PALERMO SALVO A BOCA Y
LO PUSO EN LA PUNTA
Perdía 1-0 y era
superado claramente por un Huracán de Tres Arroyos que no supo
liquidar el partido. Pero apareció Palermo y convirtió dos goles
para sellar un triunfo increíble
Es necesario
aclararlo de movida: Boca no sólo no mereció ganar sino que
mereció perder. Fue superado por su rival, el modesto y digno
Huracán de Tres Arroyos, en la mayor parte de los noventa minutos.
Estuvo contra las cuerdas, groggy, más de una vez (en
realidad, Huracán le perdonó la vida). Llegó apenas un puñadito de
veces hasta el arco de Pardal y jamás con claridad ni con
profundidad. Nunca supo a qué jugar (¿lo sabe ciertamente?). Cambió
por completo de esquema de un tiempo a otro para no cambiar casi
nada —salvo el resultado, un milagro—. Falló la estructura colectiva
y fallaron las individualidades. Escuchó gruesos silbidos de su
propia gente al término de su pésimo primer tiempo. Y escuchó,
también, un par de ruidosos reclamos más: aquello de "movete,
dejá de joder" y aquello otro de "hay que poner un poco más
de huevo". Para redondear el panorama: Boca, seguramente,
debe haber jugado el peor partido de la era Brindisi.
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Pero... Boca
ganó. Y se subió a la punta, junto a River y a Vélez. ¿Cómo se
explica su más que opaca victoria? Con un solo argumento, una
exclusiva razón: el viejo olfato goleador de Martín Palermo.
El gigante rubio apareció cuando más falta le hacía a Boca, sacudió
la red de Huracán con dos goles que fueron triunfo y se fue con la
ovación (la única, obviamente) de la tarde: la gente le agradeció
que, al menos en un par de ocasiones, pudo gritar de felicidad,
desahogarse... Ahí está la enorme diferencia para explicar una chapa
increíble: Boca dispuso de un goleador de aquellos; Huracán,
que construyó ocho chances netas para liquidar el asunto, no
supo ni pudo traducir semejante superioridad en la red del
dubitativo Abbondanzieri. Claro, cómo no iba a estar nervioso el
Pato si adelante tenía una defensa que hacía agua por todos los
costados...
Huracán sorprendió enseguida a Boca. Porque no se acurrucó
atrás, porque salió a pelearle la pelota en la zona central, porque
la manejó mucho mejor —especialmente por el talentoso Jorge
Izquierdo— y porque lo taladró en contraataque con la
velocidad de Gabriel González y la búsqueda de Claudio García. Y fue
el propio González el que acalló la Bombonera, allá por los 4
minutos, cuando cruzó un derechazo medido —gran habilitación de
Izquierdo— al palo más lejano de Abbondanzieri. Ahí empezaron a
vislumbrarse los problemas (insolubles) de Boca a la hora de
defender. ¿Cómo nació la maniobra del gol de Huracán? En una pelota
que perdió Palermo en su campo y que tomó completamente
desequilibrado al resto. Tanto que la punzante réplica fue de dos
contra dos... Así defendió Boca. Mal, muy mal.
Tevez, sin respuestas físicas (está agotado por el maratón de
partidos, pero Brindisi igual lo sigue incluyendo), no fue Tevez.
Y Boca, sin Tevez en su real dimensión, tampoco es el mismo Boca.
Cagna, como enganche, no tocaba la pelota. No había desequilibrio.
Ni ideas ni llegadas ni precisión. El toque de Huracán enloquecía
a un Boca desorientado. Pero el cuadro de Tres Arroyos lo
perdonaba una, dos, tres, cuatro veces... Demasiadas para no
sufrir después.
Brindisi, como ante Gimnasia, pateó el tablero para la reanudación.
Excluyó a los dos laterales (Alvarez y Calvo) y al chico Ormazábal;
hizo entrar a Matellán, Cascini y Cangele. Armó una línea de tres
defensiva (César González, Traverso, Matellán); un medio con Cagna,
Cascini, Ledesma (más adelantado) y Guglielminpietro; y un trío
ofensivo integrado por Tevez, Palermo y Cangele. Boca mejoró un
poquito, sólo eso, de tres cuartos en adelante, ayudado por un
riesgoso retroceso de Huracán. Pero atrás repitió invariablemente
las invitaciones a ser atacado por cualquier sector.
Boca, con más decisión para ir por la igualdad, chocaba
contra su escasez de variantes cuando debía enfilar hacia los
dominios de Pardal. Pero Boca tiene a Palermo... Y a los 19,
Martín la recibió de Tevez y clavó un zurdazo rasante, junto al
poste derecho de un arquero que se tiró tarde. Y a los 28,
Guglielminpietro —lo mejor que hizo— desbordó por izquierda y lanzó
un centro al corazón del área; Gómez fue a cubrir al Guly y
se olvidó de Palermo. Martín saltó solo. Y si salta solo...
Cabezazo bombeado, adentro. Alarido de un Boca líder e
incomprensible.
Fuente: CLARIN.COM
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