Río de Janeiro es una
ciudad sitiada por las escuelas de samba
Como ejércitos de la antigüedad que se
aprestan a sitiar una fortaleza enemiga, centenares de hombres con el
torso desnudo remolcaron el domingo grúas y carrozas alegóricas en
dirección al Sambódromo de Río de Janeiro, en los aprestos para dos
noches de excesos en el carnaval más célebre del mundo.
Durante las dos próximas noches, el
estadio de hormigón será sitio del enfrentamiento entre las 14
principales escuelas de samba de Río, cada una de ellas compitiendo
por el honor de ser declarado campeón del 2004.
"Samba es lo que bebo, samba es lo que
ingiero, samba es por lo que vivo", dijo Fabia Borges, que como su
fallecida madre antes que ella es una de las principales bailarinas de
la Escuela Unidas de Tijuca.
En la parte norte de la ciudad, con
barrios pobres, apartamentos enteros se transforman en salones de
costura durante meses previos al desfile.
Niños cubiertos de oropeles golpean
tambores mientras sus madres trabajan en máquinas de coser ensamblando
ropas con lentejuelas y plumajes que los bailarines lucirán durante
una sola noche.
En grandes almacenes que flanquean los
distritos portuarios de la ciudad, los trabajadores continuaban dando
retoques de último minuto a enormes carrozas alegóricas donde
aparecían desde gigantescos osos de peluche hasta escenas sacadas del
Kama Sutra, un libro hindú sobre técnicas amatorias.
Cada uno de los grupos tiene 80 minutos
para presentar a unos 4.000 bailarines, cantantes y tamborileros en el
estadio, de 700 metros de largo, en un intento por ganarse a la
multitud y a los jueces.
Los grupos son juzgados según su
desempeño en categorías criterios que incluyen música, disfraces,
originalidad, carrozas alegóricas, percusión, e inclusive entusiasmo.
La competencia es feroz y el proceso de
selección muy riguroso.
Muchos en Rio de Janeiro se quejan de
que el rigor de los jueces ahoga toda innovación y que el festival se
ha convertido en un espectáculo moribundo.
Entre tanto, el Grupo Grande de Rio se
apresta a presentar el desfile más discutido de este año, gracias al
respaldo ofrecido por el Ministerio de Salud Pública de Brasil. Los
participantes cantarán "Vamos a ponernos la camisita, mi amor", un
eufemismo que alude al uso de condones.
"No queremos ofender a la Iglesia, sino
traer al mundo el mensaje de sexo seguro", explicó Joaosinho Trinta,
diseñador del desfile.
El Ministerio de Salud Pública de
Brasil proyecta distribuir 10 millones de condones a través del país
durante el carnaval.
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