EL AUGE DE LAS PLANTACIONES CASERAS DE
CANNABIS POR LA ESCASEZ DE MARIHUANA -
El autocultivo de marihuana
Desde diciembre la marihuana se volvió escasa en el país. La que hay
es mala y cuesta tres veces más. Algunos especialistas sostienen que
la baja es una política para desplazar la demanda a drogas más
riesgosas. Para morigerar la abstinencia colectiva, los cultores
porteños del cannabis se están volcando al autocultivo.
Ana lleva veintiún años
plantando cannabis, aprendió a los 19 experimentando en la maceta de
un balcón del centro de Buenos Aires. Recién había sido mamá: “Me
agarró la paranoia típica –dice–: a ver si me veían mis vecinos”.
Con los años supo que su mejor cosecha sale cuando planta durante la
última luna menguante de agosto. Y el último febrero aprendió a
cambiar el sexo de las plantas con una pócima licuada de brotes de
soja. Sabe que sus plantas son buenas, pero no había pensado
venderlas hasta hace unos días: la escasez de marihuana en Buenos
Aires terminó golpeando las puertas de su casa de Tigre. Por primera
vez en todos estos años alguien le ofreció 5 pesos por gramo
cultivado. Ana no
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aceptó, pero –lo admite– se quedó pensando.
Desde diciembre, los cultores del cannabis padecen un síndrome de
abstinencia colectiva. Una repentina ausencia desató todo tipo de
teorías de este lado del Río de la Plata, en Uruguay y en la web,
donde los aficionados buscan explicaciones y soluciones para
morigerar la privación.
La poca marihuana que consiguen en Buenos Aires los usuarios es
mala, prensada, llena de semillas y cara: el gramo pasó de uno a
tres pesos en los últimos seis meses. Se les echó la culpa a los
operativos en la Triple Frontera después de la muerte de la hija del
ex presidente Raúl Cubas; a las acciones de la DEA contra las FARC
colombianas, que ahora trabajan hacendosamente con narcos brasileños
en Paraguay; a las sequías y hasta a quienes intentan desplazar el
cannabis paraguayo del mercado para abrirle camino a la maligna
pasta base procesada en Bolivia.
¿Qué pasó en realidad? Nadie lo sabe con exactitud, pero buena parte
de estas causas parecen explicarlo. En tanto, los usuarios salen a
buscar en el autocultivo una alternativa. Intentan saber si las
temperaturas de esta época del año son adecuadas para iniciarse en
las plantaciones de marihuana fabricada made in casa.
El viernes 18 de marzo, Luchano dejó escritas sus preguntas en un
foro de Internet:
–¿Se acabó el porro en Buenos Aires? –inquirió–. Lo aumentaron
escases mallllll? guerra de narcos paraguayos????? ahora habrá que
tomar mas fernetttt (sic).
Eran las 17.53 minutos. Poco después, otro argentino llamado Wilson
contestó con humor:
“Domingo, 20 de Marzo de 2005 a las 15:24 –escribió–. ¿Qué espera
Kirschner para salir y criticar a los dealers por esta escasez?”
(sigue el sic).
Desde entonces han pasado casi dos meses, poco ha cambiado y hasta
la Gendarmería coincide con el diagnóstico de la escasez: en lo que
va del año, Drogas Peligrosas secuestró 1315 kilos de marihuana y
detuvo a 103 personas, la tercera parte de los secuestros y las
detenciones hechas en el mismo período del año pasado.
No es que las plantaciones hayan dejado de ser un negocio, pero el
sistema de controles, el tipo de cambio y la distancia desde las
zonas productoras hasta el punto de destino parecen ser parte de las
explicaciones.
Un productor paraguayo recibe 10 dólares por la cosecha de un kilo
de marihuana. Con una hectárea obtiene 3 mil kilos y 30 mil dólares.
“Como en el año las cosechas suelen ser dos, con una producción
pueden llevarse hasta 60 mil dólares”, razona Aníbal Maiztegui, que
con grado de comandante general es director de la División
Antidrogas de Gendarmería. Cuando la marihuana se fracciona, sigue
explicando, el precio aumenta: un kilo fraccionado en Uruguay se
paga 600 dólares, en Chile 1000 dólares y en Argentina entre 300 y
400 dólares. Con estos números, todo hace suponer que el mercado más
rendidor de la producción paraguaya ya no es el argentino.
Históricamente la Argentina recibió entre un 10 y 12 por ciento de
la producción de marihuana paraguaya. Del total, una parte se
quedaba y otra “permanecía en tránsito hacia Chile”, explica Gabriel
Abboud, subsecretario de Control del Narcotráfico de la Secretaría
para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico
(Sedronar). A pesar de la devaluación, en los últimos años los
números no variaron. Lo que cambió, para Abboud, es un presunto
aumento de la demanda, una sucesión de malas condiciones climáticas,
el auge de operativos en los controles fronterizos y, finalmente, el
tipo de producción en Paraguay: en los dos últimos años, ese país
alcanzó niveles de producción comparables con lo que aquí se llamó
el “boom de la soja”: 18 mil toneladas en 2003 y 21 mil toneladas en
2004. Cuatro cosechas anuales en lugar de las dos tradicionales y el
uso de tecnología apta para cultivos intensivos son parte de las
explicaciones del fenomenal crecimiento. Lo que esas variables no
explican, sin embargo, es por qué si hubo tanta producción aquí
existe escasez. Según la hipótesis de Abboud, todo es más simple de
lo pensado: una gran sequía regional habría interrumpido la última
cosecha. Si eso es así, todo indicaría un pronto regreso a la
“normalidad”, pero la comunidad de usuarios lo ha puesto en duda:
–Esto es como la Bolsa o el riesgo país –dice Marcelo, un usuario–:
nunca sabés si tenés que comprar más porque el precio va a seguir
subiendo o tenés que esperar porque va a tener que bajar.
