Aparentar popularidad. Básicamente, de eso se trata.
Lo hacen las marcas y lo hacen los profesionales. Quieren parecer
más populares de lo que son, incrementar su número de seguidores en
Twitter, convertir a sus fans de Facebook en legión. En la red,
encontrar atajos para esta misión no resulta complicado. Ni caro:
por 29 dólares (22 euros), cualquiera puede comprar 1.000 seguidores
en un abrir y cerrar de ojos.
“Comprar seguidores de Twitter ayuda a que miles de
seguidores estén informados acerca de tu producto o servicio en
tiempo real”, reza el texto promocional de una de las múltiples
empresas que ofrecen seguidores en Internet. “Teniendo seguidores
relacionados con el giro de tu negocio, lo único que tienes que
hacer es mostrarles una oferta que no puedan rechazar. Al hacer más
famosa a tu marca en las redes sociales, LA GENTE CONFIARÁ EN TI.
¡Compra seguidores de Twitter YA! (sic)”.
La compra de seguidores es un fenómeno subterráneo
del que se habla poco, pero que va a más. Como dice un profesional
del sector del marketing en redes sociales, nadie habla a las claras
de ello porque “todo el mundo tiene mierda debajo de la alfombra”; o
muchos huevos en el perfil, que se dice en el sector: el comprador
de seguidores en Twitter puede encontrarse de la noche a la mañana
con un montón de seguidores sin foto; cuando un usuario no pone su
fotografía en esta red social, aparece un huevo con fondo de color;
por eso se habla de perfiles llenos de huevos.
Las marcas llevan tiempo obsesionadas con su
presencia en las redes sociales. Suelen recurrir a empresas de
mercadotecnia externas para que les gestionen su presencia en la
red. La petición suele ser casi siempre la misma: necesitamos tener
más seguidores, más visitas, más fans. “La naturaleza del
crecimiento de seguidores en las redes es lenta”, señala Marcos
Morales, creativo y productor del sector del marketing digital. Pero
las empresas quieren resultados rápidos. Y hay algunas agencias poco
amantes de las buenas prácticas que, para cumplir con un cliente,
pueden caer en la tentación de tomar algún tipo de atajo.
Fue a finales de 2010 cuando una marca de bebidas,
insatisfecha con su cuenta de Facebook, consiguió multiplicar por 10
su popularidad en menos de un mes: el número de fans que decían que
les gustaba la marca en esta red empezó a experimentar crecimientos
espectaculares: 8.000 personas en un día, 10.000 más al siguiente,
22.000 más un día más tarde, 40.000 más al cuarto. En cuatro días
multiplicó por cuatro sus datos de popularidad. En un mes, por 10.
Tres expertos consultados por este periódico, que prefirieron
mantener oculta su identidad, coinciden en diagnosticar que esos
resultados son tan anómalos que solo se podrían explicar gracias a
alguna artimaña en la compra de fans.
Esta práctica fraudulenta no es patrimonio de las
marcas. “También recurren a esto los profesionales: abogados,
médicos”, señala Marcos Blanco, director de la agencia de marketing
digital Gestazion. “No hay más que ver las ofertas que hacen esas
páginas, por valor de 50 dólares, orientadas a pequeños negocios: la
mitad de lo que les entra son profesionales”, estima Blanco.
Hace apenas doce días, una persona que dirige una
firma de marketing y publicidad experimentó crecimientos
espectaculares en el número de seguidores de su cuenta de Twitter.
Ganó más de 10.000 seguidores en un día; 13.000 más al día
siguiente. En tan solo 48 horas registraba un incremento de
seguidores de unos 49.000 a unos 72.000. En el perfil de esta
persona que tuitea en español brotaron de pronto una legión de
seguidores canadienses, francófonos y angloparlantes. Buena parte
del escuadrón de canadienses no tenía ni un solo tuit en su cuenta.
