«Brochero fue un sacerdote que trabajó por el desarrollo y la inclusión de su pueblo. Estaba preocupado porque cuando llegó con sus 29 años descubrió que había mucho por hacer y se puso a trabajar para transformar a su gente a través del encuentro con Jesús», dijo Olivera en diálogo con Télam. El obispo y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación destacó que Brochero «es actual» y afirmó que «pensar en él es pensar en compromiso ciudadano, es ponerse la patria al hombro y para los consagrados es transitar el camino de la santidad unido a nuestro ministerio de pastores”. «Anduvo en su mula ‘Malacara’ por las sierras cordobesas durante casi 50 años para fundar pueblos y ayudar a los humildes, porque entendía que el Evangelio y el desarrollo humano estaban unidos. Trabajaba a la par de la gente, se arremangaba la sotana y cavaba zanjas para ayudar a la grandeza de su pueblo», dijo. Olivera consideró que canonizarlo en el año del Bicentenario de la Independencia «invita a reconocerlo como prócer, como modelo de sacerdote y de ciudadano». «Lo sentimos muy vivo y sigue iluminando nuestra pastoral. A menudo lo recordamos y pensamos qué haría él en determinada circunstancia», completó. El prelado destacó que tanto Mama Antula como el Cura Brochero y Catalina Rodríguez invitaban a pensar que “el cambio y la transformación del pueblo estaba muy unido al encuentro con Jesús y al trabajo por una patria más inclusiva, fraterna y justa”. «Por eso como ciudadanos a todos nos toca la figura de Brochero: un Brochero que a todos llamaba ‘amigos’, un Brochero que era amante de la paz y hoy nosotros estamos llamados a no perderla y trabajar por ella, pues vamos viendo en estos tiempos hechos lamentables de violencia”, sostuvo. Brochero nació en 1860 en Villa Santa Rosa, un pequeño poblado del norte cordobés en una familia trabajadora de diez hermanos. Ingresó al seminario y a los 26 años fue ordenado cura. Construyó más de 200 kilómetros de caminos, fundó pueblos, edificó iglesias y hospitales y se preocupó por la educación. Obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas y proyectó además el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto. Murió en 1914, sordo y ciego por la lepra que contrajo al compartir el mate y la vida con los enfermos. El 16 de octubre el papa Francisco lo declarará como santo en reconocimiento de su «vida ejemplar» y a partir de dos milagros ocurridos por su intervención: el primero se remonta a 2012, cuando Nicolás Flores, un chico que tenía sólo 11 meses cuando un accidente de tránsito en Córdoba lo dejó en estado vegetativo en 2000, se recuperó «sin explicación científica» luego de que su padre rezara a Brochero para que le salvara la vida. El segundo caso que se le atribuyó recientemente es el de Camila Brusotti, una nena que a los ocho años padeció una brutal paliza a manos de su madre y su padrastro que la dejó inconsciente y la obligó a permanecer más de dos meses en terapia intensiva. Como en el caso de Flores, Brusotti estuvo a punto de morir y por un hecho sin explicación científica inició «una recuperación meteórica a principios de enero de 2014», apenas tres meses después del ataque y luego de que su familia rezara en varias ocasiones a Brochero. «Se dejó trabajar el corazón por la misericordia de Dios. Su receptáculo terminó siendo su propio cuerpo leproso. Él, que soñaba con morir galopando, vadeando algún río de las sierras para ir a dar la unción a algún enfermo», dijo Francisco sobre Brochero, quien será canonizado en una ceremonia de la que participará el presidente argentino Mauricio Macri. Si bien Brochero será el primer santo nacido y muerto en la Argentina, el país ya contaba con San Héctor Valdivielso Sáez, nacido en el barrio porteño de Boedo y ejecutado en España, donde vivió desde los cuatro años, durante la Revolución de Asturias en 1934.
Obispo destacó que el cura Brochero fue ejemplar como sacerdote y ciudadano
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