Al ser el término "góming"
castellano (más precisamente "spanglish") y no un vocablo inglés, la
forma convencional de pronunciarlo exige tildar la "o", ya que
(casi) nadie suele pronunciarlo con acento en la última sílaba, que
correspondería a la grafía "goming". Sin embargo, la forma más
habitual (hoy por hoy) de escribir el término eso determinaría. Hay,
pues, una curiosa costumbre de escribirlo de una manera y de
pronunciarlo de otra, de forma que no se corresponden
Historia del Bungee Jumping
Todos los años en la aldea de Bunlap, Isla de Pentecostés, en
Vanuatu (Nuevas Hébridas), los jóvenes celebran un rito para ser
considerados hombres y para reclamar la mano de sus amadas. Se
lanzan desde una estructura de palos de unos 25 m de altura, que han
construido previamente, con sendas lianas atadas a los pies. Lo
tienen medido de tal manera que rozan el suelo con la cabeza.
Una tabla que se rompe en el momento de máxima tensión de las lianas
y la tierra batida del suelo, amortiguan en cierto modo el impacto
contra la tierra (en la propia caída o, más habitualmente, en el
retorno hacia atrás), del cual no andan lejos, pues saltan sobre un
terreno en pendiente y sin dispositivo de aterrizaje (es decir,
ninguna forma de dar cuerda para que aterrice) o recuperación
(vuelta a subir) hacia lo alto.
No todos salen vivos (tampoco son habituales los decesos), pero
quien lo hace, ha conseguido hacerse hombre y (según su creencia)
asegurarle una buena cosecha a su pueblo. Cuentan que este rito se
basa en la hazaña que realizó una mujer para huir de quien la
perseguía (malas lenguas dicen que su marido). Él no se ató las
lianas y la mujer se libró de su enemigo. Curiosamente, en la
actualidad, las mujeres no pueden participar.
En la década de los 50 David Attenborough y la cadena televisiva BBC
trajeron material filmado en Vanuatu de dicho ritual. El visionado
de dicha filmación inspiró a Chris Baker de Bristol, Inglaterra para
usar cuerdas elásticas en una emocionante versión de dicho rito. El
primer bungee jump moderno fue hecho el 1 de abril de 1979, sobre el
rio Avon, saltando desde el Clifton Suspention Bridge en Bristol,
por cuatro miembros de un club de deportes extremos, el Dangerous
Club. Los saltadores, liderados por David Kirke, fueron arrestados
poco después, pero continuaron con los saltos en EE. UU., de este
modo difundiendo el concepto de bungee jump mundialmente. Por 1982
saltaron desde grúas y globos aerostáticos. En 1985 se implanta la
atracción en Nueva Zelanda y en 1986 el góming entra en Francia. En
1991 se introduce esta actividad en España, aún ofrecida por pocas
empresas, la casi totalidad en Levante (Cataluña y Comunidad
Valenciana), junto con una vasca que opera en Azkoitia; en el puente
de La Salve, sobre la Ría del Nervión, Bilbao; en el puente del Río
Cofio en Santa María de la Alameda, (Madrid), en el puente Gundián
de Ponte Ulla (Galicia), desde uno de los puentes de la Ruta Del
Cares (Caín, León) y el puente de El Grado, en la población del
mismo nombre, en Huesca.
La palabra bungee apareció por
primera vez en 1930 y fue el nombre de un borrador. Significa algo
así como ‘‘amortiguador’’. Los inventores británicos emplearon dicho
término para nombrar su actividad. Curiosamente, en Nueva Zelanda y
en la tradición derivada de los pioneros de los saltos con elástico
de allí, la palabra se escribe "bungy".
El término góming es de origen más incierto y parece surgido a
remolque del término puénting unos 10 años más antiguo.
Tecnica del Bungee jumping
Para hacer góming se emplea
material elástico que suele estirarse hasta el 400% y que rompe
sobre el 600%. En puénting, sin embargo, se emplean cuerdas de
escalada que, al realizarse el salto de forma pendular, se llegan a
estirar muy poco (un 3% ó 5%) y que, en condiciones extremas (caídas
de escalada de factor 2), elongan sobre un 30%. Así que los
materiales básicos son completamente diferentes.
En los primeros saltos elásticos se tendió a emplear arneses de
paracaidismo, saltando de pie y colgando de los hombros. Pero,
dándose cuenta del riesgo que ello suponía (ahorcarse durante los
rebotes con la goma o con las cuerdas o cintas que a ella nos unen),
en seguida se cambió la conexión a los tobillos, generando para ello
arneses de pernera. En consecuencia, la postura habitual de salto (y
obligada para gente sin experiencia) es caer de cabeza, así no hay
cambio brusco de postura al tensarse el elástico, y en los rebotes
es mucho más difícil rozarse o ahorcarse con la cuerda elástica. La
gente especializada puede saltar hacia atrás, de pie, haciendo
figuras o piruetas, colgando de una sola pierna, etc.