Y muchos tenían los mismos seguidores (pocos; en muchos casos, ocho,
casi siempre los mismos) y seguían a las mismas personas (en
múltiples casos, 237). Los tres expertos consultados por este
periódico señalan que el comportamiento de esta cuenta obedece al
patrón del clásico caso de compra de seguidores.
Este modo de fraude empezó hace unos cuatro años,
señala Antonio Delgado, periodista, tuitero de pro y estudioso de
las redes sociales. Por aquel entonces, los seguidores que el
comprador incorporaba a su cuenta eran, en su mayoría, legiones de
huevos. Es decir, seguidores sin foto, ilustrados por un huevo, y
con un nombre fruto de una combinación aleatoria de letras, explica
Delgado. La oferta se ha ido refinando con el paso del tiempo. Ahora
las empresas ofrecen seguidores con foto, con biografías —el pequeño
espacio en el que el tuitero se presenta— más trabajadas. Incluso se
ofrecen seguidores de zonas geográficas concretas o que hablan un
idioma en particular.
“Cada vez recibimos más propuestas de compra de
fans”, afirma Ramón Azofra, director general de I’move, agencia
digital fundada en 2008. “Es un fenómeno que cada vez está más
organizado y estructurado. Esta práctica es un fraude, constituye un
desastre para las marcas: cuando tratas con piratas, el resultado
nunca es bueno”.
Las empresas que ofrecen seguidores se dirigen en
muchas ocasiones a las agencias de marketing digital, que son las
que tienen que presentar resultados ante las marcas que las
contratan. “Cuando existe una obsesión por la acumulación de
audiencia y popularidad”, argumenta Azofra, “la gente puede perder
el foco de la recomendación y olvida que lo importante es la
influencia y la reputación”. Como señalan todos los directores de
agencias digitales consultados, lo importante no es el número de
seguidores, sino la calidad de estos, su nivel de compromiso con la
marca, de participación en las acciones y en la conversación. ¿De
qué sirve tener miles de perfiles falsos a los que no se puede
recomendar nada, que no responden a ninguna acción? A pesar de todo,
la presión de las marcas sobre las agencias, en ocasiones, es tan
fuerte que algunos optan por la vía fácil. “Las agencias serias no
lo hacen, pero hay otras en las que alguien, por justificar su
puesto o conservar su trabajo, cae”, dice Azofra. La práctica aún se
mantiene vigente, sostiene. “Observo marcas que generan crecimientos
de 2.000 fans al día, esto se sigue produciendo”.
Las empresas que ofrecen fans y seguidores suelen
usar robots, programas informáticos que generan perfiles falsos.
“Hay plataformas en países como Filipinas que funcionan como si
fueran un call center”, explica Juan Luis Polo, coautor del libro #socialholic,
en el que se analiza el marketing en redes sociales.
Las metodologías son variadas. En la mayor parte de
los casos se utilizan robots. Las empresas montan las llamadas
granjas de perfiles falsos, granjas de huevos. Esos perfiles pasan a
ser manejados por unos robots que les asignan funciones.
Polo, que dirige la agencia Territorio Creativo,
cuenta que se ha encontrado con profesionales del sector que le
contaron cómo funcionan las agencias tramposas. “Una persona me
contó cómo en una de las agencias en la que trabajó le encomendaron
la labor de construir perfiles falsos durante 15 días seguidos”.
Algunas encomiendan a los becarios que mantengan decenas de perfiles
falsos para que estén vivos y actúen en las redes. Polo relata que
uno de sus alumnos de marketing se dedicaba a crear su propia granja
de perfiles falsos para hacerlos crecer poco a poco. Ramón Azofra,
de I’move, confirma estas impresiones: “Hay gente que construye
granjas de fans y las vende”.
Un profesional del sector que prefiere no
identificarse cuenta que hace dos años hizo el experimento de darse
de alta y solicitar una compra de seguidores para saber cómo
funcionaban las empresas que ofrecen fans. Creó un perfil de Twitter
falso y contrató con una empresa australiana la compra de 1.000
seguidores por 50 dólares (38 euros).
