El
Orgasmatron.
En Estados Unidos están
probando un artefacto implantable y capaz de provocar en las mujeres
una sensación similar al orgasmo.
(Clarin) El gobierno autorizó a su creador, que lo bautizó "orgasmatrón",
a hacer los ensayos en pacientes. Ya lo usó con éxito una mujer con
dificultades. Y ahora están buscando más voluntarias para probarlo.
¿ Con problemas para tener un orgasmo? En los Estados Unidos, intentan
probar una solución drástica: la Administración de Drogas y Alimentos
dio el sí para que se ensaye con un dispositivo que dispara el orgasmo
cuando se lo implanta en la columna de las mujeres. Aunque la
experimentación suena "excitante", aún no se presentaron voluntarias.
La idea del aparato en cuestión fue de un médico estadounidense y
especialista en dolor, Stuart Meloy, quien dos años atrás patentó el
¿tratamiento? Ahora, está buscando voluntarias que se animen a usarlo.
El dispositivo recibió el nombre popular de "orgasmatrón", por el
nombre de un aparato similar que aparecía en la película Barbarella
(1968), con Jane Fonda como heroína.
El método consiste en el implante de unos electrodos en la espina
dorsal, que van conectados a un artefacto (muy parecido a un
marcapasos) que se coloca bajo la piel de la mujer.
Desde un control remoto, se pueden mandar señales eléctricas para que
se activen nervios y se gatille —finalmente— el orgasmo en el cuerpo
de las mujeres. Quizá —reconoció el inventor a la revista New
Scientist (www.newscientist.com)—, el dispositivo también serviría
para los varones.
Meloy dijo que pensó el método para "ayudar" a mujeres que tienen un
tipo de disfunción sexual, la anorgasmia, que se caracteriza por la
incapacidad para tener un orgasmo durante una relación sexual, un
momento tan sublime para las mujeres como misterioso para los hombres.
Pero claro que el "orgasmatrón" de Meloy resulta hoy un poco caro
(especialmente para los bolsillos argentinos): costaría unos 13.000
dólares si estuviese a la venta. Es decir que, para las mujeres, dar
el consentimiento para implantarse un "orgasmatrón" implicaría no sólo
un costo alto en dinero sino una intervención invasiva en su cuerpo.
Hasta el momento, sólo una mujer se animó a probarlo. Y, según contó
el inventor (la versión de ella no se dio a conocer), parece que el
dispositivo le "funcionó" muy bien.
Lo usó una mujer casada que no había tenido un orgasmo durante los
cuatro años anteriores a la aplicación. Se lo implantaron durante
nueve días y consiguió tener varios orgasmos. "Ella incluso me dijo
que había tenido sus primeros orgasmos múltiples de su vida utilizando
el dispositivo", comentó el doctor Meloy, quien trabaja en un centro
especializado en anestesiología y medicina del dolor, en Winston-Salem,
en Carolina del Norte.
Precisamente, por su especialidad fue que el doctor Meloy dio con la
idea de desarrollar el "orgasmatrón". Años atrás, estaba en el
quirófano practicando una operación de rutina para aliviarle un dolor
a una mujer.
Se trataba de una práctica invasiva por la cual se introducen dos
electrodos en la espina dorsal de los pacientes y empiezan a mandar
impulsos eléctricos que contrarrestan el dolor.
Durante esa ocasión, la mujer pudo pasar del dolor al extremo
contrario. De repente, exclamó cierto gemido. El médico le preguntó
qué le pasaba. Y ella le respondió graciosamente: "Usted le va a tener
que enseñar a mi marido cómo hacerlo".
Si bien otros especialistas saben que esa práctica contra el dolor
puede generar un orgasmo, fue el doctor Meloy quien —nada lento—
alcanzó a patentarlo primero. Específicamente, sugirió su uso para
tratar la disfunción sexual femenina.
Incluso, salió a ofrecer su "invento". Lo conversó con la empresa
Medtronic, dedicada a las tecnologías médicas. Pero la compañía perdió
interés en el dispositivo y Meloy decidió seguir solo en su negocio.
Desde hace dos años, muchos argumentos en contra del "aparato" se han
esbozado. Algunos le señalan que implica un procedimiento riesgoso,
aunque Meloy responde que no es más peligroso que una inyección
peridural.
Marca Sipski, de la Universidad de Miami, que investiga mujeres con
daño en la espina dorsal, le cuestionó: "¿Por qué hacerlo de manera
invasiva si puede intentarse con un vibrador?"
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