Los tiempos cambian y las personas también. Tal vez a consecuencia del efecto novedad o debido a las seductoras pantallas táctiles, los hábitos de las nuevas generaciones han cambiado radicalmente en cuestión de pocos años. Las venideras, aún no se sabe, tendrán como compañeros de viaje aparatos electrónicos y esa irrupción de los teléfonos móviles inteligentes, los llamados smartphones por su denominación anglosajona, irá a más presumiblemente.
Los expertos no aciertan a anticipar las consecuencias y efectos a largo plazo entre las personas sobre el uso excesivo de los dispositivos móviles. En ocasiones, se producen situaciones tan llamativas como la de una pareja de novios, que se presupone que les une el milagro del amor, que sentados en la mesa de una terraza de bar no se dirigen prácticamente la palabra mientras observan, detenidamente, sus terminales.
Ocio, paseos y otras tareas
Más de uno habrá observado esa imagen en múltiples ocasiones, al igual que la de aquella estampa de adolescentes sentados en el banco de un parque en silencio y dedicando gran parte de su energía a ver una pantalla. Sí, cada vez dedicamos más tiempo a estos aparatos (móviles, tabletas, portátiles), que nos han hecho la vida más fácil y cómoda, pero en ocasiones han provocado que muchas personas hayan dado de lado tareas y hobbies que hasta ahora parecían irrenunciables. ¿En qué invertía entonces su tiempo la gente? ¿Qué hacían que ya no se haga antes de entretenerse con las redes sociales o el WhatsApp?
En otras épocas, no muy lejanas, actividades como la petanca, la rayuela, laberintos, el escondite o el yo-yó se extendían más allá de las edades infantiles. Se escribían cartas y se recibían a los treinta días. Muy distinta es la vida actualmente de generaciones anteriores. Uno debía efectuar una llamaba al teléfono fijo y esperar a que la persona que tenía que atender estuviera en ese momento disponible. Y pasar horas y horas.
Eran momentos en los que había que quedar a una hora determinada para poder charlar. O toparse con los progenitores de un amigo para anticiparse a decir «Está tal?». También era más habitual preguntar a un desconocido por la calle para recibir una indicación. Google Maps y otros servicios cartográficos nos solucionan la papeleta rápida y fácilmente. A otras generaciones se les inculcó aquello de no hablar con extraños; en la actualidad cualquiera puede entablar una conversación por Facebook sin conocerse. Ahora, si uno se queda sin internet en el móvil o el local al que acude no dispone de conexión Wifi uno se siente marginado del mundo.
Inconvenientes y problemas
La situación, llevada a los extremos, puede provocar problemas de aprendizaje, reducción de la capacidad de retención y menor capacidad de dar la cara entre las personas, dicen algunos expertos. «Está claro que los hábitos están cambiando. El problema, a día de hoy, es que diferenciar un uso normal de una adicción es fácil, pero hacerlo de un uso normal no están fácil. Hemos pasado de una situación en donde consultar el móvil era anecdótico a una en a que no estoy segura cuáles de estas conductas las asimilamos como normales y cuáles serán tildadas de abuso en el futuro», ha explicado Mertxe Pasamontes, psicóloga y couch especialista en internet.
Lo cierto es que, de una manera u otra, se consulta el móvil una media de 150 veces cada día, según diversos estudios. «Te cuesta no echar un vistazo al móvil por si ha pasado algo». Ese algo viene de un contexto nuevo, las aplicaciones de mensajería instantánea, en donde WhatsApp es el rey del mercado, con seiscientos millones de usuarios en todo el mundo. «Estamos en esa época de eclosión de todo esto y, quizá de aquí a diez años se nos haya pasado ese efecto o consideremos que estar con los amigos y mirar el móvil lo consideramos como algo normal. Ahora nos produce extrañeza y hasta una falta de educación», subraya, al tiempo que asegura que «la sensación es la de que no tienes conciencia de que estás enganchado a la Red sino a los amigos».