Al ser necesario en algunos puentes recuperar a quienes saltan hacia
el mismo, se suele añadir un arnés integral, para poder hacer una
conexión en la zona del pecho (o soltar las de los pies) y así subir
de pie. El tercer arnés cumple también una función de seguridad,
pues se conocen varios casos en que a quien saltaba se le han salido
ambas perneras (generalmente por no colocarlas o apretarlas como es
debido) y, en ese caso, actuaría la tercera conexión.
Como consecuencia de las diferencias entre góming y puénting, se
genera otra más: se pueden realizar saltos de góming tocando agua al
final de la caída,4 pues se llega con velocidad menguada. En
puénting, sin embargo, es algo a evitar, pues al ser una caída
pendular, la máxima velocidad se obtiene en el punto más bajo, luego
el impacto con el agua es bestial, y ha llegado a partirse (rajarse)
gente al impactar con el agua e ir cada pierna hacia un lado.
Al estirarse el elástico cerca de un 300% (multiplicando por 4 su
longitud en reposo o llegar al 400% de su longitud en reposo) y, al
menos, debiendo estirarse al 200% (es decir, estirarse tanto como su
longitud inicial en reposo, un 100% de estiramiento), la caída
desacelerada es, como mínimo, igual de larga que la acelerada (y
generalmente bastante más), luego la desaceleración suele ser más
suave que la aceleración (que es 1g, pues es la Tierra la que nos
atrae). En el momento del primer rebote, a la tensión que nos
devuelve hacia arriba, ha de sumársele la atracción gravitatoria.
Así que podemos llegar a sentir, como máximo, una tensión cercana a
2g (como si de nuestros tobillos colgaramos en reposo dos personas
del mismo peso). Eso no es excesivo para casi nadie (al menos, no
estando buen estado de salud y relativamente en forma), las fuerzas
que sufrimos al saltar al suelo desde una silla ya son superiores,
en nuestra propia casa
Peligros y medidas de seguridad del Bungee Jumping
El góming, instalado y
realizado debidamente, es una actividad de bajo riesgo (lo afirman y
reconocen las aseguradoras que le dan cobertura) pero la creencia
generalizada es la contraria, que es una de las cosas más peligrosas
que se pueden hacer. Y claro que hay riesgos. En orden decreciente
de importancia (siniestralidad):
1. Saltar mal. Es el mayor riesgo, pues para la mayoría de personas
suele ser su primer salto, y el nerviosismo la lleva a actuar mal (o
no se le han dado las necesarias y convenientes explicaciones de
forma adecuada). Soltarse mal de la barandilla o de la estructura de
la plataforma de salto, es una de ellas. Pero caer de pie es la más
común (como en la foto superior). En esas circunstancias quien salta
cae de pie hasta tensarse la goma, y el cambio de postura resulta (muy)
brusco, pues la conexión va a los pies. Se ha llegado a medir 7'8 g
de desaceleración en casos así, y eso no es nada agradable (casi
multiplicamos por 8 nuestro peso, como si se nos hubieran
introducido 7 polizones de nuestro mismo peso en el cuerpo).
2. Rozarse o ahorcarse con la goma. En góming se salta del mismo
lado del puente del que cuelga la goma y, en caso de saltar desde
cesta de salto (que cuelga de una grúa) o de una plataforma, también
se anda cerca del elástico durante la caída y durante los rebotes,
salvo si se salta largo, con fuerza. Así, cabe la posibilidad de
rozarse con la cuerda elástica durante la caída (riesgo que se puede
evitar apartando el elástico en el momento del salto) o durante los
rebotes (se puede evitar haciendo un salto largo o protegiéndose
mientras se rebota, especialmente en el primer rebote). Ha habido
varios casos (a nivel mundial) de ahorcamientos al enrollarse la
goma alrededor del cuello de quien saltaba.6 Este riesgo se evita
por completo en el góming pendular o pénduling. Precisamente para
eso se desarrolló dicha modalidad.
3. Gruísta poco experto. Cuando el góming se realiza desde una grúa,
el operario de la misma es el responsable del aterrizaje de quien
salta, hasta que un auxiliar en tierra lo sujeta y lo pone de pie.
Pero es frecuente que un técnico de grúa no habituado a los saltos,
no tenga en cuenta la dimensión de los rebotes, con lo que saltador
puede tocar suelo con la cabeza (cuelga de los pies) al acercarlo a
tierra con poco cuidado. Eso suele ser muy grave.
