¿Qué les pasa a las mujeres?
Cada vez son más las que no se
quieren casar y al mismo tiempo se quejan de que no hay hombres para
ellas. Quieren ser autosuficientes pero también contar con el
soporte económico de una pareja. Las mujeres del siglo XXI son un
enigma que la población masculina no puede resolver
Los hombres están sufriendo las
consecuencias de esta crisis y no saben cómo comportarse. Los roles
femeninos y masculinos están cambiando y en medio de ese proceso se
descubren mujeres difíciles de entender.
En estos tiempos, las mujeres sienten la necesidad interna de ser
independiente y autosuficiente, pero muchas veces ese deseo choca
con sus estructuras sociales y familiares, que hacen que quieran ser
independientes -pero no tanto-, comprometerse, -pero no tanto-,
tener hijos pero no renunciar a nada... y así vamos dando tumbos.
“Por otro lado los hombres tampoco están seguros de nada. Quieren
una mujer independiente, pero no tanto que no se pueda controlar”,
reflexiona el guionista Luis Buero respecto del comportamiento
femenino.
Se asustan si ven que van a tener que hacerse cargo de todo y de
todos (cosa que me parece lógica ya que yo también me asustaría si
me tiran toda una familia sobre mis espaldas), considerando que en
otras épocas esto era lo recomendable e ineludible, así como para la
mujer era recomendable e ineludible dedicarse a la cocina, los hijos
y la limpieza.
”Si tanto los hombres como las mujeres estuvieran decididos a
compartir los roles, la vida sería un paraíso de parejas felices”,
estima Buero en un artículo publicado por el portal En Plenitud.
Compañeros
Las mujeres –explican los especialistas del informe- tienen que
definir sus objetivos y no cargarle con la culpa a nadie si no los
pueden cumplir, y los hombres deben tener también sus propios
objetivos, visualizando la relación con una mujer olvidándose de su
viejo rol de "todolopuede" para transformarse en un compañero de
viaje por la vida.
Por lo que se ve, esto es bastante difícil si cada uno por su lado
no se hace cargo de sus propias inseguridades y no está decidido a
aceptar el cambio, dejar atrás las viejas estructuras y
transformarse, no en un hombre o una mujer, sino en dos seres
humanos con las mismas capacidades, los mismos derechos y aceptando
por otra parte, las limitaciones o beneficios o diferencias
relacionadas con su propio sexo.
En el fondo es una cuestión de evolución , mirándolo desde objetivos
espirituales o simplemente madurez para hablar desde lo práctico y
terrenal.
No me quiero casar
Se la pasan exclamando que "no hay hombres", buscan tipos maduros
porque, según dicen, los menores de treinta y cinco todavía están en
la adolescencia y no quieren relaciones serias, pero cuando un varón
de verdad (de cualquier edad) les dice " te amo, vivamos juntos,
casémonos", se escapan levantando polvo como el correcaminos.
Los síntomas de fobia al compromiso de la mujer de hoy son claros e
innegables –asegura Buero. A simple vista se presentan los
siguientes tipos de novias fugitivas:
Uno: la que espera al hombre ideal, modelo inexistente porque
tiene que ser:
a) físicamente agradable pero tampoco un modelito;
b) protector pero que no asfixie;
c) compañero pero no demasiado comprensivo;
d) trabajador pero no adicto al trabajo;
e) romántico pero no pegajoso;
f) intenso sexualmente pero no insistente;
g) paternal pero no autoritario;
h) cuidadoso de su aspecto pero no "producido" ;
i) atento a los estados de ánimo femeninos pero que no haga
preguntas;
j) generoso pero no reclamante;
k) inteligente pero que no venga con planteos;
l) con modales pero que las deje lamer la salsa del cuchillo o del
plato;
ll) familiero pero sólo con la parentela política;
m) levemente celoso pero inmutable como un helecho ante los chistes
eróticos que otros le hacen a ella ;
n) con mucho dinero pero que no la trate como parte de su hacienda
"ni que le sobre para gastárselo con otra",
o) que no tenga amigas pero que soporte sus amigos varones que
siempre la invitan a salir solo a ella;
p) que sea celoso pero que la deje ir a bailar sola con sus
amigas...
Y así sucesivamente. Si sigo no me alcanza el abecedario.
Dos: la que le tiene miedo a la "completud".
Es aquella mujer que piensa que unirse al hombre soñado la va a
llevar a un estado de plenitud biológica y psicológica
existencial... pero del cual no hay retorno. Ya no va a poder
gritar: "¡Estoy tan contenta de no ser feliz!".
Y la verdad verdadera es que cuando una mujer no tiene de qué
quejarse siente que se le acabó la vida. El ejemplo ideal de esto es
la relación que se da entre Woody Allen y Julia Roberts en el film
"Todos Dicen Te Quiero".
Tres: la que construye su propio pedestal, se lo pega en los
pies y lo lleva a todos lados.
Actúa permanentemente mostrándose como la mejor, la super-woman. Se
sabe que cría ocho hijos sin niñera, conduce dos empresas, seduce a
Richard Gere por teléfono y comulga siempre en el Vaticano.
Sus novios anteriores fueron Napoleón, Freud y Lando Buzzanca, y se
los dice a todos los candidatos para que piensen: "demasiada arena
para este camión".
