Sol Aráoz había salido de compartir una parrillada con los compañeros de trabajo. Era la una y media cuando un amigo la acompañó hasta la esquina a tomar un auto. No había taxis y se subió a un remis. “La puerta del auto se cerraba, pero parecía que se iba a caer. Yo vivo en Yerba Buena y tenía un viaje largo. El conductor empezó a mirarme por el retrovisor, a murmurar, a decir groserías. Era tan atrevido que tenía ganas de tirarme del auto”.
Esa experiencia traumática marcó a Sol. Y luego de trabajar en distintos rubros como vendedora de muebles, de zapatos o un programa de radio, justamente un día escuchó la preocupación de las mamás del Colegio del Sol. Empezaban las primeras salidas, matinés, semanas, cumpleaños y una pregunta: “¿Quién las busca? ¿Quién las trae? ¿Es de confianza?” A la logística se sumaba el miedo a que les pasara algo.
“Mi cuñado tenía un taxi y me ofrecí a conducirlo empezando a trasladar a las chicas: a buscarlas y a traerlas a sus casas. Así empecé. La idea les encantó a las mamás y como una salida laboral que necesitaba también”, explica la trabajadora que tomó una iniciativa: un taxi conducido por una mujer para mujeres. Su propuesta ya se viralizó en las redes sociales y en WhatsApp.
“Las mamás necesitaban un taxi de confianza. Hablando con mi hermana, pensamos en lo que nos cuesta subirnos a un taxi. Después de lo que pasó, siempre traté de pedir un taxi con una conductora mujer pero no hay muchas. Y el mundo del taxi es muy machista. Entonces me decidí a salir a trabajar con el taxi también por las mañanas. Me moría de miedo al principio, que me dijeran cosas, insultos, en fin. Pero salí y aquí estoy: arriba del auto”, explicó Sol, quien comparte experiencias con las pasajeras a bordo del auto.
“Anoche fui a buscar a una chica de una cervecería en la Muñecas al 600. Cuando se subió, me contó lo aliviada que se sentía en que la llevara una mujer. Me contó que estaba en una mesa grande de 30 chicas y todas compartían la preocupación del momento de subirse al taxi. Hay comportamientos que las mujeres hemos naturalizado: nos mandamos mensajitos al llegar, anotamos la patente, el número del móvil, pero muchas de nosotras ni aún así nos sentimos seguras”, indica.
Y traza una diferencia entre las pasajeras y los pasajeros: “El hombre no tiene miedo cuando se sube a un taxi. No se fijan en el modelo del auto, en los datos del chofer, no se sienten prisioneros en el auto. Las mujeres sufrimos otras situaciones, pero muchos taxistas se hicieron esa fama y nosotras debemos ocupar el lugar que ellos no ocuparon: el de darle tranquilidad a una mujer cuando toman un taxi”.
La tranquilidad, dice Sol, es la primera sensación que tanto ella como la pasajera sienten cuando se conocen al iniciar el viaje: “He tenido muchísimo trabajo, muchísimos llamados y mensajitos y me gustaría contactarme con otras taxistas y remiseras, y con mujeres dispuestas a tener esta salida laboral. Los tiempos han cambiado, los femicidios son alarmantes, y quiero crear una red de taxistas mujeres para que exista la opción de viajar entre mujeres, y de sentirnos dentro de todo un poquito más seguras. De eso se trata”.