En la Secretaría de Comercio Interior
ya se acumulan unas 100.000 declaraciones juradas anticipadas de
importación (DJAI) que fueron «observadas» por el organismo que
capitanea el omnímodo Guillermo Moreno.
Según fuentes de la Cámara de Importadores de la República Argentina
(CIRA), desde el inicio de la vigencia del régimen, que arrancó el 1
de febrero último, se presentaron cerca de 150.000 solicitudes; la
casi totalidad de los trámites que pasaron por la AFIP fueron
aprobados sin observaciones. Pero una vez que aterrizan en el
escritorio del sucinto equipo formado por Moreno para esta
emergencia, la cuestión cambia.
«No hay estadísticas oficiales, pero sabemos que hay unas 4.000
presentaciones promedio por día hábil», dijo a este diario Diego
Pérez Santiesteban, titular de la CIRA. «Al principio el atraso era
del 20% al 30%, pero según nos dicen nuestros afiliados, las DJAI
observadas ya trepan al 65% sobre un total aproximado de 150.000
presentaciones».
Cabe recordar que quienes están obligados a hacer el doble trámite
ante la autoridad fiscal y Comercio Interior son unos 6.000
importadores; todos ellos realizaron operaciones de importación
durante 2010 que superaron los u$s 500.000.
Estas trabas se suman a las «licencias no automáticas», otra barrera
para-arancelaria que está aplicando la Argentina desde hace casi dos
años. La Organización Mundial del Comercio (OMC) permite un lapso
máximo de sesenta días corridos para su aprobación, y no existe la
posibilidad -al menos en la legislación internacional- de
rechazarlas. En la práctica, sucede lo contrario.
Lo que demostraría que el mecanismo de las DJAI está diseñado para
impedir el ingreso de importados lo marca el hecho de que los
funcionarios que estudian los formularios que llegan a Comercio
Interior no superan la media docena. La tarea de estos profesionales
es ciclópea por la cantidad de expedientes que deben estudiar, pero
tampoco parecen tener órdenes de acelerar o facilitar los trámites.
Ritmo
La queja principal de los importadores (en voz baja, claro, para no
enojar al fácilmente irritable Moreno) es que no existe un «standard»
para aprobar o rechazar sus presentaciones; la acumulación de
trabajo y las necesidades de caja del Gobierno marcan el ritmo de
estas autorizaciones.
Desde ya, esto se nota no sólo en las suspensiones y paradas de
planta que están viéndose obligadas a hacer más de una fábrica; la
más notable es la de la automotriz Fiat, que suspendió dos días la
semana pasada a todos sus trabajadores por falta de autopartes para
sus unidades.
Sin embargo -y de nuevo, más en secreto que la terminal italiana-
muchas empresas de rubros tan disímiles como la industria plástica y
los laboratorios farmacéuticos están haciendo lo propio.
Además de las plantas fabriles que se paran por falta de insumos,
muchos importadores comenzaron a reducir personal por falta de
trabajo.
Esto está sucediendo entre quienes traían perfumes del exterior. Las
fragancias y maquillajes están detenidos en la Aduana casi sin
excepción desde al año pasado, y no hay miras de que se vuelva a
permitir su ingreso.
Una vez más, los privilegiados son los miembros de las clases más
altas de la sociedad, que pueden viajar al exterior y obtener sus «eau
de parfume» o sus cremas «anti-age» preferidas en tiendas de las
ciudades que visitan o en los «duty-free shops» de los aeropuertos
que utilizan. Mientras tanto, cientos de empleados, vendedores y
distribuidores de locales que venden mercadería importada están
quedándose sin trabajo.
Peligro
El tema de los medicamentos amenaza con ser crítico: la falta de
productos como el Reliveran, que forman parte del botiquín básico de
casi todo hogar argentino, va de la mano de hormonas como la
Rontagel Estradiol, que viene (o venía) de Francia.
Así, a caballo de estas restricciones, hay problemas para conseguir
repuestos de electrodomésticos que dejan de funcionar, fuentes para
computadoras, cuchillos serrados que solían venir de Brasil. La
producción local de planchas aún no satisface ni el 10% de la
demanda.
Por eso, junto a los perfumes, los chocolates y algún producto hecho
en Uruguay, casi no hubo turista que pasara sus vacaciones en Punta
del Este que no regresara con una plancha en su equipaje. Lo mismo
puede decirse de secadores y «planchitas» para el cabello, routers
para computadoras, multiprocesadoras y otros pequeños
electrodomésticos que -de nuevo- quienes pueden viajar trajeron de
sus vacaciones orientales o chilenas.
Finalmente, una de las mayores empresas de ómnibus de larga
distancia está buscando dónde comprar unos 500 neumáticos para
reemplazar las gomas de buena parte de su flota. Hasta ahora, sin
éxito. La opción es salir a la ruta con las gomas lisas o sacar de
servicio un gran número de sus ómnibus.
Fuente:
http://www.ambito.com
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