La batalla por
Internet.
La empresa
estadounidense Verisign demanda en California a ICANN, la ONG que
gestiona algunos recursos de Internet. ¿Una cuestión de dinero, tal
vez? No; el asunto es mucho más importante: está en juego nada menos
que el alma de la Red.
Si Verisign gana, tendrá el derecho de hacer lo que le de la real gana
con Internet, que se transformará en un paraíso comercial. Si ICANN
gana las cosas seguirán más o menos como hasta ahora. Después de haber
conseguido arrebatar la Red de las manos del gobierno EEUU, ICANN se
enfrenta ahora a su poderío financiero e industrial. La Red entera
puede acabar comercializada... o rota.
En el principio de los tiempos Internet era estadounidense, pequeña y
estaba habitada por técnicos. Así que no había problema con
identificar sus contenidos con números llamados direcciones IP (como
193.110.128.201). Cuando el resto de los humanos, desde el resto de
los países, empezamos a entrar en la Red hubo que inventar otro
sistema; uno que nos permitiera utilizar nombres para las páginas
(como elmundo.es). Este sistema se llama DNS (Domain Name System), y
si Internet tuviese una cabeza sería ésta.
El DNS es clave para que las personas podamos usar la Web y por tanto
ofrece poder a quien lo controla. De ahí que la primera gran batalla
política de Internet fuese sobre su control. Al principio era cosa de
la National Science Foundation (NFS), un organismo científico del
gobierno estadounidense. Luego la NFS lo subcontrató a una pequeña
empresa llamada Network Solutions, hoy parte de Verisign. Después se
empezó a cobrar por los dominios, y más tarde se produjo la burbuja de
Internet. De repente Network Solutions ingresaba millones de dólares y
estaba sentada sobre uno de los más valiosos recursos de la Red, que
todo el mundo estaba de acuerdo era la economía del futuro.
En ese punto el gobierno EEUU (entonces bajo el Presidente Clinton)
decidió que quien mejor que ellos para controlar el recurso más
importante de la Red más importante para la economía futura del
planeta. A la comunidad internauta, Europa y Japón esto no les parecía
razonable, de modo que tras un largo proceso (y con mucha ayuda del
legendario Jon Postel) nació una entidad internacional sin ánimo de
lucro y con sede en California llamada ICANN. Su función: ocuparse de
gestionar el DNS y de poner de acuerdo a tirios y troyanos en el
desarrollo técnico futuro de la Red. Su primer ejercicio fue cuadrar
un círculo, dando entrada a los propietarios de marcas comerciales en
el mundo hasta entonces puro de Internet. Con ello se ganó muchos y
feroces críticos.
Pero nada como lo de ahora. Verisign quiere convertir su posición de
gestor de un recurso clave de la Red como son los dominios .com en una
(gigantesca) ventaja comercial; en efecto pretende que el DNS se
transforme en su propiedad sin control alguno. El control de la Red
pasaría de la burocracia internacional independiente de ICANN a las
manos del comercio más descarnado.
El gobierno EEUU al mando era malo; ICANN es manifiestamente
mejorable. Pero Verisign sería una pesadilla. Internet debiera
reaccionar, haciendo saber a la empresa lo que opina de su descarado
intento de control y comercialización de un recurso escaso que
pertenece a todos los navegantes.
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