BOCA CAMPEON
Se quedó con el título de la Copa
Sudamericana después de un partido durísimo. Sacó ventaja a través
de Palermo y parecía que iba a tener una noche tranquila. Pero los
mexicanos alcanzaron el empate con un penal de Marioni y ahí todo se
complicó. Abbondanzieri fue clave en la definición. El equipo
argentino logró el decimoquinto título internacional
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No mereció
sufrir tanto. Porque Boca parecía en condiciones de ganar sin
necesidad de convertir en figura excluyente a Roberto Abbondanzieri,
que tenía un papel secundario, sin mayor intervención, mientras su
equipo imponía su peso colectivo y estaba arriba en el marcador.
Pero todo sufrió un vuelco con el inesperado empate de Pumas, un
premio excesivo para lo poco que había hecho. Así se llegó a los
penales y Abbondanzieri fue el héroe, como había ocurrido en la
final con Milan. Atajó los remates de Augusto y Beltrán, tuvo de
aliado a un poste en el disparo de Galindo y estableció el 4-3
definitivo de la serie al cruzar un derechazo con la convicción de
un especialista.
Con una cuota de angustia mayor a la esperada, Boca cerró el año de
la manera que empezó a imaginarse desde el miércoles, cuando fue
campeón del Apertura en Bahía Blanca: a puro festejo, quedándose con
todo, en el plano local e internacional.
No se confió Boca con la leve ventaja que le otorgaba el gol de
visitante en el Distrito Federal. Salió a imponer su juego, a marcar
presencia, a ocupar el campo rival y juntar varios hombres en
función ofensiva. El mérito estuvo en que lo hacía sin enloquecerse,
sin querer ir más rápido de lo aconsejable ni dejándose llevar por
el empuje de su gente. En ese sentido, Boca daba una muestra de
madurez para interpretar lo que le demandaba el partido.
Pumas estuvo muy lejos de ponerlo en apuros en la primera etapa. En
la medida que se adueñó de la pelota, Boca pasó a gobernar el
encuentro sin sufrir sobresaltos. Los mexicanos eran los que estaban
más obligados a convertir un gol, pero el equipo de Basile los
obligó a retroceder.
Boca realizó una primera etapa muy solvente, con todos sus jugadores
en un nivel correcto, cumpliendo a conciencia y sin errores sus
funciones. Con Gago como eje habitual, los locales empezaban a
desplegarse por los laterales con las subidas de Ibarra (profundo y
decidido) y Krupoviesa. Participó mucho Palacio, que barría todo el
frente de ataque en busca de la gambeta que le abriera camino o de
un compañero para asociarse. Pumas recurrió al foul para detenerlo,
sin que el árbitro fuera riguroso en las sanciones.
El dominio se fue acentuando, aunque no se producían muchas
situaciones de gol, más allá de un par de cabezazos de Palermo.
La tibia postura de Pumas le facilitaba la tarea a Boca, que se
movía con la comodidad y soltura de un encuentro cualquiera. Firme
atrás, las solitarias corridas de Marioni no llegaban a inquietar;
en el medio ganaba por despliegue, ubicación y control de la pelota.
Faltaba un poco más de creación y sorpresa arriba para plasmar la
superioridad. Puesto en esa exigencia, Boca respondió con uno de los
recursos que le dio más rédito en la obtención del Apertura: la
jugada de estrategia, la combinación entre la filosa ejecución de
Insúa y la aparición de alguno de sus hombres de área para la
definición. Y ahí surgió Palermo, que a lo mejor ya no es el
implacable goleador de la época de Bianchi, pero que aún conserva el
instinto para inscribir su nombre en una definición internacional.
Iban 31 minutos y, con el 1-0, Boca parecía encaminarse a una
plácida noche. La gente festejaba y el equipo tenía todo bajo
control en el terreno. Pero se sabe que el fútbol suele ofrecer
situaciones que están fuera de contexto. Porque así debe catalogarse
el penal convertido por Marioni para el 1-1; el juez Amarilla había
sancionado una mano de Schiavi, aunque no dio la sensación de que el
zaguero tuviera la intención de tocar la pelota en el avance de
Botero.
Boca sintió el golpe, se desacomodó por un momento y el partido
cobró una incertidumbre impensada. Abbondanzieri debió cortar con la
mano, fuera del área, una entrada de Iñíguez y, enseguida, Augusto
estrelló un remate en el travesaño. Boca perdió la línea y avanzó
con desesperación, apresurado. Insúa se apuró en un cabezazo dentro
del área, cuando tenía tiempo para bajar la pelota y definir. El
panorama se complicó con la salida de Gago, por lesión. Parecía que
la adversidad tomaba por asalto a Boca. Se intensificó la búsqueda
por arriba, con una excelente ocasión para Palacio, despejada sobre
la línea por Galindo. Bilos se paró como centrodelantero y exigió de
cabeza al arquero Bernal. Entró Delgado, que cruzó un derechazo que
pegó en un poste. Fue la última ocasión para Boca, que había hecho
méritos para triunfar en los 90 minutos. Se desahogó en los penales
en la final que será recordada como la noche de Abbondanzieri.
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