Nina Castells (42)
La reina del piquete
Nina Pelozo de Castells aún tiene el
maquillaje puesto, pero dejó atrás el tapado fashion, la minifalda y
el poncho con los que posó para las fotos de esta nota. Volvió a las
ropas con las que "piquetea" por todo el país. Campera de cuero
negra, jeans con arabescos colorinches y zapatillas gastadas Nike.
El glamour que la rodeó hace instantes se esfuma con la dura
realidad. Pelozo rememora la primera imagen que recuerda de este
mundo. Es el aroma de una manzana que inunda su casa de Colonia
Tapacuá, en Corrientes. Ella tiene siete años y su mamá llega con
esa única fruta que se transforma en cena de quince hermanos:
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"Comimos un gajo con cáscara cada uno…
Pero estaba riquísima". Su rostro se endurece: "A mí nadie me la
contó. Yo la viví, entendés. No tuve infancia ni adolescencia porque
me la pasé trabajando en el campo, caminando descalza por los campos
escarchados. Eso hace que tenga una bronca adentro, algo duro.
Mastiqué mucha bronca, entendés. Eso transformó mi carácter".
Nina es la mujer de Raúl Castells, líder de los piqueteros duros que
mantienen una guerra feroz con el Gobierno de Kirchner. Y más que
eso. Es el cerebro detrás de su pareja, la dama de hierro que
duplicó la cantidad de manifestantes del Movimiento de Jubilados y
Desocupados (MIJD) mientras su marido pasaba una temporada en
prisión. Ella es la estratega de los nuevos métodos de protesta que
conmocionan aún más allá de las fronteras: las tomas de locales de
McDonald´s y Repsol exigiendo comida fueron tema en los diarios de
todo el mundo. Entender a la líder más combativa y admirada entre
los piqueteros duros es intentar acercarse a la intimidad, las
razones y los objetivos de ese movimiento. Se lo podrá aceptar o
rechazar, pero no ignorarlo.
Al frente con bravura. El MIJD cuenta con más de 60 mil adherentes
en todo el país. Son desocupados cansados de la inacción del Estado.
Así lo explica ella: "Me dicen que seamos pacientes, que esperemos
que ya va a venir el empleo. ¡Qué pacientes ni qué pacientes!
¡Tenemos que comer! Ahora estamos en vacaciones de invierno, por
ejemplo, y cerraron los comedores escolares, ¿con qué alimentamos a
nuestros hijos?". Con índices de ocupación y subocupación en torno
al 40 por ciento, los piqueteros ya no encuentran respuesta en los
150 pesos de los planes Jefas y Jefes de Hogar. A la vez, buena
parte de la sociedad los mira con desconfianza e irritación porque
con sus manifestaciones convierten a la ciudad en un caos amenazante
y violento. Y muchos sospechan de su transparencia. El fiscal
Guillermo Marijuan estudia 40 denuncias contra Castells. Entre otras
cosas, se lo investiga por vender comida que recibe del Estado y
hacer clientelismo con los planes sociales. Varios testigos
declararon que el líder piquetero extorsiona a sus militantes. "Si
no ponen plata, les saca los planes sociales", dicen quienes lo
denuncian. El movimiento de los Castells maneja 7.500 planes
sociales. Son 13.500.000 de pesos al año. Para financiar al MIJD,
los adherentes deben pagar un bono de 2 pesos mensuales, aunque sus
líderes aseguran que pocos lo hacen.
Por supuesto, Pelozo niega las acusaciones, roja de furia, y dice
que todo se trata de una persecución política. Es una mujer dura. De
carácter. Graciela Camaño, ex ministra de Trabajo de Eduardo Duhalde,
recuerda la bravura de Nina, que la "visitaba" en su Ministerio
exigiendo la libertad de Castells. Y eso que Camaño no le teme a las
apretadas: es diputada del PJ bonaerense y está casada con el
sindicalista Luis Barrionuevo.
