Dos ciudades de Holanda quieren autorizar la
producción de cannabis
En Holanda se permite vender, a
través de los coffe shops, hasta cinco gramos por persona por día.
Pero el cultivo en grandes cantidades está prohibido. “Una
producción regulada haría desaparecer gran parte de la
criminalidad", aseguran.
Dos ciudades
del sur de Holanda, Heerlen y Maastricht, defienden la legalización,
bajo ciertas condiciones, de la producción de cannabis como una
manera de combatir las redes criminales que operan en esa región
fronteriza. El jueves, el alcalde demócrata cristiano de Maastricht,
Gerd Leers, tenía previsto defender esta controvertida medida ante
el Parlamento Europeo, durante una sesión consagrada a la política
en materia de droga.
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"Estoy convencido que una producción regulada (de cannabis)
permitirá hacer desaparecer una gran parte de la criminalidad",
explicó el alcalde de Maastricht. A esta ciudad, muy cercana a
Alemania y Bélgica, se estima que acuden anualmente 1,5 millones de
"turistas de la droga" atraídos por los célebres coffee-shops.
Típicos de Holanda, estos cafés de un género particular están
autorizados a vender hasta cinco gramos diarios de cannabis por
persona adulta. Desde 1976, Holanda hace una distinción entre las
drogas suaves (que presentan riesgos limitados para la salud), como
el cannabis, en cuyo caso el consumo y la venta son tolerados
únicamente por los coffee-shops; y las drogas duras -que plantean
“riesgos inaceptables”- como la cocaína o la heroína, estrictamente
ilegales.
La política de tolerancia hacia las drogas suaves tiene una base
pragmática: perseguir a los fumadores de cannabis moviliza enormes
recursos, pero no logra frenar el consumo. El objetivo de la
política es, además, evitar que los consumidores entren en contacto
con el circuito criminal para comprar esta sustancia y que les
propongan consumir drogas duras.
"Pese a todo, nuestra política es esquizofrénica dado que el
aprovisionamiento de los coffee-shops es ilegal. Es como que
dijéramos a un panadero que puede vender pan, pero legalmente no
tiene derecho de comprar la harina", precisó Leers. La producción de
cannabis está formalmente prohibida. Solo el cultivo de un máximo de
cinco plantas es despenalizado para el consumo personal. El flujo de
turistas extranjeros hacia Maastricht, en especial franceses y
belgas, ha generado una multiplicación de los cultivos ilegales,
incluso dentro de graneros de particulares.
"Decenas de miles de familias con problemas sociales toman así
contacto con el medio criminal", subrayó Leers. Las intervenciones
semanales de la policía no logran frenar el fenómeno. De ahí su
propuesta de legalizar la producción para "controlar mejor" el
aprovisionamiento de los coffee-shops mientras se refuerza la lucha
contra las plantaciones y el negocio ilegal, que -sostiene- se
volvería menos atractivo financieramente.
El alcalde de Heerlen, Toine Greser, propone que el Estado regule la
producción, como hace con los casinos. El dinero producto de la
venta legal de cannabis podría ser reinvertido en la lucha contra el
crimen organizado. Maastricht y Heerlen desean que los ministros
europeos de Justicia den luz verde a un proyecto piloto. "Hacer como
el avestruz no hará más que agravar las cosas", sostiene Leers.
Pero el ministro de Justicia holandés Piet Hein Donner rechazó la
idea. Los opositores, especialmente en Bélgica, creen que Holanda es
víctima de su política de tolerancia. "Si no hubiera coffee-shops,
los franceses y los belgas que se aprovisionan en Maastricht no
vendrían más a la región, el tráfico estaría menos concentrado",
sostuvo Huub Broers, alcalde de la pequeña comuna rural belga de
Fourons le Comte, cerca de Maastricht.
Para el alcalde de Maastricht, "pensar que el cierre de todos los
coffee-shops pondría fin a la criminalidad vinculada a la droga es
una ilusión". "El tráfico no haría más que pasar a la clandestinidad
más completa y la demanda no desaparecerá", añadió. Fustigó la
hipocresía de la mayoría de los países europeos, que terminaron por
tolerar la posesión de pequeñas cantidades de droga, pero cierran
los ojos a la manera en la que se aprovisionan sus ciudadanos.
"Si Holanda cierra los coffee-shops, varios países tendrán que
enfrentar sus propios problemas de droga, ya que la demanda no
desaparecerá", advirtió. En los últimos 10 años, Holanda endureció
su política respecto al cannabis y la cantidad de coffe-shops pasó
de 1.179 en 1997 a 754 en 2003. De todas formas, persiste el
circuito ilegal: solo el 47 por ciento del cannabis consumido en
2001 fue comprado en los coffee-shops.
Fuente:
clarin.com
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