Los
insultos más usados por chicos pobres
Negro, villero y
desnutrido
También usan "bolita"
o "paragua". Los especialistas dicen que adoptan el papel de
discriminador para salir del lugar de discriminado. El tema ya se
discute en escuelas porteñas y del GBA
Paragua: así
me decían el año pasado cuando llegué a esta escuela. Y es verdad
que soy paraguaya, ¡pero paragua es para provocar!",
denuncia Mariela, desde la sabiduría de sus 10 años. Sus compañeros
de quinto grado de la escuela Santa María de los Buenos Aires, de
Lugano, coinciden en que decir "paragua" o "bolita" (por boliviano)
es —como explica Nahuel (10) haciendo el gesto de retorcer un trapo—
"torcer la verdad para que sirva de insulto".
Estos y otros chicos de Capital y Gran Buenos Aires discutieron, en
los últimos meses, sobre los sobrenombres con que se hostigan. El
disparador fue el video "Iguales pero diferentes", producido
y donado a todas las escuelas porteñas (y a ONG's provinciales) por
la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Así surgieron "piojosa" y "pelo de alambre", de "orejudo" y "gorda
vaca" —que se repiten en cualquier zona de la ciudad—, junto a
demasiados "bolita" y "paragua" para barrios como el de Mariela y
Nahuel (Ciudad Oculta y Villa 15). Lugares donde muchos nacieron (o
tienen antepasados) en Bolivia y Paraguay. También surgieron los
"negro", "desnutrida" y "villero", usados como insulto entre
quienes, efectivamente, tienen la piel oscura, viven en la villa
o padecen de desnutrición.
El antropólogo Alejandro Grimson —autor del "Bolivianos en Buenos
Aires, relatos de la diferencia y la igualdad"— no se sorprende: "Es
igual que cuando criticamos a 'los argentinos', como si nosotros no
lo fuéramos. Si en una villa preguntás '¿dónde empieza la villa?',
te dicen que en la otra cuadra: 'Acá hay asfalto: la villa empieza
donde no hay asfalto'. O donde no hay luz. Pero siempre es allá, es
de los otros", dice Grimson.
El gesto se convierte en un arma de doble filo. "Despreciás a tu
par, imaginando que podés escapar del lugar de discriminado
tomando el rol del discriminador. Claro que es una salida
imaginaria, porque si vos aceptás el juego de la discriminación,
también alguien puede venir a discriminarte a vos", explica Grimson.
Además —como los compañeritos de Nahuel y Mariela ahora saben bien—,
el que discrimina se queda sin la amistad del discriminado, con
quien podría haberse unido, fortaleciéndose por esa unión: "Un
ejemplo de esto fue cuando, a fines de los 80, hubo una campaña
contra bolivianos y paraguayos, diciendo que venían en masa a
'robarnos' trabajo. Justo cuando no era la inmigración lo que
había crecido sino la desocupación. Al poder le convenía que
'los malos' fueran los inmigrantes", concluye Grimson.
"Yo soy negro, pero no negro de mierda, me dijo un chico de
mi barriada —cuenta Teresa Pellegrini, maestra de la la Red de Apoyo
Escolar (RAE), que enseña a los vecinitos más humildes de San
Fernando, José C.Paz, Tigre—. A otro le dijeron 'villero': una
palabra que ya no tiene la connotación orgullosa que le dábamos en
los 70 a los curas de Villa La Cava", agrega Teresa.
"No sólo los chicos: también los maestros discriminamos —agrega
Fernando Neo, coordinador de la RAE—: muchos no quisieron trabajar
los videos porque decían que eran demasiado elevados para la
villa: más para escuelas de Barrio Norte", confiesa.
"Creo que esto muestra cómo faltan líderes sociales capaces de
reivindicar lo que uno es, y enseñar la solidaridad entre diferentes.
Este es el mal ejemplo de sectores dominantes que se han comportado
en forma altanera y despreciativa: un desprecio que los chicos
aprenden antes de caminar", explica Enrique Oteiza, director del
Instituto Nacional contra la Discriminación. Y entre los ejemplos
que han sido públicos últimamente están las banderas nazis que
flamearon en un partido de fútbol en Córdoba (ver Las
esvásticas...).
¿Cuál es la cura para estas heridas? "Desde que planteamos el tema,
resulta que mejoró el rendimiento de los chicos en clase.
Porque descubrieron que hay discusiones que les tocan de cerca, que
se pueden pensar y hablar con otros, y se comprometieron más con la
escuela", relata Magalí Casalongue, maestra del Santa María.
"Con los chicos vimos cuándo se es discriminado y cuándo es uno
el discriminador. Si la maestra dice 'vos no sabés, no servís' y
le sigue explicando al resto o si tu papá te trata de inútil. Pero
también vimos que hay discriminación cuando maltratamos a los
compañeros hasta que dejaron de venir a clase. De hecho, fuimos a
buscar a muchos a sus casas, a pedirles perdón. Y algunos
volvieron. El trato entre ellos cambió", relata Teresa Pellegrini.
El valor de experiencias como éstas, reproducidas tanto entre chicos
como entre los adultos, es generar —según los especialistas
consultados— realidades menos fragmentadas. "Hoy resurgen algunas
organizaciones villeras que van en esa dirección: dispuestas a unir
el rock y la cumbia, o a juntar paraguayos, bolivianos y argentinos
en una misma militancia —asegura Grimson—. Tenemos que entender que
aunque sean pocas, pueden crecer. Y que muestran que siempre hay una
salida. Que incluso en medio de las peores circunstancias, se puede
elegir un camino mejor."
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Fuente:
clarin.com
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