Por Revista Rumbos
Todos conocemos a alguien que tiene la fantástica costumbre de llegar tarde a todos lados, siempre.
Lo invitás a cenar a tu casa y cae para la sobremesa, van a un recital y llega para escuchar los bises o lo invitás al cine y te hacer perder los primeros 20 minutos de la película. Llega un punto en tu relación con esa persona, cuando ya lo lo conocés, en que aprendés que si querés que llegue a las 10, tenés que citarlo para las 9.
Pero por más que nos enojemos, lo insultemos y incluso terminemos a las piñas, queda una pregunta por responder: ¿Por qué lo hacen? Los psicólogos lo atribuyen a tres razones principales:
1) Querer llamar la atención: en ese sentido, seguro que la ausencia (y posterior presencia) de la persona que llega tarde nunca pasan desapercibidas.
2) Otra hipótesis, un poco extraña esta, es que le gente que llega tarde se sienten culpables (por cualquier motivo) y al llegar tarde y pedir disculpas se sientan satisfechos.