BOCA 1 - SAN
LORENZO 0: EL EQUIPO DE BIANCHI ESTIRO LA DIFERENCIA A SIETE PUNTOS
CON UN PARTIDO MAS
Era el
partido clave. Boca quería la victoria para despejar el camino hacia
el título del Apertura. San Lorenzo, para meter presión y quedar a
tiro del mismo sueño. Y habían sobrado gestos y palabras en los
últimos 10 días, desde que el equipo de Bianchi diera el golpe en el
Monumental. Con el nombre de Carlos Tevez en el centro de la escena.
La Copa Intercontinental, la obligación con el Sub 20 que viajaba a
Emiratos Arabes. Que sí, que no, que Grondona, que el Comité
Ejecutivo, que reclama Boca, que se quejan los otros, que se recurre a
la Justicia. Mientras, Tevez seguía ausente por su lesión. Y
San Lorenzo quedaba herido por las múltiples
citaciones juveniles.
Era el partido clave. Y lo ganó Boca con un gol del brasileño Iarley.
Y se le despejó el camino hacia el título. Un viejo
refrán-mito del fútbol dice que las finales hay que
ganarlas y no merecerlas. Que no importan los cómo. Sin que nadie
explique hasta dónde alcanzan las inten ciones de querer ganar —por sí
mismas— para lograrlo. Lo cierto es que el encuentro tenía perfil de
final. Y lo ganó Boca, merecidamente, en un desarrollo
de muy escaso nivel técnico, friccionado, conversado, con dos
expulsados en San Lorenzo (Diego Capria y Morel Rodríguez), con un
árbitro —Daniel Giménez— de actuación despareja, que acertó con
las tarjetas rojas pero que abusó de las amarillas y que se mostró
condicionado luego de las expulsiones para sancionar con
el mismo rigor del comienzo.
Los dos arrancaron debilitados. Claro, Boca sin la
presencia de Tevez, había arrasado a River con este mismo equipo. San
Lorenzo extrañaba a Gonzalo Rodríguez y a Montillo (con el Sub 20), y
a Carreño quien por una cláusula contractual no podía enfrentar al
club que es dueño de su pase. Y jugaron, al cabo, como equipos
debilitados. Se respetaron mucho en los primeros minutos. Los
visitantes mostraron una mejor imagen, apenas. Porque hicieron
circular la pelota con más prolijidad por el medio, pero sin inquietar
a Abbondanzieri. Acosta quedaba aprisionado por la
marca alternada de Schiavi y Burdisso y al chico Luna no le alcanzaba
con su habilidad solitaria. Boca parecía una sombra del equipo que se
floreó ante River. Battaglia, en duda hasta último
momento, transmitió en su rendimiento su falta de plenitud física.
Iarley hacía una bien y una mal, lejos del nivel recuperado. Y Donnet,
circulando por el lateral derecho, como puntero, dejaba dibujado un
esquema de 4-3-3, diferente del habitual en Boca. Colautti no entraba
en frecuencia. Entonces, esa media hora inicial se pareció a un
fiasco futbolero representado, justamente, por los dos equipos de
mayor puntaje en el torneo. Al final de la etapa tuvo Boca algunas
situaciones favorables como para desequilibrar el marcador. Tres veces
estuvo Donnet con chances de marcar y un cabezazo de Iarley salió por
arriba del travesaño.
El partido empezó a definirse apenas iniciado el complemento.
Diego Capria cometió un exceso incomprensible para un jugador maduro:
luego de un forcejeo con Iarley le tiró un puntapié desde atrás, entre
las piernas. Que no fue violento, es cierto, pero que no tenía otro
remedio que la expulsión. Once contra diez, Carlos Bianchi lo hizo
ingresar al mellizo Guillermo (después de 81 días de ausencia) en
lugar del colombiano Perea. Boca se plantaba para el triunfo. San
Lorenzo empezaba a conformarse con un empate que no le convenía.
Hasta que llegó el gol de Iarley. Lo habilitó un largo pelotazo de
Clemente Rodríguez. El brasileño dominó el balón, encaró hacia Ramírez
y resolvió cruzando el balón al palo derecho.
Todo el compromiso le quedó a San Lorenzo, entonces. Y,
paradójicamente, creció el rendimiento de Iarley en los contraataques,
aunque el Mellizo pagara el precio de su larga
inactividad. Gorosito apostó a los cambios ofensivos. Ya estaba el
habilidoso Cornejo, entró Román Díaz por Barrientos. Se animaba, a
pesar de la inferioridad numérica. Pero Morel (estaba amonestado) lo
derribó mal a Iarley. Recibió la segunda amarilla, y la roja. Once
contra nueve era demasiado. Boca pudo estirar la diferencia (Iarley y
Guillermo tuvieron oportunidades) pero prefirió regular. Significaba
mucho la victoria como para ponerla en riesgo.
Y así pasó la historia del promocionado Boca-San
Lorenzo. Boca, aún lejos del verdadero Boca, dio el paso decisivo. El
debilitado San Lorenzo quedó en el camino. Era una
final y no hay reclamo.
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