Descubren el gen de la timidez
Investigadores
italianos descubren un componente del ADN vinculado a la inhibición
social en los niños.
Es solitario.
Prefiere el silencio. No se socializa. Tiene dificultades para jugar
con los niños de su edad. Es un tímido. Así es al menos 10% de los
niños. Y son así siempre: en la escuela, con sus compañeros y con
los adultos. Y todo por culpa de un gen, según cuentan las últimas
investigaciones.
Para los genetistas, la timidez se traduce en una sigla: 5-HTTLPR,
la variante de un gen que, cuando se encuentra presente en al ADN de
una persona, se plasma en un conjunto de comportamientos que los
psicólogos etiquetan como timidez.
El que tiene este gen se comporta de una forma más inhibida con sus
compañeros, no consigue relacionarse bien con los demás y corre el
riesgo de marginarse. Más aún, de adulto tiene muchas probabilidades
de convertirse en una persona ansiosa y alcohólica, dado que el
alcohol es uno de los más potentes ansiolíticos conocidos.
La relación entre esta variante especial del gen 5-HTTLPR, que
regula el transporte de la serotonina, uno de los más importantes
mediadores químicos del cerebro, y el comportamiento de timidez
social se ha comprobado en una investigación que acaba de publicarse
en la revista Archives of General Psychiatry, realizada por un grupo
de investigadores de la Universidad Vita-Salute del San Raffaele de
Milán, coordinados por el psicólogo clínico Marco Battaglia.
La investigación se realizó sobre 49 niños de edades comprendidas
entre los siete y los nueve años. En la primera fase, los
investigadores siguieron, durante todo un año, a los niños
definiendo su grado de timidez en el ámbito social. Al mismo tiempo,
se secuenció y analizó su ADN, utilizando simples muestras de
saliva. En la segunda fase, los expertos estudiaron la actividad
cerebral de los niños en respuesta a ciertos estímulos. Valoraron
especialmente sus reacciones ante imágenes de rostros, presentados
en forma de videojuegos, que expresaban diferentes sentimientos. Por
ejemplo, de alegría, rabia u hostilidad.
Pues bien, todos los niños, independientemente de su predisposición
genética, expresaban, por medio de su actividad cerebral, aceptación
ante los rostros alegres. Pero sólo los niños tímidos, es decir, los
poseedores de la citada variante del gen, reaccionaban de forma
anormal ante los rostros con expresiones hostiles.
Expresiones hostiles
«El cerebro de los niños tímidos que poseen una variante especial
del gen llamado 5-HTTLPR reaccionan de una forma diferente respecto
a la media de sus compañeros cuando, en el ordenador, se les enseñan
rostros que expresan hostilidad. En otras palabras, los niños más
tímidos tienen una menor habilidad para identificar las señales
sociales y utilizan las informaciones que les llegan del ámbito
externo de una forma diferente a la de los demás niños», explica el
autor del estudio. A la larga, este comportamiento puede traducirse
en un handicap.
«Es verdad que un gen de riesgo como el que hemos identificado»,
añade el doctor Battaglia, «no es una condena. Es decir, ningún gen
actúa por sí solo de una forma determinista e inflexible, porque las
variables ambientales no sólo pueden jugar un papel de relieve sobre
el desarrollo de nuestra personalidad en el tiempo, sino que incluso
pueden modificar la forma en la que nuestro código genético es
traducido en moléculas capaces de influir en nuestras emociones y en
nuestros comportamientos».
Por eso, si el ambiente es favorable, un niño tímido podrá modificar
su actitud y prepararse para afrontar los estímulos externos sin
temor y sin ansiedad. «Con una buena psicoterapia», sugiere
Battaglia, «que lo ayude a reducir su sensibilidad a las críticas y
a aumentar su capacidad de manejarse en sociedad».
Pero, ¿se necesita de verdad la intervención técnica de un
psicólogo? ¿No bastan los padres? «En realidad», responde Battaglia,
«para los niños tímidos es suficiente un ambiente familiar cálido,
que le haga sentir al niño lo que vale. Pero precisamente porque la
timidez es genética a menudo también los padres son tímidos». De ahí
que, en muchas ocasiones sea indispensable una intervención precoz.
Porque, abandonados a su suerte, casi la mitad de los niños tímidos
se tornan adultos ansiosos, que tienen dificultades a la hora de
afrontar la vida cotidiana.
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Fuente: clarin.com
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