La dictadura los torturó, los mató y los sepultó en fosas comunes. Recién ahora empiezan a ser identificados. Un grupo de periodistas investigó el caso y realizó un impecable especial multimedia.

Las imágenes son impactantes. El relato es estremecedor. Las pruebas, irrefutables. Para empezar a armar el tenebroso rompecabezas hubo que esperar nada menos que 27 años y desenterrar los fragmentos de un centenar de esqueletos amontonados en las fosas comunes del cementerio del popular barrio de San Vicente, en la capital cordobesa. Una investigación antropológica y científica permitió identificar a uno de los desaparecidos inhumados. Su madre recibió los restos. Ahora se sabe cuándo, dónde y quiénes mataron al joven Mario Osatinsky.

“Las fosas de San Vicente son las más grandes del país; nadie podrá decir ahora que esto no sucedió”, explica Ana Mariani, la periodista del diario cordobés “La Voz del Interior” que llevó a cabo la investigación. Es sobre algunos de sus artículos que se basa “El horror está enterrado en San Vicente” (www.lavoz.com.ar/sanvicente/home.htm), un especial multimedia en el que la tecnología juega un papel fundamental pero que, sobre todo, cuenta una historia. El trabajo es una verdadera crónica del espanto que atravesó a la Argentina, y revela con argumentos científicos, periodísticos y humanos el brutal accionar de la última dictadura militar.

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