Cuatro: la fantasiosa que escribe el guión de su romance
antes de que el tipo se le siente delante por primera vez.
Vive interrogándose maliciosamente: "¿y si no la paso bien y después
no me lo puedo sacar de encima?" "¿Y si me enamoro y él resulta ser
casado o con novia?"; "¿ y si se da cuenta que no soy perfecta?".
Entonces decide que es mejor primero terminar la carrera de
dentista, luego de farmacéutica, después hacer el posgrado en
litotricia y entonces, ya será el momento de buscar un novio.
Cinco: la chica estilo "no hay historia que me venga bien",
abandona a un pelirrojo color ketchup porque vive deseando conocer
un rubio lampiño descendiente de holandeses y vikingos, y cuando lo
encuentra declara que en realidad le gustaría toparse con un jíbaro
africano oriundo de Uganda, bien peludo.
Y cuando regresa del continente negro afirma suspirando: "Ya no
quedan tipos de verdad". Es la típica mujer que termina saliendo con
dos o tres al mismo tiempo, porque cada uno le da un porcentaje de
contención, placer o dinero que el resto no puede cumplir. Así llega
al 100 % masculino deseado, sin tener de veras a ninguno.
Seis: la mujer que odia las ataduras. Nunca vio "El Amor
Tiene Cara de Mujer" ni tampoco las telenovelas, entonces no se
emociona cuando le proponen casamiento.
Al contrario, se siente una mulata antes de la abolición de la
esclavitud.
Aunque viviera en una tribu de Amazonas sería feminista. Es la
típica dama que no se conforma con haber conocido el voto y el
orgasmo en el siglo XX.
Vive reclamando autonomía, independencia, buscando un novio versión
"monolito inerte" que no se incomode si ella le manifiesta su deseo
de pasar la noche comiendo apio y nueces en la mansión secreta del
Marques de Sade (con el Marqués y Tom Cruise en celo por supuesto),
porque su filosofía es: "quiero que me den libertad para ansiarlo
todo, aunque después no haga nada".
Siete: la que traduce casamiento como "planchar camisas y
cuidar enfermos".
Y un hombre con camisas arrugadas y estornudos ruidosos, le quita
siempre el lugar de demandante que ella necesita conservar. También
es la que considera que el matrimonio la obliga a tener que
responder preguntas personales como "¿ de dónde venís? ¿quién es ese
tipo que te llama siempre? ¿no te parece que ese supuesto amigo te
está tirando los galgos?".
Ella se mira al espejo y grita: "¡Yo soy una chica que no nació para
dar explicaciones!". Y se sale con la suya, al silencio sepulcral
que la rodea siempre no tiene que darle explicaciones.
Ocho: la que cuando estaba sola vivía enclaustrada rogando
que un tipo la invite a tomar un café y lo único interesante que
hacía era pasearse con los brazos cruzados por algún mall elegante
mirando ropa dos talles más chicos.
Y ahora que tiene novio de golpe se le ocurre ir a jugar al paddle
con su amigo Walter, tomarse vacaciones en Brasil con su compañera
de trabajo Flopi, cenar ravioles en el departamento de su primo
segundo Sebastián, salir a bailar con las compañeras del secundario,
y todo sin su novio, el cual no entiende que ella buscaba al hombre
de su vida para después salir con el resto del planeta y dejarlo en
el placard.
Y lo peor es que va a terapia y su psicóloga la alienta: "¡tienes
que realizar todos tus deseos, pase lo que pase y caiga quien
caiga!" actitud que las lleva a recuperar su autoestima.......y la
soledad.
Nueve: la misma anterior pero que además ahora que no está
sola se siente feliz entonces comienza a estudiar maquillaje los
lunes, practica gimnasia los martes, realiza actos de caridad los
miércoles, hace teatro los jueves, cocina para toda la semana los
viernes, y se va a descansar al campito que tiene su familia los
sábados y domingos.
"¡Pero así no nos vemos nunca!" grita el muchacho y ella se queja
imitando a una ex presidente argentina: "no me atosiguéis".
Diez: la que tiene todas las variantes del Edipo (el temprano
según Melanie Klein, el de la etapa fálica al decir de Freud, el
metabolizado o digerido y enfocado hacia los otros hombres si le
hacemos caso a Lacan) .
No hay novio que sea más importante que el "papu" y si el "papu" la
llama para que le rasque la espalda ella los deja plantados a todos
hasta en la puerta del Registro Civil.
Las restantes: son las que no se escapan de la boda, tal vez porque
el mandato familiar las atraviesa culturalmente y deben casarse y
tener hijos, sí o sí. Van al psicólogo para seguir amándose cada día
más a si mismas pero no al prójimo cercano, es decir, al hombre,
porque quererlo demasiado significaría decir gracias, perdón, ser
humildes, es decir, en el 2005, tener baja autoestima.
Estas son las que asumen su condición de esposas y reducen el pánico
blasfemando al pobre consorte, que a partir de ese instante dejará
de llevar la cuenta de sus defectos, miserias y debilidades, ya que
no tiene sentido que dos personas que comparten el mismo techo vivan
recordando lo mismo, en voz alta, todos los días
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Fuente:
En Plenitud.com
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