La revolución. Castells sueña con "derrocar al sistema". Imagina una
rebelión popular que nombre a un Presidente luego de deliberar en un
asamblea constituyente donde participen distintos sectores: obreros,
campesinos, aborígenes y medianos empresarios. El politólogo Enrique
Zuleta Puceiro tiene bien estudiado a los Castells: "Él siempre dijo
que es un militante socialista revolucionario, con 30 años de
experiencia política y de cárceles. Hablan con un trotskismo
depurado y corren por izquierda a Luis Zamora. Los grupos que los
rodean son heterogéneos y mandan con un fuerte autoritarismo. Dicen
que no les interesa un capitalismo social. Su lema es ‘cuánto peor,
mejor’. Buscan la revolución permanente y saben que su lucha los
puede llevar a la prisión".
Nina admite que sueña con llegar al poder. Y reconoce que su estilo
de primera dama sería el "de Evita, ayudando a los pobres. Claro,
Evita no quería derrocar al sistema. Pero yo sí. Y Evita tenía un
coronel, pero yo no", compara.
La ideología. Pelozo admira a Eva Perón. Explica que lo que ella y
su marido hacen es "peronismo socialista", y para mayor ensalada
ideológica recuerda que Castells militó durante décadas en el
Movimiento al Socialismo (MAS). El blanco preferido de sus críticas
es el presidente Kirchner "porque llegó al Gobierno con pocos votos
y en un año de gestión no hizo nada para frenar la desocupación".
Ella pretende que el santacruceño le deje el sillón a un líder que
surja de una asamblea de las clases trabajadoras. "Tiene que
gobernarnos un verdadero representante del pueblo. Nosotros vamos a
apoyar a quien surja de esa asamblea popular, sea o no Castells".
Para Pelozo, esa asamblea nacerá luego de un levantamiento popular
como los que ocurrieron en diciembre del 2001, que terminaron con
Fernando De la Rúa. Dice que el clima está dado para que eso ocurra.
La líder de los piqueteros descree de las elecciones. Está cansada,
repite, de que siempre triunfen los malos: "Sigue girando la
calesita con los mismos personajes". Cuenta que votó a Raúl Alfonsín
en 1983 y que se llevó la desilusión política de su vida: "Fue un
gobierno desastroso. Nunca más me pude recuperar. Dejé de votar.
Iba, pero metía papel higiénico en la urna".
¿Por qué si descree de las elecciones anuncia que Castells va a
postularse a Presidente? Responde Pelozo: "Es una estrategia para
darle batalla política a Kirchner. Raúl va a ser una cara nueva en
las elecciones porque nunca se presentó para nada. Pero igual
nosotros creemos que un levantamiento popular va a terminar
derrocando al sistema...".
Aunque en sus discursos se repiran textos e interpretaciones muy sui
generis de Carlos Marx y León Trotsky, Pelozo asegura que nunca tuvo
una formación política clásica. Sólo se acercó a Castells para
pedirle consejos el día que iba a postularse como delegada sindical.
Y después, dice, aprendió con la práctica.
Amor bonaerense. Está a la vista: Castells no es dueño de un cuerpo
escultural y una parte de la sociedad lo considera un ogro político
que llegó para trastocar sus costumbres ciudadanas. Pero ella quedó
cautivada por su figura y dice estar perdidamente enamorada.
Esta es una historia de amor que empezó en el año ´93, en Lomas de
Zamora. Castells trabajaba de almacenero frente a la casa de Nina. Y
ella lo espiaba por la ventaba mientras baldeaba las veredas de
madrugada y recibía a los camiones proveedores. Ya usaba barba,
aunque menos tupida que ahora. Pelozo suspira: "Cuando llegaban los
clientes él estaba arregladito como una señorita".
Castells también le echó el ojo a la vecinita de enfrente. Y
aprovechó que una de las hermanas de Nina trabajaba con él para
invitarla a salir. Ella al principio se hizo la indiferente, pero
metió la cola la política.
El primer piquete. Pelozo dejó su Corrientes natal con 16 años.
