La llama olímpica ya arde en Atenas
El deporte ya
vive su máxima celebración. Los juegos de Atenas 2004 se abrieron
oficialmente con una espectacular ceremonia inaugural, en la que se
mezcló la rica mitología griega con el modernismo propio de estos
tiempos de globalización. Ahora vendrán 16 días en los que sólo se
hablará de medallas, triunfos y derrotas.
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La fiesta de
apertura tuvo de todo. Y fue a puro lujo. Centauros y
gigantescas estatuas de los dioses (incluidos Atenea y Eros) se
pasearon por el estadio Olímpico, ante la complicidad de los más de
70 mil espectadores.
Tampoco faltaron otros símbolos tradicionales: el Caballo de Troya y
el agua del mar Mediterráneo, dos símbolos de la tradición griega,
también se dieron una vuelta por Atenas. Como queriendo decir que,
después de 108 años de espera, los Juegos volvieron a su casa.
Luego de la mitología, llegó el turno de los atletas. Una a
una, fueron pasando por la pista del estadio Olímpico las 202
delegaciones participantes. Muy lejos de aquellas 14 que lo hicieron
en 1896, dando inicio a la era moderna de los Juegos.
La delegación argentina apareció a los pocos minutos. Encabezada
por un orgulloso Carlos Espínola. Y seguido por un nutrido grupo
de atletas (entre ellos, David Nalbandian y Emanuel Ginóbili) que no
quisieron perderse un momento único. Todos vestidos con un elegante
conjunto de saco y pantalón.
Con música electrónica como fondo, fueron pasando todas las
delegaciones. Desde las más poderosas y multitudinarias hasta las de
aquellos países arrasados por la pobreza y las guerras. Todos unidos
por un único sueño: participar en los Juegos. Algo que sólo
consigue la magia del olimpismo.
Por eso, uno de los momentos de mayor emoción lo produjo el paso de
la representación de Irak. Demostrando que más allá de todo, el
espíritu olímpico siempre se impone sobre las decisiones de
los políticos. Por algo los Juegos sobrevivieron a dos Guerras
Mundiales y sucesivos boicots de uno y otro lado.
Luego de más de cien minutos de desfile llegó el broche de oro de la
ceremonia. Con un emocionante cierre en el que participaron
la cantante islandesa Bjork y los dos astronautas que actualmente
pasan sus días en la Estación Espacial Internacional. Una clara
muestra de que los Juegos también se globalizaron. Y de que la
fiesta es de todos.
Después llegó el turno de los discursos. En el que el presidente del
Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, fue muy crudo:
abiertamente, pidió a los atletas que "sean limpios y eviten el
doping". Uno de los flagelos que actualmente enfrenta el deporte
de alta competencia.
Después sí, llegó el momento esperado por todos. El winndsurfista
Nikos Kaklamanakis fue el encargado de encender el pebetero olímpico
diseñado por el español Santiago Calatrava, develando el secreto
mejor guardado de la ceremonia y dando inicio a una nueva
edición de los Juegos. En los que, como siempre, la gloria y la
derrota coquetearán a todo momento, dando lugar a eso que se llama
competencia.
Fuente: clarin.com
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