«Todos hemos dejado de hacer cosas por esto», dice. Habrá que valorar qué cosas. Echando la vista atrás, y sin pecar de nostálgico, antes de la llegada y popularización de internet y los dispositivos móviles se dedicaba a otros menesteres, tales como leer con mayor asiduidad, escribir cartas o quedar más con los amigos. Puede parecer que el consumo de televisión se ha reducido, pero si atendemos a los estudios la percepción cambiará: cada persona dedicó en 2013 más de cuatro horas (243 minutos) a la caja boba -que cada vez es menos tonta-, lo que supuso el mayor consumo de toda la historia.
«Antes, después de ver la tele, me iba a la cama a leer. Desde que tengo ordenador, y luego con internet, empecé a usar más esto que a consumir la televisión, que es un elemento pasivo que me llega a aburrir. Otro damnificado es la capacidad de atención. El cerebro es un órgano que se distrae con facilidad y este tipo de tecnología ha permitido que se distraiga con mayor facilidad», insiste.
El éxito de los smartphones
En cualquier caso, la irrupción de las nuevas tecnologías es imparable. Según el último Consumer Barometer elaborado por Google, que desvela que un 72% de la población utiliza smartphones. Para colmo, internet ha penetrado en nuestras vidas con tal fuerza que la mayoría se conecta a diario en todas las franjas de edad (por ejemplo, un 71% de las personas de más de 55 años de edad se conectan todos los días).
«Los dispositivos móviles se han introducido con fuerza en los últimos años y tienen muchos aspectos positivos. Mientras que no se dejen de lado el resto de actividades propias de una vida normal, su uso es positivo. En el caso de las personas jóvenes, es importante que no dejen de llevar su vida normal (ir al cine, salir con sus amigos, practicar deporte, atender sus compromisos académicos)», considera Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología de la Universidad del País Vasco.
El peligro de la multitarea y apps de mensajería
Teniendo que en cuenta que las aplicaciones tecnológicas se han introducido de forma considerable en la sociedad, es cuestión de valorar su impacto. Uno de los inconvenientes -dice Echeburúa- es la multitarea. «En personas jóvenes vemos que es realmente frecuente que respondan a un correo, vean un vídeo de YouTube, reciban una llamada y, al mismo tiempo, hagan las tareas del colegio. Eso eso contraproducente porque los usuarios multitarea tienen mayores dificultades de discernir entre lo importante y dificulta la concentración», insiste.
Otro inconveniente, asegura, es que el contacto con las redes sociales puede provocar un espejismo -por la terminología empleada en este tipo de plataformas- en donde los usuarios creen que tienen una serie de amigos que realmente no son amigos. «Intentar sustituir el contacto real por el contacto digital contribuye a empobrecer a una persona», agrega.
A su juicio, la popular aplicación WhatsApp, de gran éxito entre los españoles, es un arma de doble filo. Por un lado, permite la interactuación entre personas de manera fácil, sencilla, rápida y barata. Pero, por otro, puede derivar en varios aspectos negativos en función de la personalidad de cada uno. «Puede quitar tiempo porque nos hemos acostumbrado a que cuando escribimos un mensaje esperamos una contestación inmediata. También puede ocasionar un control excesivo entre personas inseguras. Facilita la adicción porque, en parte, es un servicio gratuito y hay gente que no sabe desconectar. Puede provocar alteraciones de la comunicación y otros efectos como la sensación de exclusión social cuando, por ejemplo, no te incorporan en un grupo. Puede llevar a malentendidos y a una falta de intimidad, mientras que las emociones se expresan ahora con emoticonos, aunque eso nunca pouede sustituir la comunicación verbal ya que empobrece la comunicación», sostiene.
Fuente: http://www.abc.es/tecnologia/moviles/20141023/abci-whatsapp-adiccion-smartphones-tareas-ocio-entretenimiento-psicologia-201410231409.html