Quería conocer la ciudad de Buenos Aires. Al tiempo de llegar
comenzó a trabajar en una fábrica de plásticos en la que pasó más de
una década. Aunque al principio se mostraba tímida y apenas hablaba,
pronto se hizo notar. Era la única de sus compañeras que se animaba
a protestar por lo que consideraba un trato injusto: "Nos daban
media hora para desayunar. De nueve a nueve y media. Ni un minuto
más. Yo les decía que tenían que aflojar un poco". Esa actitud le
valió que la propusieran como delegada gremial. Pero Pelozo no
entendía nada de política. Fue la excusa perfecta para acercarse al
almacenero de enfrente que militaba en el Movimiento al Socialismo.
Le fue a pedir consejos. Pero a la semana la echaron de la fábrica
cuando se enteraron de sus ambiciones sindicales. Aunque aún no lo
sabía, en ese momento comenzaría su carrera política.
Al día siguiente del despido entró corriendo a la fábrica y tomó el
tercer piso. Alborotó todo. Exigió a los gritos que le pagaran una
indemnización. Pasó diez horas amotinada y el barrio entero,
incluido Castells, se acercó a la puerta de la fábrica. "¡Va a venir
la policía!", se asustaba él. "¡Qué venga!", se enojaba ella. Fue su
primer piquete: "A las siete de la tarde me llamaron a la oficina
del dueño. El patrón me decía ‘mirá que había resultado brava la
correntina’. Y me terminó pagando lo que me correspondía".
Con los 8.000 pesos de su indemnización, Pelozo arregló su casa, se
compró un auto y empezó a trabajar de empleada doméstica. Algo había
cambiado dentro suyo: "Descubrí que podía volcar todo el sufrimiento
de mi niñez para luchar contra las injusticias".
Semanas después, Castells, que había quedado obnubilado con su
bravura, la pasó a buscar por el trabajo y le estampó un beso en la
boca. Ambos tenían dos hijos de matrimonios anteriores. Su primera
cita como novios fue en una plazoleta perdida de Banfield.
Buscando gente. En 1993, en pleno noviazgo, Castells le propuso a su
mujer crear un centro para jubilados. ¿Qué llevó a una pareja a la
que le faltaban décadas para jubilarse a decidirse a organizar un
centro de jubilados? ¿Solidaridad, olfato político o negocio?
A ella le tocó la tarea de reclutar adherentes. Golpeó la puerta de
todos sus vecinos y juntó a una decena de jubilados que le pagarían
5 pesos para acceder a distintos beneficios: "Le cortábamos el
cabello, los ayudábamos con lo que necesitaban".
Los Castells comenzaron a marchar junto a Norma Plá, líder de los
jubilados que iba cada miércoles a protestar frente al Congreso y
hasta hizo llorar a Domingo Cavallo. Pero Nina descubrió que ese
método de protesta no rendía sus frutos. Y se puso a pensar: "Éramos
treinta locos dando vueltas por el Congreso, tirando verduras y
huevos a los diputados. ‘Hay que ir a otros lugares’, pensé. Y
empezamos a marchar al PAMI, al ANSES, a la casa de Cavallo. ¿Sabés
las veces que fuimos a lo de Cavallo a tirar bolsas de basura en la
puerta? Antes nos confundíamos tirando comida. Protestábamos porque
no teníamos para comer y tirábamos fruta. Era una mala señal".
En el ’95, los Castells, junto a otras organizaciones sociales,
formaron la Corriente Clasista y Combativa (CCC), uno de los
primeros grandes movimientos piqueteros, del que terminaron
separándose. Allí Pelozo terminó de formarse políticamente. En la
calle, como le gusta decir a ella. Nunca pudo, por ejemplo, leer
libros de política: "Me cuesta horrores. Tengo que repasar cinco
veces cada cosa para entenderla. Ahora estoy con un libro de
historia de Latinoamérica, pero no me acuerdo el nombre del autor".
