Revolución en Irán:
un profesor de teología abrió una agencia matrimonial en Teherán
Hacen fila
desde que abre la oficina, a las 9 de la mañana, hasta que cierra, a
las 7 de la tarde. Durante todo el día, los jóvenes, estudiantes
universitarios en su mayoría, van y vienen sin parar a la casa de
Ardabili. Hay muchas mujeres. La que hace los honores de la casa es
una señora sonriente, que además es la esposa del jefe. Mientras la
radio pasa viejas canciones, los chicos se acomodan en los lugares
asignados dentro de la pequeña sala de la casa familiar y llenan con
diligencia y en silencio los extensos formularios. Es el primer paso
que hay que dar para acceder a la mujer o al marido soñados.
Más de uno dirá que no le parece romántico, pero tampoco es tan
extraño. Y, sin embargo, en Teherán, capital de Irán y una de las
ciudades madre de la ortodoxia islámica, una oficina como esta no sólo
es única sino que, además, raya en la herejía. Si no fuera porque el
jefe es Jaffar Savalanpour Ardabili, un profesor de teología shiita de
38 años que tiene todas las credenciales (y las expone para la
aprobación pública), la iniciativa ya habría sido censurada. Es que,
en Irán, la revolución islámica de 1979 llegó a prohibir las citas
amorosas. Y ni qué hablar del adulterio, un delito severamente
castigado...
Aunque después de la elección del presidente moderado Mohammad Khatami,
que gobierna desde 1997, muchas restricciones se aflojaron, las reglas
sociales siguen estrechamente codificadas: los matrimonios son
decididos por las familias y las mujeres no tienen derecho a veto. “No
me haga sentir como una celestina,” le dijo Ardabili a un periodista
de “The New York Times”. El hombre es cuidadoso y aclara sus
competencias para no generar sospechas sobre su actividad, de espíritu
tan laico y occidental: “Sólo quiero ayudar a la gente a encontrar el
equilibrio y la felicidad ”. Eso significa: matrimonio e hijos.
La idea de abrir una agencia matrimonial nació hace 3 años y, en los
últimos tiempos, gracias a la atención de la prensa local e
internacional, el negocio de Ardabili creció a tal punto su página de
Internet (www.ardabili.com)
debe ser desactivada varios días al mes para frenar la recepción de
inscripciones. Se trata de una actividad sin fines de lucro, de una
agencia de consulta para los jóvenes a los cuales se les dan consejos,
según el sitio, “sobre problemas económicos, sociales y culturales”.
Pero los contactos surgen en el capítulo “facilitar los encuentros de
los jóvenes”: virtuales en el sitio, “en vivo” en la oficina de
Teherán.
En Irán, dos tercios de la población tiene menos de 25 años. Es
bastante lógico, por lo tanto, que en la oficina de Ardabili haya una
multitud de chicos y chicas que responden a preguntas como, por
ejemplo, “¿Qué tipo de matrimonio aspira tener?” o “¿Cómo se posiciona
frente a la idea de que tu marido/mujer trabaje tantas horas?” Los
costos de los servicios son bajos (7 dólares para “abrir el caso”),
pero muchas de las ganancias provienen de las generosas donaciones que
numerosas parejas que se conocieron a través de Ardabili hacen a su
“mentor” nupcial. Ardabili no sólo agradece, más aún, pide que la
gente se inscriba en sus listas.
Todo comenzó cuando, en 1996, un estudiante iraní, Mahmoud Etemadar se
acercó a Ardabili, que entonces trabajaba en la universidad de
Teherán, para confesarle su amor desesperado por la bella Elaheh. Las
familias se oponían al romance y, entretanto, Elaheh fue trasladada
con su familia a Dubai. Un obstáculo insignificante para Ardabili,
quien se tomó un avión a los Emiratos Árabes para negociar con la
potencial familia política de Mahmoud, y después a Shiraz, en el sur
de Irán, a la casa de los padres del pretendiente. ¿Resultado? Una
foto, en la que Mahmoud y Elaheh aparecen sonrientes, recién casados.
Desde entonces, Ardabili lleva concretadas 180 uniones; la última,
entre la iraní Afsaneh, de 30 años, y un dentista noruego de 38. ¿Cómo
se inició? Afsaneh no quería casarse con el marido que su familia le
había elegido y pretendía irse al exterior. Ardabili tomó su archivo y
lo hojeó hasta encontrar la ficha del noruego. Llamadas telefónicas y
correos electrónicos mediante, el dentista voló a Teherán para
conocerla. Y nació el amor. Al principio, la familia de la chica se
mostró muy dura. Pero al ver que el celestino era tan religioso,
cedió. Y ahora Afsaneh espera que le entreguen su documentación para
encontrarse con su rubio novio, en Noruega, muy pronto.
Esta, además de ser una de las muchas historias tejidas por Ardabili,
es también una muestra de que algo está cambiando en la sociedad
iraní. Y Ardabili es parte y símbolo de ese cambio. Más del 60 por
ciento de los estudiantes que se inscribieron este año en las
universidades iraníes son mujeres y la mitad de los graduados,
también. Con niveles de instrucción en aumento, las mujeres empiezan a
pedir un papel más activo en la sociedad, un mayor control de sus
vidas privadas y a evaluar la posibilidad, como sugiere el celestino
religioso, de que “la felicidad no sea un sueño sino un derecho”.
Traducción de Cristina Sardoy
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