Por Tomás Bulat Infobae Los resultados muestran que el ciclo político del kirchnerismo está entrando en su ocaso. Con 12 años, se convirtió en uno de los ciclos más largos de la historia política del país. Por lo tanto es normal y saludable que tenga su fin. Ahora, la pregunta es si ese fin de ciclo político implica el fin del ciclo económico, lo cual conlleva al menos dos interrogantes: El primero es cómo seguirán estos dos años, con los desequilibrios que acumula la macroeconomía, y.. El segundo es si el actual es un modelo de desarrollo que la Argentina mantendrá después del gobierno actual. El frágil equilibrio de los desequilibrios Resulta evidente que en términos económicos no se puede continuar como estamos hoy. Más inflación, más controles cambiarios, más restricciones a las importaciones, más déficit energético, más déficit fiscal, etcétera, impiden el crecimiento y la generación de empleo. Por lo tanto, es obvio que en algún momento será necesario un plan integral antiinflacionario que tome en cuenta todos estos aspectos y que redefina la relación de la economía con los mercados externos, ya el país necesita recuperar la entrada de dólares para seguir financiando la actividad económica. No hablo de dólares para crecer, sino de dólares para no entrar en recesión. Es una situación tan obvia, como obvio es que eso no ocurrirá en el corto plazo. El Ministerio de Economía seguirá sin un liderazgo claro y las internas estarán al orden del día. Por lo tanto, cabe esperar que haya medidas parciales como la que hubo hasta ahora, basadas en mayores controles y restricciones. No sabemos cuáles, sólo sabemos que traerán más problemas que soluciones. Un tipo de cambio turístico, más impuestos al exterior, límites a las tarjetas de crédito son todo un combo de medidas de corto plazo que tienen un solo objetivo: que la corrección que necesita la macroeconomía no la haga este gobierno, sino el que viene. Tomala vos, no me la des a mí Lo cierto es que el gobierno va a tomar medidas de mayor intervención, sólo que cada vez con menores resultados, principalmente porque perdió poder político. Una situación macroeconómica como la actual puede seguir lánguida por varios meses, aunque difícilmente logre hacerlo por dos años. Por lo tanto, ésa es la pelea política que se viene. El gobierno tratará de trasladarle al próximo las correcciones de los desequilibrios que él mismo generó. Sin embargo, el costo de solucionar los desequilibrios existentes los debe asumir quien los generó, y no heredárselos al siguiente. Es en la negociación política de cuándo y cómo se emprolija la macroeconomía donde se dirimen los tiempos. La economía seguirá acumulando problemas si no se los corrige a tiempo, y eso es algo que el que pretenda suceder a este gobierno debe tenerlo muy en claro. Se le deben prestar atención a dos variables a nivel macroeconómico, para ver si el gobierno logre patear el problema hacia adelante: las reservas del BCRA, que siguen y seguirán bajando; y el valor del dólar blue, que seguirá subiendo y ampliando la brecha con el oficial. ¿El fin del modelo? Acá es donde surge un nuevo debate más estructural. ¿Seguirá creciendo la economía argentina en base al consumo interno y el gasto público? ¿Nuestro país continuará cerrado al mundo? La economía ya tiene un Estado que pesa la mitad del PBI anual, siendo el más alto de América Latina y uno de los más altos del mundo, ¿podrá sostenerlo mucho tiempo más? ¿Seguiremos con un dólar bajo, y poniendo trabas a todo tipo de actividad económica? ¿Continuará el Estado avanzando en empresas de sectores claves o se permitirá entrar al sector privado nuevamente? Son todas preguntas que hoy ni siquiera están en debate. Desde la oposición se dice querer lo mismo, sólo que más prolijo. Pero no es seguro que eso sea factible. No es el momento de debatir el problema estructural de la economía de Argentina hoy.
Tomás Bulat: «Fin de ciclo político, pero ¿fin de ciclo económico?»
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