La estratega. Así como Pelozo fue la ideóloga de las primeras
marchas de jubilados a la casa de Cavallo o el PAMI, hoy también es
el cerebro detrás de las protestas de su movimiento. Planeó los
nuevos métodos de manifestación que evitan cortar rutas, algo que
encrespa a un sector de la sociedad con los piqueteros. Ella
entendió que se deben evitar esos choques, aunque marchar por las
ciudades también genera rechazos. Nina planeó el levantamiento de
las barreras de los peajes, por ejemplo. Y tiene una voz de peso
dentro de las asambleas del MIJD: "Hace poco un compañero propuso
que podíamos ir a los McDonald’s a pedir comida. ‘Eso está bueno’,
le dije. Y creo que estuvo bien, así que vamos a seguir esa actitud
ante las empresas y las privatizadas. Es verdad que un sector de la
sociedad se puede molestar con nosotros. Lo que pasa es que aquel
que no se quedó sin trabajo nunca va a entender nuestra situación".
Pelozo no siempre fue el cerebro en las sombras de Castells. Durante
los cuatro años que el dirigente pasó en prisión, acusado de
extorsión por pedir comida en un supermercado, fue ella la cara
visible del movimiento. Al momento que Castells cayó preso, a fines
de los ‘90, el MIJD contaba con 20 mil adherentes. Cuando salió,
gracias al trabajo de su mujer y el impacto mediático por la cárcel,
la cifra se había duplicado.
Hoy, los Castells amenazan a los Kirchner hasta en su propia
provincia: "Estamos creando centros de desocupados en Santa Cruz.
Nos estamos metiendo por los huequitos de la provincia".
Las fotos. Dice Zuleta Puceiro que "la estregia de Castells es sumar
poder social y eso se logra controlando a la opinión pública. Hoy
eso se logra en la televisión". Tal vez por eso, y aunque sabía que
iba a ser criticado, el piquetero participó del programa "No hay dos
sin tres", donde compartió la cama con un matrimonio Kirchner de
ficción.
Esta semana, la piquetera no dudó cuando una productora y una
maquilladora de NOTICIAS la prepararon para los flashes. Después
reflexionó sobre sus inéditas imágenes sexys: "Lo grave sería que
anduviera por la vida con anillos de oro y una vestimenta que no se
condiga con lo que hago y digo. Y yo en mi vida soy humilde y no me
importan las cosas materiales. Vivo con Raúl en un dormitorio y no
sabés si es una pieza o un comedor popular. A mí no me importa nada
porque siempre fui pobre. ¿Para qué quiero tener zapatillas de cien
pesos si sé que me voy a morir? La vida es digna cuando hacés algo
para los demás. Pero dentro de mi humildad también me gusta estar
arreglada. No dejaré de usar maquillaje y pollera por ser piquetera".
Nina Castells refleja con fidelidad las raíces profundas del
piqueterismo. Una historia que mezcla pobreza e injusticias, junto
con la marginalidad y las armas ideológicas que los militantes de
clase media y media-alta educados en el trotskismo le acercaron como
explicación de todo lo que le pasaba y de todo lo que debía
conseguir. Treinta años atrás, quienes le aportaron su estrategia de
lucha jamás se habrían acercado a ella por considerarla “desclasada”
y “desproletarizada”. Aquellos viejos trotskistas apuntaban entonces
a copar el movimiento sindical y nunca lo lograron. Ahora, con la
nueva clientela formada por los piqueteros, tuvieron mejor suerte. Y
Nina es una prueba de ello. Hoy su voz es respetada y su liderazgo,
indiscutido.
Son las nueve de la noche del martes 13 y Pelozo debe partir. La
espera un remís para llevarla de vuelta a Villa Albertina, el barrio
de calles barrosas donde el MIJD tiene su sede central. Se tiene que
levantar temprano. Al otro día, cuenta, marchará hacia la Plaza de
Mayo para reclamar un aumento en los planes sociales.
Nina se despide con una amplia sonrisa, pícara: "Espero que me
manden algunas de las fotos que me hicieron y un par de revistas,
eh". l.
Fuente: noticias.uol.com.ar
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