¿El “control remoto universal” es un fracaso?
El ingeniero
Robert Adler, el creador del control remoto, es el involuntario
padre de todas las generaciones de televidentes que, desde hace
medio siglo -cuando se patentó el invento- viven cambiando de canal
sin levantarse del sofá o de la cama. Pero, por más que dio a luz al
hoy omnipresente aparatito, Adler, quien es jubilado, está tan
desconcertado como cualquiera respecto al futuro de su invento, que
se multiplica sin parar sobre mesas ratonas y de luz, en sillones y
camas. Es que, prácticamente, cada aparato de audio o video que se
vende viene acompañado por su control remoto de rigor. Y aunque hay
muchos que se autoproclaman “universales” y enemigos de la
proliferación, lo cierto es que manipularlos requiere de ciertos
conocimientos, sin reparar en el precio que hay que pagar por ellos.
En su casa de los suburbios de Chicago, Estados Unidos, Adler, de 90
años, tiene tres controles remotos: uno, para su aparato de
televisión; otro, para su videograbadora; y un tercero, para su
lector de discos compactos. A veces, el veterano ingeniero suele
tener problemas para realizar tareas tan simples como ver una
película. Sin embargo, a él nunca se le ocurriría condensar su
colección de controles en un solo aparato universal: “Me parece
escandaloso que las personas que diseñan estos dispositivos no
tengan en cuenta a los usuarios, que no son para nada expertos en
tecnología'', dice. En la actualidad, los controles remotos tienen
no menos de 10 y hasta 50 botones para responder a las crecientes
complejidades de la electrónica moderna. La Asociación de Productos
Electrónicos para el Consumidor informó que el hogar estadounidense
promedio tiene por lo menos cuatro controles remotos.
Zach Scribner, un ingeniero de sonido estadounidense de 25 años que
vive en San Francisco, compró hace dos años un control remoto
“universal” que le costó 15 dólares. Su intención era poner en orden
al caos reinante entre sus aparatos electrónicos, pero, obviamente,
no lo logró. El control remoto que eligió podía operar sólo uno de
sus dos televisores y, aunque controlaba su videograbadora, su DVD y
parte de su equipo de música no hacían caso a sus órdenes. Scribner
concluyó: “Me vendieron un control universal, pero, en realidad, es
simplemente regional, por llamarlo de alguna manera...” La
incapacidad del dispositivo que compró Scribner deriva de que las
posibilidades de operación de los controles remotos llamados
universales están limitados por el banco de códigos del que disponen
sus fabricantes.
Por lo general, los controles remotos universales, que se venden a
menos de 50 dólares, pueden hacer funcionar entre cinco y ocho
aparatos. Por lo tanto, si los datos de la marca y el modelo de un
equipo están fuera del banco de códigos de quien lo fabrica,
simplemente no obedecerá a los comandos. “Es por eso que la gente
que logra reducir la cantidad de controles, apenas puede bajarla de
6 o 8 a 3 o 4, pero nunca a uno solo”, dice Ramzi Anmari,
vicepresidente de la empresa Universal Electronics, una compañía que
desarrolla y provee tecnología para controles remotos a varias
empresas del sector electrónico. Sin embargo, aún en la compleja
maraña que los envuelve, como accesorio, el control remoto es un
producto en crecimiento: según la Asociación de Productos
Electrónicos para el Consumidor (EPCA) en los EE.UU., el año pasado
se gestaron 33,2 millones de órdenes contra 30,7 millones generadas
en 2002.
Si bien en los últimos años han surgido controles remotos muy
sofisticados que incluyen hasta tecnología inalámbrica que permite
enviar señales a través de las paredes o acceso remoto a Internet,
los modelos más requeridos siguen siendo los menos avanzados. “Los
principales compradores de controles remotos son usuarios que
quieren hacer zapping, adelantar el DVD o rebobinar la
videocassettera”, dijo Jim Barry, de EPCA. A pesar de los
inconvenientes, desde que Adler creó el primer modelo (con cuatro
botones, capaz de operar un televisor Zenith lanzado en 1956), la
tecnología del control remoto ha recorrido un largo camino. En aquel
entonces, sólo podía encender y apagar la TV, cambiar de canal y
silenciar el audio. Sin embargo, para Adler, en comparación con los
aparatos de la actualidad, aquellos aparatos eran una bendición:
“Operar los de hoy en día requiere tener licencia de piloto de
combate''
Fuente: CLARIN.COM
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