Establecer si alguna vez existió vida en Marte es una las principales incógnitas científicas que se intentará develar con esta misión, que será lanzada desde Baikonur este lunes a las 09:31 horas GMT. «Las condiciones de Marte en el pasado se parecían mucho más a las de la Tierra actualmente. Se cree que en la Tierra hay la misma cantidad de agua que hace millones de años mientras que en Marte se ha perdido gran parte porque escapó de la atmósfera», explica a EFE el científico de la Agencia Espacial Europea (ESA) Hakan Svedhem. ExoMars 2016 consta de dos partes: el Trace Gas Orbiter (TGO), un orbitador que girará en torno a Marte para analizar su fina atmósfera y establecer si efectivamente en ella hay una pequeña concentración de metano y, de ser así, si su origen es geoquímico, volcánico o biológico; y la sonda Schiaparelli, que se posará sobre el suelo marciano para preparar futuros aterrizajes de naves europeas. El satélite TGO y el módulo Schiaparelli viajarán juntos -serán lanzados en un cohete Protón- hacia Marte. «Es más amistoso que otros planetas del sistema solar. No está tan mal, tiene una temperatura manejable para el ser humano, aunque hay poco oxígeno», agrega Svedhem. La misión ExoMars 2016, que llegará a Marte el próximo octubre, se encontrará con un planeta con menor gravedad (3,711 m/s²) que la Tierra (9,807 m/s²) alrededor del que orbitan dos pequeños satélites naturales, Fobos y Deimos. Ese planeta telúrico, de naturaleza rocosa como la Tierra, presenta algunas formaciones geológicas mucho más pronunciadas que la de su vecino cálido y húmedo. Marte, que toma su nombre del dios de la guerra en la mitología romana, cuenta también con dos capas polares de hielo, el Planum Boreum (norte) y el Planum Australe (sur), donde las temperaturas llegan a los -143 °C. A pesar de ese desapacible entorno, se cree que bajo esos casquetes de dióxido de carbono congelado puede haber agua helada, o incluso líquida, y se contempla que allí puedan existir organismos microbióticos similares a los encontrados a 800 metros bajo el hielo antártico terrestre, donde no llega la luz. «Es una posibilidad real, no se puede excluir. La cuestión entonces sería cómo llegar hasta ahí», comenta Svedhem, que apunta a otro de los grandes obstáculos para la eventual implantación humana en Marte: sus campos magnéticos fósiles que, a diferencia del de la Tierra, no abarcan todo el planeta. En el planeta tierra es la actividad del núcleo, una gran masa de metal fundido, la que genera el campo magnético, mientras que la escasa actividad geológica del planeta rojo hace que Marte no disponga de ese movimiento de cargas eléctricas que, en la Tierra, ejerce de escudo protector ante los peligrosos vientos solares. «Es muy difícil generar un campo magnético artificial a esa escala» así que la hipotética exploración humana en Marte tendría que desarrollarse en «campamentos bajo techo, con oxígeno y una atmósfera artificial». «Para caminar y vivir libremente sin oxígeno … quedan muchos cientos de años», sentencia el científico.
Todo listo para la misión espacial que demostrará que Europa puede llegar a Marte
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