Cenar abundante aumenta la
tendencia a subir de peso
Un antiguo
refrán aconseja que, para conservar la salud, "hay que desayunar
como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo"
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Un trabajo de la
Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), que se presenta hoy en el XV
congreso de la especialidad, en un hotel con vista al mar, corrobora
que las abuelas estaban en lo cierto: los que hacen de la cena su
comida más importante tienen más tendencia a engordar que aquellos
que reparten el consumo calórico en raciones más parejas. Además,
tienen más cintura y, por ende, más riesgo coronario.
Las evidencias surgen de una encuesta realizada a 1291 individuos de
todo el país a los que se les consultó cuál era, a su juicio, la
principal comida del día, y se les midieron algunas variables
antropométricas, como el perímetro de cintura. Para el 65,1%, la
cena resultó ser la principal comida del día; sólo el 0,8% eligió el
desayuno. La cintura resultó significativamente mayor en los
primeros.
"Cuando analizamos los resultados, nos llamó mucho la atención la
correlación altamente significativa que había entre el perímetro de
la cintura y lo que se declaraba como comida principal", comenta el
doctor Daniel De Girolami, presidente de la SAN y uno de los autores
del estudio.
Hace tres años que la SAN tiene un programa de vigilancia
nutricional que pone en práctica una "armada" de encuestadores. "La
mayoría son socios de la institución, médicos y licenciadas en
nutrición que viven en distintos puntos del país -detalla De
Girolami-. En esta investigación relevamos algunos hábitos
alimentarios y mediciones antropométricas: peso, talla,
circunferencia de la cintura y del brazo. Esta conclusión surgió del
primer cruce de datos que nos pareció interesante."
El trabajo no es estrictamente un estudio epidemiológico -en el que
la selección de encuestadores se hace con una técnica especial y
entrenamiento ad hoc, y exige un muestreo al azar según criterios
estadísticos para proyectar el resultado a la población general-,
sino lo que se llama técnicamente un registro. "Sin embargo -agrega
De Girolami-, cuando éste incluye a un alto número de personas, da
una aproximación muy acertada."
A lo largo del día
Desde el punto de vista médico, entonces, parece no haber lugar a
dudas: todo indica que es preciso distribuir la alimentación en
forma homogénea a lo largo del día porque las sobrecargas calóricas
multiplican los riesgos. Repartir la alimentación en varias comidas
pequeñas en lugar de realizar pocas y abundantes ofrece beneficios
para el control de la glucosa sanguínea, los lípidos y la
acumulación de grasas que se conocen desde hace 60 años, aunque los
mecanismos que lo explican no se comprenden bien.
Por ejemplo, se sabe que la omisión del desayuno altera las
concentraciones de grasas en ayunas y la sensibilidad posprandial a
la insulina. En un estudio reciente se encontró que quienes omitían
el desayuno tenían 4,5 veces más riesgo de ser obesos que aquellos
que lo consumían regularmente.
También se observó un incremento en el riesgo de obesidad en los
individuos que realizaban la cena o el desayuno habitualmente fuera
de sus casas. Con respecto a la frecuencia de comidas, los sujetos
que reportaron cuatro o más por día experimentaron un 33% menos de
riesgo de sobrepeso.
"Si la comida importante es el desayuno, uno tiene más
probabilidades de quemar esas calorías durante el día -explica el
especialista-. El horario en que uno se sienta a la mesa influye no
por el horario en sí, sino por la actividad posterior. Cuanto menos
se sobrecarga el organismo, más desahogada es la situación
metabólica. Uno de los factores que influyen es el aumento de los
niveles de glucosa e insulina en sangre que se producen después de
las comidas (hiperglucemia e hiperinsulinemia posprandial). Si uno
camina o tiene otras actividades después de comer, buena parte de
esa glucemia se consume. En cambio si se va a dormir, tiene un gasto
metabólico más bajo, entonces esa glucemia posprandial favorece la
formación de depósitos de grasa. Cuando se llega a un punto de
exacerbación, en personas que tienen antecedentes familiares de
diabetes, obesidad visceral o abdominal, y sedentarismo importante,
ese proceso desemboca en el síndrome metabólico."
Y concluye: "No es el horario lo que hace que lo que uno come de
noche engorde más que lo que come de día, sino la actividad
posterior a la comida."
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Fuente:
http://www.derf.com.ar
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