EE.UU.: De la mano
de Tarantino, las mujeres violentas copan la pantalla y ganan millones
En “Kill Bill”, la nueva
película del director de “Pulp Fiction”, las mujeres no sólo son súper
violentas, sino que no escatiman crueldad. ¿Un triunfo del género o
simple sumisión, por imitación, al modelo machista campante?
En
la semana siguiente a la que Arnold Schwarzenegger resultó gobernador
electo de California, Estados Unidos, la película más vista en los
cines de Norteamérica fue “Kill Bill: Vol.1”, de Quentin Tarantino. La
proximidad de ambos acontecimientos vuelve tentadora la posibilidad de
leerlos como una parábola nada caprichosa que relaciona la situación
de la mujer, la violencia doméstica y la industria del cine.
Schwarzenegger construyó su popularidad sobre la base de una serie de
personajes tan violentos como fuertes, y luego explotó su construcción
para montar su campaña para gobernador. En la tribuna pública, muchas
veces apeló a frases de sus películas. Y, a pesar de las oportunas
acusaciones de 16 mujeres a las que el actor devenido en político
humilló sexualmente, obtuvo el 43 por ciento de los votos femeninos en
disputa.
En “Kill Bill”, que se estrenó tres días después de la elección, las
mujeres ascienden a un nivel de brutalidad antes reservada a los
personajes masculinos como los que hicieron famoso a Schwarzenegger.
En la película hay mujeres que hacen volar piernas, rodar cabezas y
brotar sangre en tres colores de rojo. En una de las escenas, vestida
de colegiala, la actriz Chiaki Kuriyama le pregunta a un hombre si
quiere tener sexo con ella. Cuando el hombre dice que sí, lo apuñala:
“¿Todavía tenés ganas de penetrarme?”, le pregunta, hundiendo un poco
más el cuchillo. “¿O soy yo la que te penetra a vos?” “Kill Bill” es
la última en una serie de filmes y programas de televisión en los que
aparecen mujeres salvajes blandiendo armas. Desde las “Chicas súper
poderosas” hasta la serie “Alias”, de la cadena ABC, las mujeres
causan estragos a “a lo macho”.
El mensaje de Hollywood es claro: “Has recorrido un largo camino,
muchacha. Ahora tienes que matar a alguien”. Durante la semana pasada,
la sangrienta película de Tarantino recaudó 31 millones de dólares y
su conexión entre la violencia que se observa en la pantalla y su
efecto sobre el público se reflejó en la taquilla. Aproximadamente, el
40 por ciento de las personas que compraron entradas para ver el
estreno fueron mujeres. Tratándose de una película en la que,
literalmente, los personajes pierden la cabeza, “es un porcentaje
femenino muy alto”, dijo Paul Dergarabedian, presidente de Exhibitor
Relations, la firma que registra las cifras de todas las boleterías.
Rachel Watkins, una agente de bienes raíces de Houston, EE.UU., dijo:
“Quiero volver a verla, esta vez son mi hija de 15 años. Las chicas
tienen que ver esta película en lugar de las tonterías que miran...”
“La agresión que se ve en pantalla refleja una tendencia que se
observa aún más claramente en la cultura en general”, dijo Martha
McCaughey, quien ha investigado la violencia femenina en el cine y
ahora diseña programas de autodefensa para mujeres. La cantidad de
señoritas que practican artes marciales, boxean, disparan y escuchan
discos de Courtney Love u otras “chicas duras” viene aumentando desde
hace décadas. Es natural, entonces, que haya más mujeres que se
sienten a gusto con este tipo de personajes, más agresivos que
víctimas. Claro que, en el caso de “Kill Bill”, el público sabe que la
película no toma la violencia en serio. Como algunos de los otros
filmes del irónico Tarantino, “Kill Bill” también se refiere a otras
películas, sobre todo las más violentas y exitosas de la historia
reciente.
En cambio, el tipo de violencia de “Los ángeles de Charlie”, por
ejemplo, se parece más a un juego de computadora o a un video de
música. Y lo que se ve en las series de televisión “Buffy” o “Charmed”
también es distinto: las mujeres tienen poderes sobrenaturales,
algunos de ellos de inspiración violenta, en ambos casos combinados
con vestuarios muy “cool”. Estos personajes le permiten a las
espectadoras dar rienda suelta a su furia a través de sus colegas de
sexo y, en ese sentido, las películas como “Kill Bill” son una buena
catarsis. “En la cultura popular, el poder se representa a través de
la violencia: el más poderoso es quien más habilidad tienen para
patear, golpear o dispararle a su adversario”, dice Henry Jenkins,
director del programa de estudios comparativos de medios en el
Massachusetts Institute of Technology (MIT), de los EE.UU.
Los personajes que, al menos en la pantalla, hacen volar cosas por el
aire pueden funcionar como imanes corporativos o políticos, como el
caso de Schwarzenegger. Pero, aún en estos papeles violentos, las
heroínas de la pantalla no pueden tenerlo todo. A diferencia de los
clásicos héroes de acción, casi todos hombres, que demuelen ciudades y
asesinan a sus contrincantes para quedarse con la chica, las
protagonistas de “Kill Bill” y de “Los ángeles de Charlie” no se
desprenden de sus armaduras por amor. Ellas son, como la asesina
protagonizada por Kuriyama, literalmente impenetrables, en el amor o
en la guerra. El público sigue respetando el prejuicio victoriano de
que el acto sexual compromete a las mujeres. Se supone que aquellas
mujeres que ejercen su sexualidad están rindiéndose ante el dominio de
los hombres”, dijo Jenkins.
Ann Kearney-Cooke, que dirige el Instituto de Psicoterapia de
Cincinnati, EE.UU., dijo que, en realidad, estas caracterizaciones de
mujeres violentas y poderosas, muchas veces creadas por hombres,
debilitan a las mujeres en el mundo real. “Lo que sucede es que, a
medida que las mujeres ganaron poder económico y político, el mensaje
fue: ‘Para ser exitoso, hay que ser como los hombres’. Esta actuación
híper masculina es una glorificación de los hombres y no de las
mujeres...”, dijo Kearney-Cooke. Como sucede en el caso de las
películas de Schwarzenegger, la verdadera estrella de “Kill Bill” es
la violencia y no quienes la generan, que finalmente funcionan como
extensiones del diseño de producción y hasta excusa para justificar
los cada vez más presentes efectos especiales.
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