GANO BOCA
Se quedó con una emotiva victoria, en un
partido que no tuvo freno. Abrió el marcador Barros Schelotto,
empató Lucho González y, a ocho minutos del final, Delgado metió un
soberbio tiro libre para locura de todos los hinchas locales
Emotivo, ante
todo. Porque vale detenerse en ese minuto final. Ya era el cuarto o
el quinto de descuento, en medio de la tensión que caía con furia
desde las tribunas de La Bombonera. River estaba herido, casi
muerto, y veía cómo se le escurría, después de mucho esfuerzo, un
Superclásico tremendo, lindo por donde se lo mire, bien futbolero, a
puro diente apretado, de esos que son tema inevitable en la mañana
del lunes. Boca defendía (jugadores, hinchas y hasta televidentes)
un triunfo que precisaba como el agua y a Sand le quedó la enésima
chance de gol. Debajo del arco, sin marcas, cabeceó a las manos de
Abbondanzieri, quien ya se preparaba para ir a buscarla a adentro.
Sí, no entró esa y no iba a entrar ninguna.
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Fue de Boca, nomás. Que por momentos la pasó muy mal e incluso
Abbondanzieri sacó pelotas increíbles. Dos a Farías, la mencionada a
Sand sobre la hora... Y la lista sigue. Pero, se sabe, Boca tiene
ése valor agregado que, curiosamente o no, saca a relucir en los
partidos como hoy. Podrá jugarlos mal, por momentos sin ideas, pero
le sobra olfato para saber cuándo hay que dar el zarpazo. Pasó esta
tarde, por ejemplo. Sin merecerlo, se encontró en el primer tiempo
arriba, después de que Palermo le bajara una pelota genial al
mellizo Guillermo para gritar la victoria parcial. Hasta ahí, los de
Astrada habían llegado hasta el cansancio y la inevitable
sensación era que el empate estaba al caer.
Sand, muy voluntarioso durante los noventa minutos, hacía todo bien
hasta que le llegaba la hora de definir. En ese momento se le venía
el mundo abajo y no encontraba la forma de aprovechar la exasperante
lentitud de Schiavi y de Morel. A Farías, su socio en ataque, le
pasaba algo parecido. Trabajaba bien en la gestación, pero tampoco
estuvo fino en los metros finales.
En el arranque del segundo tiempo llegó el empate. River apostó a un
nuevo centro cruzado, Schiavi pifió y por atrás Lucho González la
estampó arriba.
River tenía la mesa puesta. Gallardo, sin estar en su
plenitud física, se las arregló para ganarle siempre las espaldas a
Gago y a Ledesma. Con todo lo que esto significaba: quedar en
posición franca de habilitar a uno de sus compañeros. Igual, en
ese momento, cuando River mejor parado estaba, no hubo un compañero
que se le acercara para acompañar en busca del desequilibrio. ¿Boca?
Deambulaba por la cancha. Los defensores se cerraban e
intercambiaban errores con aciertos. Los volantes iban de un lado al
otro y corrían más de lo que jugaban. Arriba, para colmo,
Palermo se movía a años luz de Guillermo.
El Chino Benítez se la jugó al meter a Palacio en lugar de
Guillermo, quien se fue maldiciendo a los cuatro costados. Pero a
partir de ahí fue otro Boca. Como que despertó. También
estaba adentro Delgado. Ledesma y Gago empezaron a manejar la pelota
en la mitad de la cancha, donde los jugadores de River ya no hacían
pie tan cómodos.
Iba uno, respondía el otro. Tensión por todos lados. En el
cuarto de hora final, ya sin Gallardo en la cancha, River sintió el
cansancio y se refugió a esperar. Boca, en cambio, se dio cuenta de
que le abrían la puerta de par en par y entró decidido. Le quedó un
tiro libre a metros del área grande y Chelo Delgado la colgó de
un ángulo. Se jugaban 37 minutos del segundo tiempo. River
entonces fue para adelante y creó tres situaciones netas, pero no
pudo torcer el rumbo del partido y se fue sin nada, lamentando la
falta de puntería. Enfrente, Boca y su estirpe de siempre, la
que suele sacar en tardes importantes
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Fuente:
clarin.com
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