Gaudio. El campeón de todos
Con la autoridad
de un top ten, el Gato venció por 6-4 y 6-4 a Mariano Puerta y se
adjudicó el ATP de Buenos Aires. Es el segundo título al hilo y el
quinto de su carrera
.
Hay locura y
fiesta, todo junto en el instante que disparó aquel ace que valió un
campeonato. Es el delirio y ovación de seis mil personas en
la cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis que no paran de
aplaudir a ese hombre despatarrado en el polvo de ladrillo y que
parece un chico cumpliendo su sueño perfecto. Pasan segundos
eternos, pero a Gastón Gaudio ya no le importa nada porque frente a
sus ojos tiene un cielo celeste y blanco que se plegó a la mejor
función del tenis argentino. Y tiene un título en sus manos que
acaba de modelar después de vencer a Mariano Puerta en la final del
ATP de Buenos Aires por 6-4 y 6-4, el segundo consecutivo para él
y el quinto de su carrera. El Gato tiene la felicidad
completa en ese puño cerrado y en esos brazos en alto que saludan en
medio de la cancha y que agradece a los que vivan su victoria en una
jornada increíble e inolvidable.
Ganador de diez partidos en forma consecutiva en esta superficie,
Gaudio necesitó 92 minutos para que el torneo tuviera otra vez
campeón argentino (el año pasado lo ganó Guillermo Coria), en una
final en la que, como en todo el certamen, jugó a lo campeón.
Su título representa el número 160 en la historia de los varones de
nuestro país y la llave para abrir, definitivamente, el corazón del
público que lo vino a ver y que llenó el estadio Biloch Caride cada
vez que jugaba.
Además, es su tercer festejo en las últimas seis finales seguidas
que jugó en esta superficie. Eso sí: Puerta fue un gran rival,
a quien el campeón de Roland Garros le quebró el saque en un par de
ocasiones y le ganó lo que, por momentos, fue un ajedrez.
Seguramente, la semana de quien hoy estará otra vez entre los 75
mejores del mundo será tan recordada como la que disfrutó Gaudio
junto a los suyos.
Habrá que dejar establecido que este Gaudio es el mismo que se
coronó en París. Por mentalidad, sobre todo. Tiene mucha
confianza en sus tiros, corre cada una de las bolas y no da ningún
punto por perdido. Además, su saque sigue en constante progreso y
esta fase del juego lo hace crecer como jugador. Como cuando metió
un par de aces en el octavo game para quedar 5-3 arriba en el primer
set, o para tener el 75% de eficacia con los puntos ganados con su
primer servicio. Su regularidad se notó en que sólo hizo una doble
falta (en el 3-4 del segundo set), pero que corrigió rápido al punto
siguiente con un ace que le aseguró el 4-4.
Pero si hay un golpe que se debe disfrutar de su juego es el revés.
Ayer volvió la belleza y la exquisitez con el cruzado y
también con el paralelo. Como además lo utiliza de contraataque,
entonces casi que no queda tiempo para que lo devuelva quien está
enfrente. Le sale natural, sin esfuerzo casi y es, sin duda, un
placer verlo en acción. Puerta lo sufrió. Y nunca pudo encontrar
un punto débil para atacarlo. Porque aunque intentó moverlo en
la base, Gaudio estuvo ágil y muy bien físicamente, a pesar del
maratón que lleva de diez partidos en doce días.
Los dos quiebres fueron diferentes. En el del quinto game del primer
set, Gaudio jugó una formidable pelota a los pies de Puerta en la
red y llegó a un drop del cordobés —un recurso que al cabo no le dio
grandes réditos al finalista—, y la cruzó con un contradrop. En
cambio, en el del noveno game del segundo parcial, Puerta (ya
forzado a jugársela en cada punto) cometió tres errores de drive,
dos anchos y uno largo.
Su triunfo, en definitiva, no corrió peligro. Un poco por su
nivel y otro poco porque Puerta, esta vez, no tuvo la contundencia
necesaria para presionar al Gato. Recargó demasiado la
búsqueda de puntos con su drive, pero no tuvo la precisión de otros
días.
Ya habían pasado por la cabeza de Gaudio los flashes de su levantada
ante el italiano Federico Luzzi y el español Rafael Nadal, con
quienes había empezado cediendo un set. También sus sólidas
actuaciones ante el brasileño Flavio Saretta y el español Alberto
Martín. Ese paso que necesitaba dar —el último para ser campeón— lo
cumplió en un día 13 que no tuvo nada de mufa para él. Es más,
quedará ubicado en su corazón muy cerca del título conseguido en
Roland Garros, pero delante de los que ganó en Barcelona y Palma de
Mallorca en 2002 y el de Viña del Mar, la semana pasada. Este fue
especial porque aquí vino como El Rey de París. Por eso,
está ahí, tirado panza arriba y borracho de alegría. Su
inmensa alegría, claro.
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Fuente:
clarin.com
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