4. Material inadecuado. Suele pasar con el material habitual en los
Estados Unidos. Éste lleva una funda textil (de polipropileno,
poliestireno o poliamida, habitualmente) que limita la elongación de
la goma, a veces, (muy) bruscamente. Y, como fruto se producen
tirones bruscos, desprendimientos de retina, rotura de capilares
oculares, dolores en tobillos, problemas de osamenta, salidas de
perneras, etc. Con el material tipo neozelandés (únicamente
compuesto por goma, entre los grilletes metálicos de los extremos),
eso no pasa. Pero su riesgo es otro, el siguiente.
5. Que la goma estire excesivamente. Esto suele ocurrir con los
elásticos tipo neozelandés (los de pura goma), por dos motivos: 1)
por no emplear el elástico adecuado al peso de quien salta sino al
de gente más ligera; o 2) por hacer la instalación indebidamente, de
una manera para la que no se diseñó la goma, especialmente por
suspender la goma más abajo de lo debido, colgando de una cuerda
demasiado larga. Las consecuencias de estos dos errores son también
dos: 1) que saltador toque suelo (con la cabeza), o, en caso de
sobrar altura; 2) ruptura de goma. Esto no es fácil, pues
normalmente se calcula y realiza el salto de forma que no sobre
mucha altura al suelo (la normativa de Nueva Zelanda exige dejar al
menos un 15% de margen al suelo), y la goma no suele romper hasta
llegar al 600%. Para partir la goma habría que lanzar 4, 8 ó incluso
16 veces la masa máxima habitual, dependiendo de cómo esté
dimensionada (para estirar al 400, al 300 ó al 200%, respectivamente,
al caer la masa máxima establecida), luego la suavidad que se quiera
en la desaceleración, o el margen de resistencia residual a la
tracción deseada.
6. Que la goma estire demasiado poco. Consiste en saltar con una
goma dimensionada para gente más pesada. O de un cálculo inadecuado
en su diseño. Eso conlleva una brusca desaceleración, y el
consiguiente tirón para saltador. Las consecuencias se acercan a las
del caso .
7. Rotura de goma. Es muy difícil, pues habitualmente se fuerza sólo
entre un 6'5% y 25% de sus resistencia total a la tracción. Aunque
varias prácticas afectan y una cualquiera de ellas (o varias
combinadas) pueden generar la fractura: el uso excesivo del elástico
(se suele limitar a unas 200 veces); emplearlo durante excesivo
tiempo (en general, no debería emplearse durante más de 6 meses);
permanecer al sol excesivo tiempo (los rayos ultravioletas lo
castigan severamente); sufrir temperaturas extremas (más de 50 °C
sobre cero o bajo cero); disolventes orgánicos; agentes químicos
abrasivos; abrasiones físicas;... Los responsables del accidente
acaecido el 21 de 2002 en Madrid, por ejemplo, instalaban el góming
en la cara sur del puente (donde el sol le daba al elástico durante
toda la jornada), arrojaban la goma de golpe en el momento del salto
y la colgaban considerablemente más abajo del borde del puente (unos
7 metros más abajo, eso originaba un impacto de 40Km/h en cada caída
de la propia cuerda elástica), luego, la goma de la cabeza de
conexión superior (la que más sufre ese trato) rompió y falleció un
joven de 21 años. Pueden verse imágenes de rotura de elásticos en,
por ejemplo, Youtube8 9 10
8. Saltar sin recibir permiso. Esto se suele deber a una falta de
normas y explicaciones claras, por ejemplo el cuidado de duplicar
los permisos necesarios para poder saltar. Y es asimismo peligroso
permitir que alguien se coloque al borde del puente (o de la
plataforma de salto) sin tener ya todo preparado o las debidas
conexiones de seguridad provisionales (que se quitarán para saltar
cuando ya todo esté ultimado). Ha habido casos de saltos encordados
en que se ha efectuado el salto sin haber recibido permiso para
hacerlo. Las consecuencias no suelen ser buenas.
9. Caída de objetos. Quien salta no debe llevar nada que se le pueda
escapar (bolsillos vacíos; calzado bien amarrado; sin gafas, gorras,
monedas, joyas y objetos de valor.). Es especialmente importante
cuando pueda haber gente abajo. Y toda la gente que pueda estar en
el puente o plataforma de salto ha de conocer y cumplir esa norma.
Cuidado especial con los objetos rodantes (botellas, latas, etc.)
que pueden caer del puente para abajo o rodar a la calzada y ser
pisadas por el tráfico (con disparo de tapón o contenido; accidente
de moto o bicicleta...).
Hay otros riesgos (terremotos, rachas repentinas de viento,
colisiones con aparatos voladores, aves, perdigones perdidos) que no
están en manos de quien organiza o gobierna el salto, pero que debe
prever y paliar, en lo posible