Cada vez más
empresas se preguntan qué hacer con los mensajeros instantáneos
¿Disminuyen
o potencian la capacidad productiva? ¿Distraen o conectan a los
empleados? Aquí, algunas opiniones sobre un tema que ya se debate con
fuerza en las oficinas porteñas.
En
los últimos años, los mensajeros instantáneos (MI) se fueron
afianzando como un nuevo medio de comunicación y una herramienta de
trabajo imprescindible para varios de sus cientos de millones de
usuarios de todo el mundo, incluidos los casi 5 millones de argentinos
que operan habitualmente este tipo de programas. En paralelo al
incesante crecimiento de los MI, muchas empresas argentinas pusieron
la lupa sobre el tema a fin de radiografiar el uso que sus empleados
hacen de esta herramienta en horario laboral. La conclusión es que los
departamentos de personal desconfían de sus posibles virtudes y, sobre
todo, temen las consecuencias que puedan acarrearles.
Darío Grossman, gerente de Infraestructura de Coca Cola Argentina,
reconoce que los empleados de la firma no están autorizados a usar los
MI. Aduce razones de seguridad, temor al contagio de virus
informáticos y estrategia "antispam". Sin embargo, la empresa sí
permite el libre uso del “Sametime”, su propio MI interno. “Todos los
empleados de Coca-Cola en todo el mundo tienen acceso a esta
herramienta. La ventaja es que se puede estar chateando con varias
personas al mismo tiempo sin tener que usar el teléfono, lo que
implica un ahorro importante en llamadas de larga distancia”, admite
Grossman. Y aclara: “Estamos conectados a un servidor seguro y
auditado”, dice.
La de Coca Cola es la postura dominante entre las empresas de primera
línea que operan en el país; entre ellas, Visa, Aguas Argentinas y
Renault, que se resisten a tolerar la invasión de los MI externos. En
Fiat, en cambio, todo es diferente: la intranet se aplica al a la
comunicación permanente entre las filiales de Córdoba y Buenos Aires,
pero los empleados también pueden utilizar los MI de Internet: “No
tenemos ninguna política específica al respecto, porque no perseguimos
el control permanente de los empleados”, afirma Javier Bernengo,
director de Relaciones Externas de la empresa. Todavía un poco más
allá están las compañías que no sólo no prohíben sino que, además,
promueven la utilización de los MI externos.
Para Pedro Jáuregui, presidente de Global Trade Solutions, los
mensajeros “significan estar en constante comunicación con nuestros
clientes, de una manera económica y práctica”. Jáuregui reconoce, sin
embargo, que sus empleados pueden usarlos con fines extralaborales.
Pero es un riesgo que decide correr, al igual que Pablo Lerner,
comunicador social y coordinador de Area de la Universidad de Buenos
Aires (UBA), quien alienta su difusión “porque son una herramienta de
comunicación rápida y efectiva para gente que no comparte el mismo
espacio físico”. Nacidos en 1996 y ofrecidos de manera gratuita por
numerosas y encumbradas firmas de Internet, como Microsoft, Yahoo! y
América OnLine, el uso empresarial de los MI depende, en muchos casos,
de la magnitud de la compañía.
Eso entiende Víctor Aimi, gerente de Comunicación de Microsoft. “Las
compañías grandes suelen tener una infraestructura que requiere una
política de uso de herramientas informáticas más rigurosa que la de
las empresas chicas, en las que los MI están más extendidos. Por eso,
los grandes prefieren los sistemas de mensajería interna”. Para Aimi,
limitar el uso de los MI es como restringir el uso del teléfono. “Si
la empresa quiere confidencialidad, no limita la tecnología; firma
acuerdos con sus empleados”, dice. Para Diego Levis, profesor de
Teoría de la Comunicación en la Universidad de San Andrés, las
empresas que prohíben el uso de los MI desechan una importante
herramienta de trabajo: “En relación a otros medios, como el teléfono,
el mensajero deja constancia de lo conversado”, destaca.
En la otra vereda, Osvaldo Mauro, gerente de sección informática del
Hospital Británico de Buenos Aires opina todo lo contrario: “Los MI
disminuyen la capacidad productiva. Al principio resultan una
herramienta interesante, pero, después, se vuelven ineficientes,
porque hay demasiada participación de mucha gente”. Ante este
panorama, Carlos Palotti, presidente de la Cámara de Empresas de
Tecnologías de la Información (CESSI), subraya “la disparidad de
criterios entre las empresas del país”, aunque admite que, hasta el
momento, no se han realizado estudios sobre la cuestión. Lo cierto es
que, a medio camino entre abrir sus redes a Internet y prohibir el uso
de los MI, las “grandes” instalan sus propios mensajeros. Mientras
tanto, las “chicas”, como siempre, hacen lo que pueden.
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