La mecánica, en casos como este, es la siguiente,
explica el directivo: el comprador facilita el usuario y contraseña
de su cuenta de Twitter; la empresa asigna a la cuenta un robot
—programa informático— cuya tarea es ponerse a seguir a 1.000
personas cuya biografía —las líneas en las que cada usuario se
presenta— contengan una palabra determinada; de esos 1.000
seguimientos lanzados a personas reales, un porcentaje contesta
convirtiéndose en seguidor: es lo que se llama follow back, es
decir, tú me sigues, yo te sigo, normas de cortesía de la Red. El
robot, al cabo de un tiempo, da de baja a todas aquellas cuentas que
no han devuelto el seguimiento, y lanza una nueva operación sobre
otras 1.000 cuentas. Este profesional comprobó que el sistema
funciona: consiguió 1.000 seguidores en 10 días. Fue hace dos años.
Ahora los hay que ofrecen seguidores al instante. Y
cada vez más baratos: una página que se presenta como mercadillo de
servicios contiene ofertas como las siguientes: por 10 euros, 1.000
usuarios nuevos de Facebook; por 100 euros, 10.000 fans de Facebook
“100% reales y que hablan en español”; en un plazo de entre 5 y 12
días.
También se pueden comprar tuits que realizan
usuarios que cuentan con millones de seguidores. Esas cuentas
generan un alto porcentaje de retuits —reenvío de mensajes—, lo que
permite construir un trending topic —tema más popular del momento—
con relativa facilidad, explica Antonio Delgado: “Los trending
topics están sobrevalorados: no significan, ni mucho menos, que toda
la Red esté hablando en ese momento de algo”. Hay franjas horarias
en las que conseguir un trending topic cuesta mucho menos que en
otras: por ejemplo, cuando los norteamericanos duermen.
Las compras de seguidores o fans se suelen hacer por
paquetes. Pero hay empresas que ya, a las claras, ofrecen 10
céntimos a quien se haga fan de una determinada marca. Algunas
agencias digitales recurren a estas artimañas sin saberlo la marca
que las contrata. Este periódico se puso el jueves pasado en
contacto con la empresa Iberocruceros al encontrar en la Red una
página que ofrecía 10 céntimos de euro a quien se hiciera fan.
“Iberocruceros dice que desconocían completamente la existencia del
anuncio, que no lo han promovido ellos y que en breve desaparecerá”,
comunicó una portavoz de prensa de la firma.
En las cloacas del marketing digital también se
lleva el astroturfing, que consiste en contaminar la imagen de otra
marca promoviendo comentarios desfavorables. Se suele hacer desde
granjas de perfiles falsos. Un profesional del sector cuenta que en
España existe un caso reciente en el que una agencia que
representaba a una marca de bebidas descubrió cómo otra estaba
lanzando ataques de comentarios negativos contra una competidora
desde perfiles falsos.
Este periódico se puso en contacto con Facebook y
Twitter para recabar su opinión sobre estos fenómenos y conocer las
políticas que llevan a cabo si descubren prácticas fraudulentas o
crecimientos inusuales en alguna cuenta. No hubo respuesta.
“España no es el país en el que más se dan estas
prácticas”, apunta Fermín Álvarez, director de la agencia Social
Noise. “Hay países como Turquía, Italia, Reino Unido o India donde
son aún más comunes”.
La preocupación en el sector del marketing digital
ha conducido a la creación esta misma semana de una plataforma,
Adsocial, que pretende, entre otras cosas, implantar un código
deontológico que evite fenómenos como la compra de seguidores. IAB,
asociación que representa al sector de la publicidad en medios
digitales, también trabaja en estos días en un código de buenas
prácticas.
Artículo publicado originalmente en el diario
El País.