Boca olvidó la puntería cuando más la necesitaba
La final terminó 1 a 1 y, a pesar de que Abbondanzieri atajó dos
penales en la definición, Once Caldas acertó dos y ganó la Copa.
Alguna vez, se
suponía, tenía que pasar. Si los penales son en verdad una
lotería, alguna vez esa sociedad superproductiva y de tres patas que
se había armado entre Boca, los penales y el éxito, se iba a
disolver. Fue anoche, en Manizales, ante Once Caldas, el
nuevo campeón de América. Un justo campeón de la Copa
Libertadores que, tras empatar 1-1, venció a Boca en la definición
desde el punto del penal: 2-0. Increíblemente, el siempre efectivo
Boca tuvo su noche de penales más negra: no metió ni uno.
Pese a que Abbondanzieri atajó dos (a Valentierra y Ortegón), ni
Schiavi ni Cascini ni Burdisso ni Cangele lograron vencer a Henao.
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Así, gritó Once Caldas y festejó Colombia. Así, sufrió Boca y, este
año, se quedó sin la sexta Copa y sin el tradicional viaje a
Japón.
Si terminaba en sonrisa o si devenía en llanto esta nueva excursión
internacional de Boca pudo haberse conocido antes. Mucho antes. Pudo
haber sido noche triste ya en ese arranque complicado, cuando los
colombianos se pusieron en ventaja enseguida y fueron armando el
partido como más les convenía. Pudo haber sido final feliz en el
segundo tiempo, cuando luego del empate de Burdisso entró a
tallar el oficio de Boca, que casi lo definió en un par de
llegadas enarboladas por Cangele. Pero no, por enésima vez en la
vida de Boca y de Bianchi, hubo que aguardar a una vieja conocida.
Sí, señores, definición por penales. De nuevo, penales...
Pero con un final diferente a lo últimamente conocido.
En el arranque de los 90 minutos, cuando todo estaba por verse,
apareció ese zapatazo de Viáfara que empezó a torcer la
historia. El derechazo, desde muy lejos y más que sorpresivo, se le
metió a Abbondanzieri cerca de un palo. Iban apenas 7 minutos y
el partido se fue armando a la medida del Once Caldas. A su
juego lo llamaron... Y el equipo, la gran revelación copera,
atendió: comenzó a pararse como en el 0-0 de la Bombonera.
Se hizo lento de entrada. Y muy cargado de imprecisiones.
Boca entró con la idea de manejar la pelota para intentar, en el
momento más oportuno, algún desequilibrio individual. Vía Tevez. O
vía Cangele, reemplazante de apuro de Guillermo. El problema es que,
en desventaja, Boca fue demasiadas aproximaciones para tan pocas
llegadas.
Hubo, a lo largo de los primeros 45, tres o cuatro desbordes
interesantes, pero todos y cada uno de esos avances tropezaron con
la poca resolución final de Cangele, de Tevez, de Perea o de
quien llegase por los laterales.
El Once Caldas apretaba, aunque daba margen para alguna escalada de
Cagna o de Villarreal. Pero el centro era el problema: todos
los envíos iban directo a las cabezas o a los pies de los
expeditivos centrales del local.
Boca manejaba mucho la pelota, pero le generaba escaso peligro al
seguro Henao. Eso sí: Boca no se descontrolaba. No se iba.
No entraba en pánico.
Es verdad que, en un par de ocasiones, y por la rapidez y la
decisión de Viáfara, el Once Caldas pudo haber liquidado el partido.
Pero no eran más que intentos desde afuera del área.
En una cancha cada vez más pesada, y cada cual jugando como
podía, no cambiaron demasiado las intenciones en el segundo tiempo.
Tras una falta que le hicieron a Cangele, llegó el tiro libre del
propio delantero al que Burdisso le metió la cabeza y gritó gol.
Su último gol en Boca.
Quedaban 40 para torcer el destino, para que unos y otros buscaran
llevar agua para su molino. Si nadie encontraba el camino del
triunfo, en el horizonte inmediato aparecía la definición por
penales.
Y en ese casi 90% del segundo tiempo, tanto el campeón como el
subcampeón volvieron a demostrar que les costaba bastante hallar
la ruta del gol. Tuvieron cada cual sus oportunidades, pero el 1
a 1 se fue instalando. Abbondanzieri se hizo sentir —seguro y
sobrio— tras un mal centro de Tevez que terminó con Díaz,
Valentierra y Viáfara cascoteándole el arco. Y, en los penales,
cumplió con su parte. Pero como otros se olvidaron del conocido
libreto, la fiesta se hizo larga, interminable y muy pero muy
colombiana
Fuente: Clarin.com
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