Hace 30 años fueron la
sorpresa de la guerra de Malvinas: privados de
tecnología de punta, los pilotos argentinos
lograron en vuelos rasantes la hazaña de dejar fuera de combate a
una quincena de navíos británicos.
Se conocen muy bien los daños causados por los misiles Exocet
lanzados desde los aviones Super Etendard, ambos franceses, a unos
40 km de los buques británicos. Pero no es tan conocida la
hazaña de los bombardeos en vuelo rasante, saludados por el
héroe francés de la Segunda Guerra Mundial Pierre Clostermann y
estudiado en todas las escuelas de guerra del mundo.
Los pilotos argentinos habían encontrado la fisura para escapar a
los radares: volar a 10 metros por encima de las
olas.
La lista de buques hundidos o dejados fuera de combate con misiles o
bombas es larga: los destructores "Sheffield", "Coventry", "Antrim",
"Glasgow", las fragatas "Antelope", "Ardent", "Plymouth", "Argonaut",
los navíos de desembarco "Sir Galahad", "Sir Tristam" y el mercante
"Atlantic Conveyor", entre otros.
"Nos conocíamos mucho todos", dijo a la agencia AFP Pablo
Carballo, 64 años, como si ahí radicara el secreto de la Escuela de
Aviación Militar de Córdoba, cuna de pilotos, donde este héroe de
guerra regresó a dar clases después del conflicto bélico.
"Cuando nos decían, cayó éste, murió aquél, ya sabíamos que era un
amigo y quién era la viuda y quiénes los huérfanos", recordó
mientras caminaba a través del parque de la Escuela.
La Fuerza Aérea argentina perdió 36 oficiales, 14 suboficiales y
cinco soldados durante la guerra de las Malvinas, que se extendió
del 2 de abril al 14 de junio de 1982.
Carballo da una clase sobre "armas semi-automáticas" frente a
jóvenes de primer año, pero más que nada les da "lecciones
de vida". Según él, conocerse bien es fundamental para
saber cómo reaccionará el otro en una situación crítica.
Atacar la flota de una potencia mundial parecía una misión
imposible. "Era como tratar de atacar con una piedra a una persona
que tiene un revolver", ilustró Carlos Rinke, quien tenía 26 años
durante la guerra en la que fue compañero de combate de Carballo.
Sobre la mesa de su casa de Córdoba, Rinke despliega los
mapas escritos con marcador rojo, que eran utilizados como
si fueran computadoras de a bordo. "Era precario todo. No teníamos
radares que nos dijeran dónde estaban los aviones enemigos. No
teníamos ninguna defensa aire-aire, ningún misil contra los (aviones
británicos) Sea Harrier", recordó Rinke.
"Con Carballo estuve en el ataque a la 'Broadsward' y al 'Coventry'.
Fue a mar abierto", recordó Rinke mostrando una foto, tomada por un
británico, de sus aviones acercándose de frente bajo una lluvia de
proyectiles. El "Coventry" se hundió, el "Broadsward" quedó dañado.
"Nuestra principal arma era la velocidad", contó Mario Callejo, de
60 años, en Buenos Aires, pero "tirábamos desde tan bajo
que las bombas impactaban antes de los tres segundos y la espoleta
no se activaba".
Pilotos y mecánicos reemplazaron entonces el "cono de penetración"
de acero de las bombas por otro de madera, así
lograron que se rompa en el momento del impacto, aumentando las
chances de que la bomba explote adentro de la nave. "Nosotros
demostramos que el factor humano puede compensar el atraso
tecnológico", afirmó Callejo .
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