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Boca goleó y se prendió arriba

Palacio y Palermo marcaron los tantos, dos cada uno. Villa hizo el de los rosarinos. Abbondanzieri atajó un penal. Palacio fue la gran figura.

Y de pronto, un 10 de abril, en la Bombonera, explotó el fútbol de Boca. Como si se hubiese tratado de un milagro de resurrección después del desconcierto y la derrota, ante Vélez, siete días antes. Claro, este equipo presentó seis cambios con relación a aquel. Fue otro Boca, curiosamente el mismo que goleó al Pachuca en la semana. Podría decirse, entonces —si el fútbol no fuera la dinámica de lo impensado y de las sorpresas continuas— que de la noche a la mañana el Chino Jorge Benítez encontró el equipo. Por lo menos desde el medio hacia adelante. Y con la variante Vargas o Neri Cardozo que se dio por una rápida lesión del primero. Se le reclamaba al entrenador una decisión en ese sentido: una base estable y numerosa. Y se le pedía también un marco de estabilidad para Rodrigo Palacio, un delantero diferente, por su simplicidad, su velocidad, su astucia y su habilidad. Y la evidencia se dio en una sola función. Contra Central, el puntero y único invicto del Clausura. Boca fue muy superior, jugó su mejor partido de la temporada, y entre varias actuaciones individuales de gran nivel, Palacio llegó a la excelencia futbolera.

Central fue a La Boca con el bagaje de su juventud y con la intención de jugar sin complejos. Y cumplió su papel durante una buena parte del primer tiempo. Tuvo que tomar recaudos, claro, porque los locales le contestaron con la misma fórmula de progresar en el campo a un toque, pero con mayor presencia ofensiva. Entonces, el partido se hizo dinámico, atractivo. Boca atacaba y Central respondía con contraataques veloces y poblados. Apenas iniciado el partido una infracción de Ferrari obligó a la salida de Vargas. Y entró Neri Cardozo. Con él el equipo de Benítez tomó mayor agilidad, todavía. No estaba definido el desarrollo cuando un centro de zurda de Baiano, desde la derecha, se encontró con la cabeza certera de Martín Palermo para abrir el marcador. Pero funcionó rápido una contra de Central y una subida del boliviano Raldes, por la derecha terminó con un centro que Emanuel Villa —también de cabeza— conectó hacia la red.

Era bueno el desarrollo, está dicho. Había arrancado con todas las luces Guglielminpietro (el Guly), pivoteando para las llegadas de Palacio, de Cardozo o del propio Calvo. Y afirmaba su condición de flamante y juvenil caudillo, Fernando Gago. Atento para cortar, para reclamar la pelota, para habilitar con prontitud. Tres veces estuvo Palermo en condición de marcar. Hasta que, lentamente, sin alardes, Palacio comenzó a hacer estragos por los dos laterales. Y demostrando su picardía le ganó una pelota que parecía perdida a Rivarola, tirándose al piso, se levantó como un rayo, enfrentó la salida de Ojeda, le tocó la pelota, y el arquero le cometió un irremediable penal. Palermo se encargó de transformarlo en gol. Y un aplauso cerrado de las tribunas locales premió una actuación que desde hacía mucho Boca no ofrecía en su estadio.

En el primer cuarto de hora del complemento se definió todo. Y el protagonista fue Rodrigo Palacio. Tras un tiro libre de Palacio conectó un cabezazo goleador, y dejó en evidencia cierta falencia de los rosarinos en el juego aéreo defensivo. Central contestaba y Encina metió un tiro en el travesaño. Villa participaba en todas las maniobras de ataque pero no anduvo bien Pablo Vitti, quien estaba en el centro de la mirada colectiva. Y quizás pretendió abusar de sus condiciones personales.

Una exacta pared Palacio-Guly-Palacio terminó con una exquisita definición de Rodrigo, cruzando la pelota tras la salida de Ojeda. Y ya se instalaba el nombre de un futuro ídolo de Boca. Todo venía fácil Por eso entró Delgado por el Guly para sumar ofensiva. Y después Guillermo por Palermo, ídolo por ídolo. Y entró enchufado el Mellizo a la fiesta de Boca. Pero faltaba algo. Faltaba que el Pato Abbondanzieri le tapara un remate y dos cabezazos a Villa. Faltaba que le atajara un penal a Ferrari por una infracción de Schiavi a Villa (pareció afuera del área). Y faltaba que atronara el Dale Boca de los buenos tiempos. Como si se hubiese dado un milagro de resurrección futbolera

Fuente: clarin.com

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