¿ Por qué vuelan los insectos ?.
¿Cómo hace
un abejorro para mantenerse en vuelo con sus pequeñas alas y su
pesado cuerpo?.
Desde hace más de
50 años esta pregunta desvela a los científicos, y dio lugar al
"mito del abejorro", que se generó alrededor de 1930, cuando los
físicos aplicaron al vuelo de los insectos las leyes que explican
cómo se sustenta un avión en el aire. Según los cálculos, era
imposible que el abejorro volara. Pero la realidad, a veces, puede
jugarle una mala pasada a la ciencia.
Sin embargo, un físico de la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales de la UBA acaba de resumir en una fórmula matemática la
explicación de por qué los insectos no se estrellan contra el suelo
cuando se proponen volar.
El doctor Fernando Minotti, del Departamento de Física de la
mencionada facultad, explica, en un artículo publicado en la
prestigiosa revista Physical Review, qué fuerzas actúan sobre las
alas de los insectos para lograr sustentación aun en los movimientos
más osados, esos que no podría ni imaginar el piloto más
experimentado.
Rumbo impredecible
El ala de un avión le hace frente al aire en una posición casi
horizontal, con una inclinación muy pequeña. Así, el aire fluye
suavemente por arriba y por debajo del ala, con una diferencia de
presión (es mayor abajo) que mantiene en vuelo la máquina. Si el
ángulo entre el ala y la dirección del aire se hace más amplio,
llega un punto en que la sustentación se pierde y el avión cae, sin
remedio. Esto puede suceder, por ejemplo, en casos de ascensos
bruscos.
Este problema se debe a que, al aumentar el ángulo de inclinación,
se produce una interrupción del flujo suave de aire y un cambio en
las presiones.
El vuelo de los insectos suele ser desordenado e impredecible, con
cambios repentinos en la dirección. Pueden volar con ángulos de
ataque muy grandes, es decir, con una inclinación superior a los 45
grados. Sin embargo, se mantienen en el aire como si nada.
Los insectos son animales predominantes en el planeta, al menos si
se considera el enorme número de especies que abarcan. Y la
habilidad para volar es uno de los factores que contribuyen a ese
predominio. Además, el vuelo no sólo les sirve para transportarse,
sino también para capturar presas, defender territorio o cortejar a
su pareja.
La clave de esa maravillosa capacidad para volar es lo que Fernando
Minotti intentó desentrañar apelando a la matemática y haciendo uso
de las más elementales leyes de la física.
"Lo que desarrollamos es una teoría matemática analítica que permite
explicar por qué en los insectos no hay una interrupción del flujo
alrededor del ala, aun con ángulos grandes de ataque", afirma
Minotti, que es investigador del Conicet. La clave parece estar en
un vórtice o remolino que se forma en cada una de sus alas y que
persiste con todos los cambios de movimiento. Este vórtice
regulariza el flujo del aire en el borde delantero del ala y asegura
un flujo suave cualquiera que sea el ángulo de ataque.
Robots voladores
Minotti comparó sus resultados matemáticos con los experimentos
realizados por el neurobiólogo estadounidense Michael Dickinson,
profesor en la Universidad de California, en Berkeley. Este
investigador creó "Robofly", un insecto robot con alas de 60
centímetros de largo que se mueve en el interior de un barril de dos
toneladas de aceite mineral.
Un conjunto de cámaras de video graba todos los movimientos del
enorme insecto, y los sensores ubicados en las alas registran las
fuerzas que ejerce sobre ellas el fluido viscoso. En estos
experimentos, Dickinson había observado que sobre el ala del robot
se producía un vórtice, es decir, un remolino de aire. Sin embargo,
cómo se generaba y qué función cumplía ese vórtice en el vuelo eran
un misterio.
Junto con el licenciado Enzo Speranza, Minotti logró explicar cómo
se origina ese vórtice, que podría tener un papel importante para
mantener la sustentación. "El vórtice se forma en cada una de las
alas del insecto y su tamaño es prácticamente independiente del tipo
de ala y del tipo de vuelo. Más aún, persiste a pesar de los cambios
bruscos de dirección del movimiento", detalla el investigador.
De acuerdo con su explicación, las fuerzas que operan en el vuelo
del insecto se resumen en una sencilla fórmula. Y ese cálculo puede
hacerse en una PC, es decir, no se necesita una gran computadora.
Esta información, además de resolver un enigma histórico, puede
tener aplicaciones prácticas. Por ejemplo, en el diseño de diminutos
robots voladores para hacer monitoreo ambiental y detección de gases
tóxicos en minas, entre otros usos.
Tendrán alas pequeñas y cuerpos que deberán contener sensores o
pequeñas cámaras de video. La fórmula matemática puede contribuir a
que esos desarrollos sean exitosos.
Centro de Divulgación Científica, Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales, UBA
INSECTOS EN ARGENTINA
EL INSECTO MAS ANTIGUO DEL MUNDO
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