Para abajo:
Como cualquier producto del mercado, el precio del cannabis está
vinculado a la ley de la oferta y la demanda: si hay menos, cuesta
más. La pregunta es si sólo hay menos por una sequía o porque existe
una orientación del precio para regular la demanda, como sospecha
Silvia Incháurraga, directora del Centro de Estudios de
Drogadependencias y Sida de la Universidad Nacional de Rosario
(ADRA). El aumento de precios, sumado a la prohibición del acceso y
tenencia, dispara varios fenómenos.
En lugar de restringir el consumo, según Incháurraga, lo diversifica
de modo peligroso. Aunque no comparte las teorías sobre el consumo
escalonado y sostiene que buena parte de los cultores del cannabis
fuman sólo marihuana, hay un sector que responde a la escasez
proveyéndose de productos más tóxicos, riesgosos y económicos. “La
prohibición genera una concentración de las redes de distribución”,
explica. En otros países, como Holanda, “evitan que los usuarios
entren en contacto con otras drogas como la heroína o el crac
separando el mercado con la legalización, por ejemplo, de lugares
aptos para fumar como los coffee shop”. Acá, dice, “sucede todo lo
contrario: a la misma persona que vende la marihuana le comprás
todo”. Y todo incluye pasta base o frascos enteros de quetamina “con
efectos de riesgos tóxicos que por 30 o 40 pesos suplantan las
pastillas de éxtasis y se distribuyen en amigos”.
El dato no le pasó por alto ni siquiera a la Gendarmería: aunque las
incautaciones de marihuana bajaron, las de la cocaína aumentaron
tres veces este año. Drogas Peligrosas secuestró 477 kilos en los
primeros meses, mientras que en todo el año pasado se incautaron
210, indicador de un supuesto aumento del consumo. Aunque nadie
puede marcar aún un desplazamiento directo del cannabis a la
cocaína, los uruguayos construyeron su propia teoría con datos
semejantes.
Preocupados como los argentinos por la escasez, confirmaron la
existencia de desplazamientos riesgosos. En marzo, El Observador
aseguró que el desplazamiento del cannabis paraguayo por la pasta
base sería impulsado por una cuestión de números: con un kilo de
pasta los traficantes obtienen el mismo dinero que por 90 kilos de
marihuana.
Made in casa:
Frente a la escasez y el precio, hay quienes optaron por cultivos
caseros en patios de PH, balcones, terrazas –como las de Cristina,
que estuvo preocupada porque las dimensiones de su planta podían
dejarla en evidencia– o departamentos con peceras plagadas de
lámparas de sodio de 400 watts prendidas durante doce horas
continuas en las horas de crecimiento hasta que la planta trepe los
30 o 40 centímetros de alto. Hay plantaciones en los clásicos y
clandestinos armarios, en pequeñas departamentos de dos ambientes
como el de Maxi, un experto en materia de rastas que dedica el
tiempo libre a los cultivos intensivos bajo el techo cerrado de su
casa de Almagro.
Alicia Castilla escribió Cultura Cannabis, una especie de narración
iniciática sobre políticas, filosofías, recetas y potencialidades de
la planta. Vivió en Brasil hasta hace cinco años y en este momento
reparte el tiempo entre la traducción de un libro sobre bancos de
semillas y plaza Francia. Es una de las que sostiene aquel postulado
que indica que ante la escasez están aumentando las producciones
caseras. No sólo por los precios o la falta de disponibilidad
–advierte– sino que “las hojas propias dan más confianza”. En este
tiempo, conoció casos como el de un fabricante de zapatos que
abandonó su fábrica y se instaló en Entre Ríos para dedicarse tiempo
completo a la producción del cultivo. O el de quienes alquilan
departamentos para trasformarlos en invernaderos con potencialidades
de microemprendimiento.
“En los años que llevo en el país –dice Alicia–, veo a la gente que
sale del armario. Me sorprendo en plaza Francia con los estereotipos
que aparecen pero al revés: gente que yo nunca hubiese pensado que
fumase vienen a consultar por las semillas.” La gente se anima más:
“La hiperadaptabilidad a la represión generaba que no marches por
miedo al escrache. Ahora la gente se organiza para aprender a
plantar”. Con la lógica de las prácticas semiclandestinas, los
novatos suelen encontrarse con militantes en citas ultraveloces e
hiperreservadas para hacer cursos intensivos de cultivo durante un
fin de semana. Se informan sobre el tiempo de crecimiento de una
planta, de seis meses cuando se cultiva al aire libre. Aprenden que
las cosechas se hacen en marzo y que los procesos de cultivo
interior son más veloces: “Con semillas modificadas genéticamente e
iluminadas con una lámpara de sodio de 400 watts –dice Alicia–, los
seis meses se reducen a dos: cada metro cuadrado de plantas puede
dar entre 350 y 500 gramos de cannabis”. El problema con las
primeras prácticas son los vecinos: “El olor es uno de los temas
–dice Alicia–, sobre todo con alguna de las especies que se huelen
desde los primeros brotes. Hay que tener cuidado con los vecinos”
https://www.sitiosargentina.com.ar/marihuana&sitesearch=www.sitiosargentina.com.ar&meta=">
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Fuente:
http://www.pagina12.com.ar
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