El esquí y el snowboard ya fueron: es hora del “planchado extremo”
Nació hace siete
años cuando un joven llamado Phil Shaw llegó a su casa después de
trabajar en una fábrica textil de Leicester, Inglaterra, y se
encontró frente a frente con una pila de ropa arrugada. Después de
pensar que preferiría estar trepando a una montaña, Shaw sacó su
tabla de planchar al jardín, enchufó la plancha con un alargue y se
puso a planchar los pantalones. Después, junto con un amigo, Paul
Cartwright, hizo un poco de planchado mientras escalaba montañas,
dijo Shaw, mientras esquiaba en los Alpes franceses y después de
treparse a las copas de los árboles en la Selva Negra, en Alemania.
Ahora -una infinidad de pañuelos y camisas después-, y tras varias
experiencias en rincones recónditos de Sudáfrica, Japón, Croacia y
Chile, el planchado extremo está llegando a los Estados Unidos. Shaw
y dos amigos “planchadores” hace poco hicieron su primera parada en
Estados Unidos, en el estado de Massachusetts. Plancharon mientras
andaban en kayak en el océano Atlántico y, en Boston, colgados de un
vehículo anfibio de la Segunda Guerra Mundial.
“Hay alrededor de 1.500 planchadores en todo el mundo”, explica Shaw.
Algunos equipos tienen sponsors corporativos: el fabricante de
planchas alemán Rowenta, por ejemplo, está patrocinando el viaje del
equipo de Shaw. “Nuestro objetivo es alcanzar el nivel de
reconocimiento como para que se vuelva un deporte olímpico”, dice.
Sería el primer deporte olímpico en el que los atletas no usarían su
nombre real. Para evitar el ridículo de sus pares, Shaw y sus
compañeros adoptan seudónimos, según escribió en un manual sobre el
planchado extremo. Shaw es Vapor; otros son Seda, Fe (símbolo
químico del hierro) y Jeremy Irons (N.de T.: una de las acepciones
de “iron” en inglés es “plancha”).
El primer Campeonato Mundial de Planchado Extremo se llevó a cabo en
Alemania en 2002 y pronto se realizará el segundo. En la
competencia, el planchado cuenta. Los “planchadores”, escribió Shaw
en su libro, “muchas veces están tan compenetrados en meterse en
alguna situación extraña o peligrosa con sus tablas de planchar que
se olvidan de la razón principal por la que están aquí: sacarse de
encima las arrugas y los pliegues de su ropa”.
El equipo de Shaw ganó una medalla de oro, mientras que una
competidora alemana, Hot Pants, se ganó un viaje a Hawai. El desafío
del planchado urbano puede parecer menor: su dificultad reside en
“la incomodidad extrema de tener que planchar en una calle frente a
una multitud”, escribió Shaw. Pero Shaw dice que el planchado urbano
puede plantear un reto físico similar al planchado extremo. “Mi mamá
me enseñó a planchar cuando era chico”, cuenta. “Ella planchaba
todo: las servilletas, los camisones, las medias. Algo debe tener
que ver”.
¿Y el planchado extremo? “Creo que mi mamá está muy orgullosa”, dice
Shaw. “A ella le gusta planchar, así que cualquier cosa que aliente
a la gente a planchar la hace feliz”.
Fuente:
© The New York
Times
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