“He recibido amenazas de muerte. Seguramente, el Estado Islámico va a detenerme (…) y a decapitarme. Pero conservaré mi dignidad. Mejor morir que vivir humillada por estos tipos», escribió hace unas semanas Ruqia Hassan Mohammed, una mujer de 30 años procedente de una familia kurda afincada en Raqqa, la capital del Estado Islámico (Isis) en Siria. La premonición de la …
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