ENTREVISTA A ALESSANDRA RAMPOLLA, LA
SEXOLOGA HOT DE LA TELEVISION LATINOAMERICANA
ALESSANDRA RAMPOLLA RESPONDE TUS DUDAS
La mujer, voluptuosa,
entra al bar del hotel en el que se hospeda en Buenos Aires y saluda
con una enorme sonrisa y el respeto coloquial con el que se maneja
frente a las cámaras. Sin embargo, esta puertorriqueña de 30 años
lejos está de parecerse a la sexóloga que noche tras noche responde
a las más desopilantes consultas sexuales sin perder nunca el tono
didáctico que la caracteriza, a través de Confidencias (lunes a
viernes a las 22.30, por Cosmopolitan). Fuera de los límites del
estudio televisivo, a Alessandra Rampolla se la percibe mucho más
discreta y mesurada en sus palabras. ¿Está cansada de hablar de
sexo?
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“¡Nooooooo! ¡Todavía,
no!”, se ataja en la entrevista con Página/12. “Lo que pasa
–explica– es que el sexo es un tema tan relevante en la vida de las
personas que no sólo hablo de la sexualidad por cuestiones
laborales, sino también cuando salgo con mis amigas. Siempre estoy
hablando de sexo. Mi vida es un tanto monotemática.”
Pese a ser la conductora de un programa de cable, la Rampolla –tal
como la conoce la gente– comenzó a tener repercusión pública a
partir de la naturalidad con la que da los más variados consejos
sexuales, en una oratoria equilibrada que se destaca por no caer en
la solemnidad científica ni en la chabacanería. La puertorriqueña no
deja de lado nunca cierto tono pedagógico, al mejor estilo de
maestra ciruela, pero ante consultas tan graciosas como increíbles
(¿Está bien que me masturbe con una aspiradora?, ¿Puede el semen
producir caries? son algunas de las más recordadas). Incluso, suele
ilustrar sus explicaciones con su bambita, una vagina gigante
parecida a un almohadón. Sexóloga de profesión, la Rampolla nunca se
asombra. “No sé de qué otra manera ser que la que no soy en
televisión. Me sale natural hablar así. Yo trato de ser como a mí me
hubiera gustado que me hablaran de sexo cuando no entendía. Trato de
explicarlo lo más sencillo posible. No creo que haya que tomar una
postura opresiva ni reprimida en cuanto al sexo, sino más bien
informar lo que puede hacer daño y lo que no”, detalla.
–¿Pierde en la vida cotidiana el lenguaje de especialista a la hora
de hablar de sexo?
–Yo tengo una doble personalidad en relación con el sexo. Cuando la
que habla es Alessandra la sexóloga, hablo de sexo de una manera,
pero cuando la que habla es Alessandra la persona, manejo el tema
desde otra perspectiva. Me encanta hablar de sexo, me apasiona.
Cuando hablo de sexo con mis amigas no me pongo en una posición
pedagógica ni científica. Nos damos consejos mutuos.
–¿El sexo es una materia inabarcable?
–El sexo es una materia que uno nunca termina de conocer en su
totalidad, por la simple razón de que uno nunca termina de conocerse
a sí mismo. En la temática de la sexualidad, hay reglas generales,
pero cada persona es un mundo aparte. Es la experiencia y la
aventura de cada uno la que determinará su conocimiento sexual. El
sexo es un aprendizaje.
–Los periodistas deportivos señalan que sólo están capacitados para
hablar de fútbol los que alguna vez jugaron al fútbol. ¿En el sexo
pasa lo mismo?
–No necesariamente, pero algo de verdad hay. Ciertamente, no todo lo
que yo comento lo he vivido. Yo tengo muy claro qué es lo que a mí
me interesa experimentar en términos sexuales. Es parte del
entrenamiento: no creo que uno pueda ser sexólogo sin haber
explorado los límites de la propia sexualidad. Eso no quiere decir
que hay que explorar todo lo referente al sexo. Lo importante es que
cada uno parta de su propio universo personal, de cómo han sido sus
experiencias sexuales hasta ahora y cómo piensas manejar las
futuras. En ocasiones se mezclan lo teórico, lo práctico y la
experiencia, pero cuando me pongo el gorro de sexóloga trato de
buscar un balance. Ni basarme demasiado en mis experiencias sexuales
personales, ni en algo demasiado chabacano ni demasiado pedagógico.
–Sin embargo, en el programa nunca pierde el tono didáctico, pese a
que las preguntas pueden resultar graciosas o disparatadas...
