ELIMINATORIAS: CON EL 3-0 DEL PRIMER TIEMPO ANTE
URUGUAY, EL EQUIPO DE PEKERMAN CASI DEFINIO EL CLASICO
"Era el partido
de todas las preguntas. El de la expectativa favorable en lo previo,
pero el de las incógnitas al por mayor. Y la Selección tuvo
respuestas para casi todo.
Las más contundentes las entregó en la primera parte, cuando
ratificó que el estilo no se negocia, armó cinco llegadas
fantásticas y definió en tres, casi sentenciando el partido.
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Ya a los cinco
minutos el equipo metió un triple toque por izquierda (Figueroa-Saviola-Sorin)
para que el golazo de Lucho González silenciara el griterío que
metían miles de uruguayos en la platea Centenario. Lo que no sabía
hacer ese casi pasivo hincha de la Selección (bien distinto al del
fútbol doméstico) lo puso desde adentro el equipo de Pekerman. Y ese
gol además selló el mensaje más contundente. Su marca en el
orillo la iba a dejar por abajo, con paredes, circulación y hasta
cierto tono lujoso. Allí iban a sobresalir un escalón más
arriba, el toque de Riquelme y la agresividad ofensiva y la
movilidad (no la velocidad, como temía Uruguay) con precisión
continua de Saviola (participó en todos los goles y en las otras
cinco jugadas de gol).
La primera incógnita, entonces, la Selección la contestó en esos 45
minutos iniciales. ¿El equipo cambiaría tanto en tan poco tiempo,
respecto del final a puro fútbol de la era Bielsa? Y... No. El
equipo intentaba lo mismo, desde el protagonismo y la búsqueda. Con
matices, pero sin disparidades conceptuales. ¿Y el vértigo? Bueno,
ya hacía tiempo que la Selección había desechado el vértigo, justo
es reconocerlo. Entonces, si no hubo extremo fijo no se notó. Porque
por la izquierda las apariciones de Sorin fueron las de siempre y
desequilibrantes. Y por la derecha se alternaron Zanetti, Lucho
González y hasta Saviola (metió el pase para el 2-0, de Figueroa).
Las sociedades que armaron Riquelme y Lucho González, con los otros
defensores-volantes (por derecha Zanetti y por izquierda Sorin) le
permitieron al equipo ir con calma y pausa, aunque a veces esa
seguridad en el traslado, en los primeros 20 minutos, terminó
quitándole explosión al llegar a tres cuartos de cancha.
La única nota desafinada la pusieron algunos largos pelotazos de
Samuel y Heinze, tratando de acortar más rápido el recorrido, en los
pocos pasajes que Uruguay intentó presionar. Ellos eligieron las
encomiendas a Saviola y a Figueroa en lugar de confiar en Riquelme y
Lucho González. Pero fue apenas un recurso tan equivocado como
esporádico.
Fue todo tan clarito en esos 45 minutos, que parecía que ya no
había nada más que discutir. Apenas quedó como inesperada
incógnita en el entretiempo, algún ensayo de duda sobre la
producción a partir del nivel del rival. Es inevitable, y más tras
un 3-0 contundente. Por historia, siempre es medida Uruguay. Y
más en este caso, en el que los jugadores argentinos daban un doble
examen, en su casa y en el comienzo de un nuevo ciclo. La
Selección tenía que ganarle, y bien, a Uruguay, pero también
demostrarse a sí misma que sabía como continuar reconciliándose con
la gente (como en la Copa América y en los Juegos).
Cuando en el segundo tiempo el equipo cambió, cuando empezó a perder
precisión, cuando ya Riquelme y Lucho González no tenían la pelota,
que ganaron Sosa y Cristian Rodríguez, y apenas se mantenían el
despliegue de Sorin y la peligrosidad de Saviola, la Selección
también fue contundente en sus respuestas. Porque es tan importante
Ayala atrás, porque hay lugar para varios jugadores más (Aimar,
D'Alessandro, Tevez y Mascherano, especialmente). Y porque cualquier
equipo con semejante producción y goleada, levanta el pie del
acelerador casi naturalmente.
Pero más allá de los gustos personales, al final se vio casi la
misma sonrisa de satisfacción en los anti-Bielsa que en los pro-Bielsa.
Y se entiende, forma parte de la eterna discusión del fútbol y de la
pasión que esto provoca.
Y como este juego no entrega verdades absolutas, que cada uno
festeje como más le gusta. La Selección le dio motivos y argumentos
a todos.
Tenía que ganar y ganó, tenía que jugar bien y jugó, tenía que hacer
goles y los hizo.
Fuente: clarin.com
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