por ejemplo, desayunar
diariamente helado con galletitas Oreo o que todos los nenes se van
a dormir a la hora en que los vence el sueño después de pasarse
cuatro horas mirando televisión.
La empalagosa. Es amorosa con sus hijos, amable con las
secretarias y con el médico. Siempre lleva consigo algún presente
para el médico y para sus asistentes y convence a sus hijos de que
hagan lo propio, con lo cual, el pediatra ya acumula cientos de
dibujitos y artesanías realizados obligadamente por los hijos de esa
madre.
La primeriza. Lo que la caracteriza, básicamente, es su duda
permanente y su fragilidad a la hora de escuchar comentarios ajenos.
Su falta de experiencia en la maternidad y la necesidad imperiosa
del universo de mostrar sus conocimientos sobre ella hacen que esta
pobre madre absorba como una esponja las indicaciones, sugerencias y
consejos brindados gratuitamente por el taxista, la tía Coca o el
pediatra.
La mamita. No necesariamente el “mamita” denota juventud. Es
que su pronunciación se parece más al piropo dicho por un obrero de
la construcción que a una descripción de una madre que acude a un
profesional de la salud para que revise a su/s hijo/s. Los doctores
esperan con ansiedad la visita de esta madre. Ella, por supuesto,
conoce sus encantos y los utiliza para sacar provecho. Y pecho,
claro.
La abuela. Es una madre, sí, pero no del o de los pacientes,
sino de la madre de ellos. Resulta que es una asidua concurrente al
consultorio del pediatra, ya sea para acompañar a su hija y nietos o
para reemplazarla en algún caso. La mayoría están muy seguras acerca
de cómo deben ser las cosas y son capaces de debatir largo y tendido
con el pediatra.
La hipocondríaca. Esta mamá tiene un problemita: encuentra
enfermedades en sus hijos todos los días y muy pocas veces se da
cuenta de que los chicos están saludables. Es capaz de mandar un
mensaje que diga: “Tiene 36,8 en lugar de 36,6, ¿le doy
antitérmico?”
Fuente:
http://www.entremujeres.com
Compartir este articulo : | | | | |
|
|