Con una tarjeta de crédito aumentaban su capital, que después era invertido, y la mayor parte de las veces también perdido, en las máquinas de juego. Los dos hombres sabían de su ludopatía y habían realizado el trámite que obliga al casino a ser especialmente cuidadoso con este tipo de jugadores: escribieron una carta a la dirección pidiendo que no se les permitiera la entrada en las salas de juego.
Esta carta funciona como un contrato que se cierra inmediatamente entre el casino y el jugador. Por ley, los casinos están obligados a controlar a los jugadores "bloqueados", y a advertirles de los daños que pueden acarrear sus apuestas de esa noche. La última sentencia del Tribunal Federal va más allá en las responsabilidades de las empresas de juego para con sus clientes, y obliga al casino a rembolsar al cliente el dinero perdido al considerar que no hizo todo lo posible por evitar el juego