EE.UU.: para aliviar un rito doloroso, hacen funerales con toques
personalizados
Para
honrar la memoria de Alexander Gonzales Jr., que murió de neumonía a
los 45 años, su familia se reunió bajo un pabellón rojo en el
Cementerio de San Francisco, Estados Unidos, donde había fotos del
fallecido con el uniforme de Marine expuestas junto a la urna con sus
cenizas. El afligido padre de Gonzales estaba vestido de negro y su
gorra de béisbol llevaba la leyenda “Veterano de Corea” bordada en
oro. Hubo un saludo con rifles de seis veteranos de la Legión
Estadounidense y un diácono de la iglesia católica rezó y leyó el
Salmo 23 ante los 14 deudos. Después, Mary Morgan de Mary’s White
Wings, que provee palomas para funerales, entregó a cada persona una
paloma blanca como la nieve para soltar al cielo, donde éstas formaron
un círculo para luego volver a su jaula.
“Qué manera de volver a casa”, dijo Sandy Tiemann, compañera de
Gonzales estos últimos seis meses. “Las palomas, los militares, todo
fue muy bonito”, agregó. “Bonito” no es el término que se usa
normalmente para este tipo de servicio. Pero a nivel nacional, y
especialmente en las comunidades del Oeste menos arraigadas y de
crecimiento más rápido, las familias están evitando las costumbres y
los rituales formales y sombríos de los funerales tradicionales.
Amigos y familia, a menudo alentados por los directores de funerarias,
se reúnen no para asistir a llantos y cortejos, sino a un espectáculo.
Los funerales son vistos cada vez más como una “celebración de la
vida” o un “servicio de agradecimiento a la vida”.
El coche fúnebre de un vaquero puede ser su pickup, y es posible que
lo entierren con su montura. También se usa soltar palomas, globos o
mariposas cuando lo deslizan en la tumba, al son de las gaitas.
También se arrojan las cenizas al cielo en globos inflados con helio o
se las comprime en un brillante artificial de un quilate para un
anillo. Las funerarias hablan de personalización. Es una manera de
responder al debilitamiento de la religión organizada en muchas
comunidades y volver a atender a familias que la actividad dejó afuera
debido a los precios de los funerales y los costos de los cajones. Las
casas venden velas con un retrato del fallecido pegado a la cera, así
como paneles de la memoria con fotos.
Los directores de las funerarias dicen que ellos responden a los
deseos de sus clientes pero no todos opinan lo mismo. “Ganan más
dinero si ofrecen más basura para poner al lado del ataúd”, se quejó
Henry Wasielewski, sacerdote católico de Phoenix. Daniel Isard,
presidente de Foresight Analysts Inc., una consultora de la industria
funeraria, dijo: “Los funerales antes eran muy pautados, sobrios y
estructurados en torno de la religión. Esas prácticas llevaron la
asistencia a los funerales a su nivel más bajo de la historia”. Según
Isard, en diez años, las muertes de cristianos que comprendían las
visitas a las funerarias y un servicio en iglesia o capilla cayeron
del 90 al 60 por ciento.
“Nuestra sociedad se ha vuelto menos rígida, menos dictada por las
religiones formales”, dijo Isard. Y agregó: “Tradicionalmente, los
ministros pensaban la oración fúnebre para que la gente llorara. Ahora
la gente quiere dos risas por cada sollozo”. Las familias todavía
pueden optar por velatorios convencionales, con coches fúnebres,
cortejo y cajones por 3.000 a 13.000 dólares. Pero muchos prefieren la
novedad y eligen servicios muy personalizados en las funerarias, en el
living de la casa o en los country clubs. Según Thomas G. Long,
profesor presbiteriano de prédica en la Escuela de Teología Candler de
la Universidad Emory, en Atlanta, es probable que con los funerales a
la vieja usanza algo vital esté desapareciendo.
“En principio, los antiguos rituales cambiaban y evolucionaban para
absorber nuestras necesidades”, dijo Long. Pero entre los protestantes
suburbanos en particular, y también entre algunos católicos y judíos
menos ortodoxos la cadena se rompió. “No es que los viejos rituales
evolucionen para absorber las nuevas necesidades. Es como si
hubiéramos roto con la tradición y ahora la gente inventara cosas”,
dijo. Las funerarias responden volviéndose más seculares. “Antes
teníamos lo que llamábamos capilla. Ahora cada uno puede configurar el
espacio como quiere. Podemos poner mesas, hacer recepciones con comida
y vino. Ya no hablamos de capilla. Es nuestro centro familiar. Es como
estar en un hotel lindo”.
La Iglesia católica, sobre todo, tiende dudas en cuanto a algunos
aspectos de la personalización. “La liturgia católica es comunal, una
celebración de toda la iglesia”, no individual, dijo Monseñor James
Maroney, director ejecutivo de la Secretaría de la Conferencia
episcopal litúrgica en Washington. “Como tal, es un evento que
pertenece a la parroquia, la diócesis, toda la iglesia. El propósito
de la liturgia es alabar a Cristo, alabar a Dios por el milagro de la
resurrección”. La música y las oraciones, dijo, “deben centrarse en
Cristo”. Pero eso no significa que un funeral deba ser sombrío. El
Padre Wasielewski, crítico de la industria, envuelve los bancos con
globos y papel crepe. “Trato de dejar el dolor fuera del funeral”,
dijo y citó a San Pablo: “No te aflijas a menos que no tengas
esperanza”.
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