Las
10 mentiras más famosas sobre la piratería. Primera mentira: el propio
nombre.
La elección de las palabras no suele
ser casual sino que se hace cuidadosamente para suavizar o agravar la
realidad que se nombra.
Es por eso que algunas palabras se visten de gala para salir por
televisión y así consiguen que desaparezcan las guerras que se
convierten en intervenciones militares donde hay efectos colaterales,
que es el nombre que reciben los que saltan por los aires sin saber de
qué va la cosa cada vez que hay una incursión aérea. Ya no hay paro en
el paradisíaco mundo del eufemismo sino que hay tasa natural de
desempleo, no hay pobres sino carentes y no hay ricos sino pudientes.
Desaparecieron las clases sociales a pesar de que están los que se
quedan sin dientes porque la seguridad social no cubre el apaño (los
dientes dejaron de ser necesarios en el momento en el que se
inventaron los sorbetes y la sopa de ajo) y están los que se los ponen
de oro por capricho. “Políticamente correcto” es como se llama al
disfraz que se pone la realidad para salir por televisión.
Cuanto más leo los periódicos menos preocupado me siento por mis
problemas, porque ahora sé que mi economía familiar no se va al garete
como creía sino que experimenta un crecimiento negativo y los ricos
que me roban por el camino para que eso ocurra no son ladrones sino
cleptómanos que se enriquecieron por un golpe de suerte, es decir, que
se enriquecieron como por arte de mafia.
Por el contrario, cuando de lo que se trata es de que la sociedad
perciba con recelo una realidad social que por ahora le resulta
inofensiva no hay nada mejor que cambiar el lenguaje y colocarle la
palabra adecuada. Y es por eso que aparece en escena la palabra
“pirata” que es como se llama a los que se descargan, entre otras
cosas, música de Internet. El hecho de establecer una equivalencia
moral entre la persona que se descarga una obra protegida por
copyright de la red y aquellos tipos con parches en el ojo que
asaltaban los barcos y los saqueaban tras asesinar a su tripulación no
es, obviamente, una casualidad sino que tiene el mismo objetivo que
los eufemismos: cambiar la percepción que se tiene de la realidad.
Si mezclan los eufemismos con las exageraciones se dan cócteles
realmente explosivos. Para Ismael Serrano bajarse un disco de Internet
es piratería y comprarlo en El Corte Inglés es un “acto de
militancia”. Para la televisión bajarse un disco de Kiko Veneno es
piratería pero si los intermediarios se quedan con el 97% de los
beneficios que genera ese cantante no se trata de piratería sino de
una “mala negociación del contrato”. Para Kamil Idris, director
general de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI),
"la copia ilegal de Cds o piratería es como el terrorismo" y "puede
ser una cuestión de vida o muerte", pero llama a los países del
"Tercer Mundo" países "en vías de desarrollo" que es como "llamar
bajitos a los enanos" como dice, y bien dice, Eduardo Galeano.
Las trileros del lenguaje marean las palabras para refundar un idioma
a su medida y una vez que se acepta como algo normal la palabra
"piratería" para designar a las descargas de la red ¿quién se atreve a
defenderlas? Las connotaciones de la palabra son lo suficientemente
negativas como para que la frase "yo estoy a favor de la piratería"
suene a demencia senil y ya puedes tener todo un cargamento de
argumentos para justificar algo como eso.
Leo en el libro "El Estilo del Periodista" que Manuel García Pelayo,
el que fuera presidente del Tribunal Constitucional, escribió que "la
palabra domina un determinado ámbito de la realidad, de donde se
desprende que quien posee la palabra adquiere un dominio sobre ese
ámbito". Bien sabe esto el poder que usa los medios de difusión masiva
para cambiar la realidad rebautizándola.
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