Conocida por su inimitable cabellera blanca rizada, su ropa de vivos colores y su inmensa fortuna, la duquesa de Alba era la aristócrata con más títulos nobiliarios del mundo, convertida en leyenda y rodeada de mitos que a veces le divertía desmontar. Catorce veces Grande de España, María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, atesoraba cinco títulos de duquesa, uno de condesa-duquesa, 18 de marquesa, 18 más de condesa y un último de vizcondesa, fruto de las uniones de sus ancestros durante siglos a lo largo y ancho de Europa, según el libro Guinness de los récords. Debido a sus más de 40 títulos nobiliarios, «el rey de España y la reina de Inglaterra deberían descubrirse» ante ella, aseguraba un guía del palacio madrileño de Liria, donde el 28 de marzo de 1926 nació esta excéntrica aristócrata. Sin pelos en la lengua y famosa por su desparpajo, la duquesa echó por tierra esta extendida leyenda en 1988: «Eso es literatura», lanzó durante una visita de la reina Isabel II de Inglaterra a Madrid. Cayetana -como se la conoce afectuosamente en España- se inclinó respetuosamente ante la monarca, antes de recordar juntas su infancia en Londres, cuando el padre de la duquesa era embajador allí y ella iba a Buckingham a visitar a la entonces princesa inglesa. ¿Reina de Escocia? Contribuyendo al mito, la prensa británica llegó a asegurar, antes del referéndum sobre la independencia de Escocia en septiembre, que Cayetana Fitz-James Stuart, descendiente de la dinastía Estuardo, podía ser una «prometedora candidata» a un trono escocés. Reina indiscutible de la prensa rosa, no le molestaba que hablasen de ella: «Si se olvidan de ti no eres nadie», decía a la revista Yo Dona en septiembre de 2011, un mes antes de casarse en terceras nupcias con Alfonso Díez, un funcionario 25 años más joven que ella. Esta boda había suscitado la oposición de sus seis hijos, cuyos divorcios y amoríos con toreros, futbolistas, periodistas y otros famosos como la modelo mexicana Genoveva Casanova, han hecho durante años las delicias de la prensa. Para apaciguarlos, la duquesa decidió distribuir entre ellos su fabulosa fortuna. Pero advirtió con su firme carácter: «Nadie me ha presionado». «No soy una persona que suela dejarse manejar», declaraba a la revista ¡Hola! desde su lujosa residencia de la isla mediterránea de Ibiza. Limitada a la familia y los amigos, la discreción de esta boda contrastó con el primer enlace de la duquesa, en 1947 con el duque Pedro Luis Martínez de Irujo -tras cuya muerte se unió en 1978 con el exsacerdote jesuita Jesús Aguirre, fallecido en 2001- cuando una joven duquesa de 21 años lució joyas de un valor estimado en 1,5 millones de dólares de la época ante sus mil invitados. Descalza pero riquísima En 2011, fiel a su habitual espontaneidad, la veterana novia, cuyas extravagantes facciones hacen sospechar un abuso de la cirugía estética, se quitó los zapatos y, ante sus admiradores, bailó descalza una rumba al son de guitarras y panderetas, en su cortijo sevillano, el Palacio de las Dueñas. Propietaria de una de las mayores fortunas de España, estimada entre 600 millones y 3.500 millones de euros (entre 850 millones y 5.000 millones de dólares), la aristócrata poseía varios palacios y numerosas tierras, tantas que, según otra leyenda, podía cruzar el país sin salir de ellas. Decimoctava jefa de la Casa de Alba, título que le da derecho a entrar a caballo si quiere en la catedral de Sevilla, Cayetana había incrementado el inmenso legado de sus antepasados. La izquierda española y los sindicatos de agricultores la acusaban de haberlo hecho, en parte, gracias a las nutridas subvenciones agrícolas que esta gran terrateniente recibió de la Unión Europea. Según un informe de la ONG Oxfam, la aristócrata y sus hijos recibieron 1,8 millones de euros en ayudas de la Política Agrícola Común (PAC) sólo en 2003.
¿Quién era la duquesa de Alba?
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