–Es un placer saber que la gente se anime a preguntar sobre dudas
relacionadas con el sexo y su sensualidad, porque la única forma de
aprender es a través del conocimiento. Yo respeto mucho a los
espectadores. La pregunta que puede sonar más tonta puede ser más
importante que la duda más compleja. Yo no puedo tomar como chiste
las consultas porque sé que la gente hace un esfuerzo enorme para
vencer la barrera del prejuicio y el miedo sexual. Eso tiene un
valor muy grande que le hace bien a la sociedad. A veces, hay
consultas que son cómicas, como la de la aspiradora o la de las
caries. Son dudas que me asombran por su ocurrencia, pero por otra
parte me parece bien que se le ocurra a la gente buscar algo nuevo.
–En definitiva, la única forma de aprender es experimentando o
estudiando...
–El conocimiento es poder. Si tú tienes conocimiento puedes tomar
mejores decisiones: puedes tener una sexualidad más responsable,
disfrutarla más, sentirte más pleno. Mientras la duda se enquiste en
el cerebro, nadie será plenamente feliz en términos sexuales. Yo
siento que a través de mi trabajo estoy haciendo una labor social
importante, que lleva información a gente que de otra manera nunca
le hubiera llegado.
–¿Cambió su relación con el sexo a partir de haberse recibido de
sexóloga?
–Cambió mucho. Yo me crié en Puerto Rico, que es un país muy
católico. Fui a un colegio de monjas y nunca me hablaron de sexo en
mi casa. Fui siempre curiosa y me preocupé de enterarme por otros
medios, pero no a través de mi madre, porque nunca me atreví. Cuando
decidí estudiar sexología, fue una experiencia muy interesante
porque parte del proceso de aprendizaje era hacer autoanálisis sobre
tu sexualidad. Me tuve que enfrentar a muchos tabúes, prejuicios y
pensamientos errados.
–¿Cómo percibe la relación entre el sexo y la sociedad
contemporánea?
–Estamos viviendo un tiempo en el que hay intenciones de que se
pierda el tabú del sexo. La Argentina, me da la impresión, es uno de
los países más abiertos en relación con el sexo de América latina.
Que haya programas de TV, radios, artículos en diarios y revistas
específicas demuestra que existe la conciencia de que se debe hablar
de forma natural respecto del sexo. Pero en la vida real no todo el
mundo lo asimila de esta forma. Aún funcionan mitos y tabúes
respecto del sexo. Pero creo que con el paso del tiempo la sociedad
se va a abrir más. Porque la apertura sexual se dará de la misma
manera que nacen los mitos: cuanto más se hable de sexo en una forma
abierta y natural, más rápido asimilará la gente que la sexualidad
es parte de la vida de todos los individuos.
–¿Por qué cree que la Argentina tiene una mayor apertura sexual que
otros países del continente?
–En primer lugar, por una cuestión cultural y educativa. La
Argentina es uno de los países más alfabetizados de la región.
Además, no hay que olvidar que se trata de uno de los países con
mayor influencia europea en América latina. Y la mentalidad europea
es mucho más abierta. También influye que Buenos Aires es una ciudad
muy cosmopolita, de mucho turismo. Y la mentalidad de quienes viven
en la ciudad es mucho más abierta que la gente que habita en los
pueblos del interior. Los hábitos sexuales están condicionados
culturalmente, pero las mayores diferencias surgen entre los
individuos, más que entre una cultura y otra. La forma de educación
sexual o religiosa y la manera de relacionarse socialmente son
condicionamientos sexuales.
–¿Por qué cree que se le debe dar mayor espacio a la educación
sexual?
–Porque cuando no se habla causa mucha angustia a las personas. La
gente se siente incómoda de no saber cómo relacionarse con su cuerpo
y con el otro. La sexualidad es parte íntegra del ser humano: no se
puede dejar de lado. De la misma forma que uno le dedica su tiempo
al intelecto, la espiritualidad y a mantener el cuerpo saludable,
las personas deben trabajar la parte sexual para sentirse bien.
Hablar de sexo no es malo, es placentero.
–¿La gente cree saber más de sexo de lo que realmente sabe?
–Todos se creen saber más de lo que realmente saben. A las personas
nos gusta aparentar, todos querríamos haber tenido un nivel de
educación sexual alto, que nos vean como especialistas de sexo. Pero
la realidad es que aún nos queda mucho terreno por experimentar
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