«No hace falta la presión, con la mía basta y sobra; me sirve sentir la confianza de saber que yo voy a poner todo lo que aprendí en el momento indicado», dijo a Télam Ailén Valente, la única gimnasta que representará al país en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro. Al recordar un recorrido que se inició a los tres años, Ailén consideró hoy -a pocos meses de ponerse como meta «estar entre las mejores 24 gimnastas del mundo»- que «fue un alivio que sus padres nunca le hayan pedido más de lo que podía dar». «Pero he visto la presión sobre otros chicos y estoy segura que eso no sirve. Prefiero la confianza de mi familia a la hora de competir, y la palabra justa y el aliento de la entrenadora a través de las compañeras, que son las que saben lo que uno está buscando», sostuvo la joven. Para Pablo Nigro, licenciado especializado en Psicología del Deporte, «no es muy difícil detectar la presión en un chico. Si llora y no puede disfrutar el pequeño logro tenemos que poner atención, algo no está bien». «La exigencia genera presión y estos chicos se acostumbran a sentirla. No obstante, es clave que también tengan espacios de contención y puedan relajarse. Cuando la presión no se libera, seguramente habrá más dificultad para llegar a tener logros», redondeó el psicólogo. En línea con ese argumento, María Florencia Gugliada, instructora nacional de Gimnasia, dijo a Télam que «los más exigentes son los chicos con ellos mismos; y que el desempeño mejora cuando los padres dejan de presionar». Desde la Asociación de Psicólogos del Deporte de Argentina (APDA), aportaron una panorámica de las distintas maneras de acompañar a los hijos en el mundo del deporte amateur. A grandes rasgos, «todos los papás quieren un Messi en la familia», aseguró la presidenta de APDA, Alejandra Floreán; pero según ella «en la forma de acompañar estará la diferencia». «Están los que llevan a su hijo a entrenar y se van; los que ocupan el lugar del DT dando indicaciones de lo que su nene tiene que hacer y también de lo que deberían hacer sus compañeros; y los que -sin protagonismo- nunca dejarán de estar paraditos detrás del alambrado, el gran día, el día del partido», describió la titular de APDA. La presión mas fuerte, señaló, es la de los padres – entrenadores «de tiempo completo», que son los que comentan las jugadas y llevan sus análisis hasta la mesa familiar; no hay espacio para la contención, ni oportunidad de relajarse en esos casos. «Si bien todo es por el bien de los chicos, cuando los papás se dan cuenta que esa presión los aleja del objetivo, el desempeño mejora notablemente», acotó la titular de APDA. El ejemplo de una adolescente que conoció como profesional fue claro para ilustrar esta problemática: «ella no entendía por qué perdía cada vez que el padre la iba a ver a los torneos», dijo Floreán. «Con el tiempo descubrió que le preocupaba el esfuerzo económico y el tiempo que había invertido su familia en ella. Era tanta la presión que sentía por esa razón que tuvo que animarse a poner en palabras eso que sentía y hablar con su papá para poder seguir compitiendo», contó la especialista en Psicología del Deporte. El tema del fútbol en los chicos tiene otros ingredientes, incluso más crudos: la expectativa que puede generar en un hogar de bajos recursos la inminente firma de un contrato puede ejercer una fuerte presión que impacte en el rendimiento y en el deseo de jugar. «Allí también será necesario trabajar en el contexto de una fuerte alianza entre el deportista, el entrenador y los padres. De todas maneras habrá que diferenciar la exigencia para los que lleguen a un punto y los que quieran seguir perfeccionándose», explicó Floreán. Cuando el deporte entra en una familia muchas cosas cambiarán: las rutinas se organizarán en base a dónde ir a ver jugar a los hijos o a los hermanos y estas actividades se transformarán en una salida familiar. Las vacaciones se programarán de acuerdo al calendario deportivo; así como el estudio, y la decisión de ir a u
Para especialistas, la presión aleja del buen desempeño a los niños deportistas
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