Primero separa el hecho de estar retrasado (en una cita o proyecto) con «sentirse apurado»: lo primero es un estado, lo segundo es una #emoción.
Presa de la angustia (miedo), el apurado está totalmente enfocado en ir más rápido para satisfacer sus demandas de una realidad externa (compromisos, plazos, metas, cuotas, etc.) que se le presenta primordial, sólida, ineludible e inaplazable, con potenciales consecuencias catastróficas en caso de desestimarla.
El apurado vive una experiencia de pobreza cíclica: Por estar apurado hace las cosas mediocremente, lo que le ocasiona fallas que generan más estrés y necesidades que le agobian, a lo que responde con angustia… Y más apuro.
«Apurado por dinero» es como podría mejor describir el 90% de mis clientes, asociados y empleados en mis más de 30 años de experiencia en el marketing:
Onerosos trabajadores que, enfocados en el resultado y no en el proceso, pasan toda su vida padeciendo por las consecuencias de su falta de profundidad, incapaces de moldear la realidad a su antojo, siempre esperando un pago que lo cambiaría todo.
Mientras más enfocada está la persona en el dinero, mayor es su vivencia de pobreza, carencia o frustración.
Empresas transnacionales o emprendedores, mientras más apurados estaban, peor lo hacían, cosa que les traía más trabajo
Apurado por dinero, un estado cíclico tipo rueda de la rata que extingue toda virtud, interés y pensamiento no rentable, sumiéndote en un estado trascendental de pobreza que se perpetúa… hasta que la salud falla.
El apuro es La mejor de las excusas, la peor de las razones
La urgencia es en realidad una manera de expresar la angustia consecuencia de una pobre planificación, una forma retorcida de procrastinación proactiva: te permite «parecer ocupado» mientras te autosaboteas; luego puedes culpar al tiempo que no te alcanzó. Es una guarida perfecta en la que muchos viven por años.
La prisa no es un problema logístico, es emocional, recurrente y profundo.
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