Sé lo que estás pensando: avanza una polémica tecnología capaz de
“leer el cerebro”
Es la pesadilla
del paranoico y el sueño dorado del poderoso. La vulnerabilidad
completa para uno, el control total para el otro. Una tecnología que
puede interpretar las ondas del cerebro, obteniendo la información que
allí se almacena, será desarrollada por la empresa Brain
Fingerprinting Co. en Colorado, Estados Unidos.
Aunque el invento llamado brain fingerprinting (aludiendo a las
huellas dactilares, pero del cerebro) tiene ya cuatro años, la
polémica sobre su utilidad y su uso se reavivó hace pocos días cuando
la agencia de noticias Associated Press informó que una compañía
estadounidense estaba considerando instalar en Colorado un centro de
entrenamiento en el uso de esta tecnología en el que trabajarán 300
personas.
El sistema ha sido desarrollado por el laboratorio
Brain Fingerprinting Laboratories, Inc.de Seattle, Estados Unidos,
bajo la dirección del Dr. Lawrence Farwell, un neurocientífico nacido
en esa ciudad que asegura que un test de este tipo puede ayudar a las
autoridades “a determinar la verdad en relación a un crimen o un acto
terrorista detectando información almacenada en el cerebro”. Nada más
oportuno en la Norteamérica post 11-S.
¿Cómo actúa? Se le muestran a un sospechoso escenas de un asesinato o
atentado para detectar si le resultan familiares. A través de unos
sensores se captan las ondas cerebrales que se producen frente al
estímulo de las fotos y un amplificador conectado a una computadora
que utiliza un software específico interpreta la reacción del acusado.
“Un sujeto que tiene conocimiento de la información que se testea,
emite una respuesta específica y mensurable conocida como P300/MERMER”
explica Farwell. Al contrario, quien carezca de registros sobre esa
información, no emitirá respuesta alguna. Así, “la tecnología puede
distinguir con precisión entre una persona inocente y un criminal o
terrorista al detectar el conocimiento de un crimen en el cerebro de
su perpetrador”, asegura el científico.
Los críticos de este método dicen que podría fallar si la persona
estudiada olvida detalles del crimen con el paso del tiempo. Ese es el
caso del profesor de psicología J. Peter Rosenfeld, del
Instituto para la Neurociencia de la Universidad Northwestern, en
Chicago (). Según Rosenfeld, los resultados del uso de esta tecnología
son cuestionables ya que el olvido de partes de la escena del crimen
harían desaparecer cierta información del cerebro, lo que volvería
impreciso al test.
Farwell contesta que la tecnología es “100 por ciento precisa” y que
“ha sido admitida en la corte como evidencia científica”. Para apoyar
sus argumentos, cita un caso en Iowa en el cual el brain
fingerprinting “ayudó a exonerar y liberar a un hombre que estuvo
preso 27 años por un crimen que no cometió”.
El caso de Jimmy Ray Slaughter genera desde entonces
controversias.
En el momento en que se aplicó la técnica de detección de ondas
cerebrales (año 2000), Farwell declaró "desde una posición
definitivamente científica” que el cerebro de Slaugther “no contiene
ningún registro de algunos de los más salientes detalles del asesinato
por el que ha sido condenado y sentenciado a muerte”.
Por eso, la esperanza de la compañía a punto de instalarse en Colorado
se funda en que el resultado del este test pueda ser aceptado
científicamente y sea una prueba legal en procesos judiciales, como
sucede con las pruebas de ADN.
Farwell fue seleccionado por la
revista
TIME entre los 100 innovadores del siglo XXI. Según información
del sitio web del científico, la tecnología también puede ser
utilizada para detectar Alzheimer. Por eso, el laboratorio está
esperando que el uso del brain fingerprinting como diagnóstico de esa
enfermedad sea aprobado por la Food and Drug Administration (www.fda.gov),
el organismo de gobierno que monitorea todos los medicamentos que
salen al mercado norteamericano.
Más allá de sus usos médicos, la admisión en el sistema judicial de la
tecnología para detectar información dada por las ondas cerebrales de
manera involuntaria, abre la puerta de uno de los últimos refugios de
la privacidad humana.
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